ROMA, 20 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Tras el aturdimiento inicial y la positiva reacción de acudir a ayudar a las víctimas y rezar por ellas, la falta de un enemigo público claramente identificable está llevando a algunas personas a dirigir su odio contra musulmanes inocentes. El hecho más dramático ha tenido lugar en Mesa, Arizona, con el asesinato del propietario sij de una gasolinera.
Sorprendidos por la ola de violencia que se ha desatado contra ellos, los sijs están tratando de explicar que su religión, a pesar de los turbantes y las barbas, no tiene nada que ver con el Islam. Aunque hay menos de millón de sijs en Estados Unidos, han atraído una parte desproporcionada del odio suscitado por los atentados del once de septiembre.
El día 15 de septiembre, en Mesa, Arizona, un pistolero llegó en coche a una gasolinera de la Chevron y disparó contra el propietario sij. El pistolero disparó después a un contable libanés en una estación de la Mobil cercana, y al interior de la casa de una familia afgana. «Soy un patriota», dijo el presunto autor, Frank S. Roque, cuando fue arrestado.
Desde los atentados terroristas del 11 de septiembre, las personas originarias de Oriente Medio y del Sur de Asia, independientemente de su religión o procedencia, han sido objeto de acoso, amenazas y asaltos. El FBI está también investigando otras dos muertes por disparos como posibles crímenes de represalia.
En San Gabriel, California, Adel Karas, un propietario de una tienda de alimentación cristiano egipcio, fue asesinado el 15 de septiembre en su establecimiento. El mismo día, Waqar Hasan, un musulmán paquistaní fue encontrado muerto a tiros en su tienda en la zona de Pleasant Grove, en Dallas.
Pero los sijs, que se asemejan a la imagen difundida de Ben Laden, con turbante y barba, se han convertido en un colectivo especialmente vulnerable. El pasado día 18, más de doscientos sijs denunciaron incidentes a un grupo sij antidifamación. Los periódicos de todo el país han dado cuenta de que los templos sij de Cleveland y West Sacramento han sido arrasados y, en San Mateo, California, una bomba incendiaria fue lanzada a través de la ventana de la casa de una familia sij, golpeando en la cabeza a un niño de tres años, aunque no explotó.
El día 15, cerca de Eugene, Oregón, una mujer californiana de 54 años fue arrestada por tratar de arrancar el turbante de la cabeza a un sij en un restaurante de una autopista. «La gente de nuestra comunidad está aterrorizada --dijo al «New York Times», Mandeep Dhillon Singh, un abogado de Menlo Park, portavoz del "Sikh Media Watch and Resource Task Force"--. No nos habíamos recuperado del shock del atentado contra nuestro propio país y ahora estamos siendo atacados nosotros».
El domingo, en una conversación telefónica con el presidente Bush, el primer ministro Atal Behari Vajpayee de India expresó preocupación por la seguridad de los sij de Estados Unidos.
El sijismo, fundado a finales del siglo XV por el gurú hindú Nanak, es una religión monoteísta que ha crecido hasta convertirse en la quinta religión del mundo, después del cristianismo, islamismo, hinduismo y budismo. Los sij rechazan el sistema de castas y para señalarlo, los hombres adoptan el nombre «Singh» y las mujeres el nombre «Kaur», para denotar la igualdad de todos los creyentes.
La mayor parte de los 18 millones de sij del mundo viven en la región del Punjab, al norte de la India, pero hay importantes poblaciones de sij en Inglaterra, Canadá y Estados Unidos.
Debido a la ola de ataques, algunos musulmanes e hindúes han pensado en cambiar sus ropas tradicionales, pero los sij dicen que su religión exige que se dejen el cabello largo y cubierto por un turbante o un moño, llamado patka.
Balbir Singh Sodhi llegó Mesa para abrir una gasolinera. Los fiscales dicen que la única razón que dio su agresor para asesinarle fue su turbante y su piel oscura. En el momento del incidente, estaba fuera de la gasolinera con cuatro mexicanos, pero él se convirtió en el único objeto de los disparos.
Lakhwinder Singh, hermano de la víctima, dijo que los sij de la zona de Mesa empezaron a recibir amenazas ya el día de los atentados terroristas. «Mi hermano y yo y otros sij, propietarios de tiendas, pensamos en ir a los medios de comunicación para aclarar que no somos musulmanes --dijo Lakhwinder Singh--. Sabemos que se sabe muy poco de los sij en este país».
Entre los sij en Estados Unidos, hay un intenso debate sobre cómo distinguirse de los musulmanes, lo que no quiere decir que piensen que los atentados a musulmanes estén justificados.
«Sería incompatible con nuestra religión dar folletos que dicen "no somos musulmanes" --dijo Inderpreet Singh, un sij de Boston--. Es incomprensible que la gente ahora sea objeto de odio porque la confunden con musulmanes, pero tenemos que ser cuidadosos de no hacer lo mismo».
En Chicago, Inderjit Singh, un taxista sij, ha colocado información sobre su religión en el panel que le separa de los pasajeros.
Los ataques sin embargo no hacen distinciones. En San Francisco, Sean Fernandes, un indio católico de 26 años, dijo que iba caminando con un amigo australiano, el día 15 por la mañana, cuando un hombre se acercó, le llamó «sucio árabe» y les atacó a él y a su amigo. Su amigo fue golpeado en la reyerta que siguió y está hospitalizado en estado grave.
«He vivido en este país durante ocho años y me siento en casa pero esto me hace replantear las cosas --dijo Fernandes, ingeniero de software--. Estoy completamente conmocionado. Siempre pensé que la gente aquí era tolerante pero sospecho que los tiempos duros sacan fuera nuestros verdaderos colores».
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Sep 20, 2001 00:00