CIUDAD DEL VATICANO, 19 octubre 2001 (ZENIT.org).- La promoción de la mujer con su dignidad y derechos es indispensable para que el mundo «pueda aprovechar los beneficios de la globalización y evitar sus efectos negativos», ha asegurado una mujer en nombre de Juan Pablo II ante la ONU.
De hecho, la posición de la Santa Sede ante el Comité especial reunido para discutir sobre la cuestión femenina en el «palacio de cristal» de Nueva York fue ilustrada este jueves por la señora Joan McGrath-Triulzi.
La reunión analiza la aplicación de las conclusiones de la Conferencia Mundial sobre las Mujeres que tuvo lugar en Pekín, en septiembre de 1995, y de la Asamblea General celebrada el año pasado sobre «Mujeres 2000: igualdad de géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI».
Ante los nuevos desafíos de la globalización, la representante de la Santa Sede subrayó ante todo que «el reconocimiento de la dignidad de la persona, especialmente de las mujeres y jóvenes, debe ser el punto de partida para favorecer un auténtico desarrollo humano».
De hecho, una forma de globalización que ignorara la intrínseca dignidad de las mujeres y de su especial contribución a la sociedad las reduciría a un simple objeto exclusivamente económico, constató la representante del Papa ante la asamblea.
En segundo lugar, «para facilitar su contribución en la construcción de un mundo mejor, deben protegerse los derechos humanos y las libertades fundamentales de las mujeres y chicas, de manera que puedan beneficiarse de la globalización», indicó.
Esto exige «el respeto del derecho a contraer libremente matrimonio y a cuidar de la familia, a buscar un empleo y a obtener salarios justos, a estar protegidas de todo abuso», constató.
Por último, en nombre de la Santa Sede, la señora McGrath indicó como prioritaria la exigencia de invertir en servicios sociales fundamentales para que las mujeres puedan disfrutar de salud física y mental, y contar con la necesaria profesionalidad para desempeñar un papel activo en la economía que cambia.