CIUDAD DEL VATICANO, 28 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha recibido con dolor y tristeza la dramática noticia de la masacre que provocó este jueves un desequilibrado en la sede del Parlamento del cantón suizo de Zug.

Friedrich Leibacher, de 57 años, irrumpió en el Parlamento cantonal provisto de una pistola y un rifle y abrió fuego contra los presentes, matando a un total de catorce personas --diez diputados, el presidente del Parlamento y a tres consejeros de Estado del cantón-- e hiriendo a otras quince. A continuación el asaltante se suicidó.

«En esta situación humanamente incomprensible y conmocionado por la entidad del terrible suceso --afirma el cardenal Angelo Sodano en un telegrama enviado en nombre del Papa al obispo de Basilea monseñor Kurt Koch - el Santo Padre carga sobre sí las preguntas y el dolor que turban a muchos para presentarlas en la oración ante Dios, Señor de la vida y de la muerte».

Para las personas que han perdido la vida, el Papa implora la vida eterna; para quienes sufren en el cuerpo y el alma, una rápida curación y un nuevo valor para afrontar la vida con la esperanza que procede de la fe.

Asimismo, el Papa se une a los familiares y a los amigos que lloran a sus seres queridos y pide a Dios que les conceda el consuelo cristiano para afrontar estas horas y días oscuros.

En la noche del jueves, tuvo lugar una primera ceremonia en memoria de las víctimas en la iglesia de Saint Oswald en Zug, a la que asistió el presidente de la Confederación Helvética, Moritz Leuenberger, tras la cual cientos de personas se dirigieron portando velas a la plaza de Landsgemeinde.