CIUDAD DEL VATICANO, 10 octubre 2001 (ZENIT.org).- Un gran promotor del diálogo con el mundo musulmán ha elevado su voz en el Sínodo para pedir que la asamblea condene con fuerza la violación de los derechos humanos que se da en algunos Estados islámicos, especialmente en los que el fundamentalismo es influyente.
Monseñor John Olorunfemi Onaiyekan, presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, constató este martes al tomar la palabra ante los casi 300 participantes en la asamblea: «aquellas naciones que han seguido haciendo de la intolerancia y del fanatismo la bases de su política de Estado, son naturalmente terreno fértil para ese tipo de terrorismo que conmocionó el mundo el pasado 11 de septiembre».
«Y esto no sólo se aplica a los Talibán de Afganistán –aclaró el arzobispo de Abuja–, sino también muchas naciones que han gozado y gozan de respeto político de la así llamada «comunidad internacional»».
«Cuando una nación niega a algunos de sus ciudadanos el derecho fundamental a la libertad de religión y a la igualdad ante la ley, ¿no es acaso culpable de terrorismo de Estado?», preguntó.
Como ejemplo típico de esta situación, mencionó en particular el caso de Sudán
«¿Tendrá este Sínodo el coraje para proclamar la verdad que el resto del mundo parece tener el miedo de admitir? –siguió preguntando– ¿Durante cuánto tiempo continuará admitiendo el mundo algunos regímenes que aceptan grandes violaciones de los derechos humanos en el nombre de la religión?».
El arzobispo de Abuja es un convencido impulsor del diálogo con el Islam. En su país, de 120 millones, la mitad son cristianos y la otra mitad musulmanes, algo que considera como una «situación privilegiada» en este campo.
Considera que a pesar de las revueltas que en algunos Estados se han levantado a causa de la imposición de la ley islámica («sharia»), musulmanes y cristianos viven en armonía y afrontan juntos los desafíos del país.
Por eso, considera que es realmente triste el hecho de que los medios de comunicación hablen de su país sólo cuando hay enfrentamientos entre creyentes de las dos religiones.
Estos altercados, que en ese país han dejado centenares de muertos en los últimos meses, tienen dos razones principales, reveló:
–Las actividades de fanáticos, de los dos lados, que provocan crisis y conflictos que después acaban involucrando a todos.
–La manipulación de políticos que manipulan la religión para sus propios objetivos. El intento de imponer la «sharia» como ley del Estado es un caso típico.
La respuesta cristiana en la convivencia con el Islam, según el arzobispo nigeriano implica tres elementos:
–Profundizar en la fe de nuestros cristianos, para que sean firmes testigos de su fe y respetuosos de los demás.
–Seguir tendiendo nuestras manos al diálogo y la colaboración con la gran mayoría de nuestros conciudadanos musulmanes, hombres y mujeres, que están dispuestos a vivir en paz unos con otros.
–Para garantizar el bien común, resistir y condenar la injusticia, incluso y especialmente cuando se proclama blasfemamente en nombre de Dios.
Monseñor Onaiyekan terminó su intervención con el saludo musulmán en árabe y latín «In-sha-Allahu», «Deo Volente. Amen».