Cardenal Etchegaray: En Asís para abatir los nuevos muros

Habla el organizador del primer encuentro de estas características

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ROMA, 22 noviembre 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- El cardenal Roger Etchegaray, fue en calidad de presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz uno de los organizadores principales del encuentro de oración de líderes religiosos por la paz, en Asís hace 15 años.

«Fue un extraordinario paso adelante hacia las religiones no cristianas», asegura el purpurado, después de que Juan Pablo II anunciara, el 18 de noviembre, otro acontecimiento de características similares previsto para próximo 24 de enero.

–¿Que impresión le causó aquel acontecimiento?

–Cardenal Etchegaray: Habiendo sido testigo privilegiado de su florecimiento en el pensamiento de Juan Pablo II, no me sorprendió, más bien me maravilló el anuncio que hizo en San Pablo Extramuros el 25 de enero de 1986. Era el anuncio de un «estreno» en la historia de la humanidad y, como tal, sin puntos de referencia: reunir a todas las religiones del mundo para participar en un servicio común a la paz universal. Con el intento de evitar cualquier forma, incluso superficial, de sincretismo, el Papa siguió paso a paso los diez meses de preparación que llevaron al encuentro del 27 de octubre.

–¿Qué frutos ha dado aquel encuentro?

–Cardenal Etchegaray: Asís ha hecho dar a la Iglesia un extraordinario paso hacia adelante hacia las religiones no cristianas, en la misma dinámica del Concilio. A continuación, el diálogo interreligioso se multiplicó, profundizó y se hizo menos insólito, como uno de los más grandes desafíos de nuestra época. Asís ha estimulado la vocación propia de la Iglesia: profesar la unidad del misterio de la salvación de todos los hombres en Jesús Salvador. Gracias a lo que el Papa ha definido «el espíritu de Asís», los líderes religiosos han elevado su voz con mayor seguridad para resistir a las manipulaciones políticas de la religión en tiempo de conflictos.

–¿Qué experimentó en Asís, sintiéndose cerca de todas las religiones de la tierra?

–Cardenal Etchegaray: Me atrevería a decir que aquel día sentí batir el corazón de una humanidad angustiada bajo la amenaza nuclear, que redescubría con confianza la unidad de sus orígenes. Cuando, de repente, el arco iris apareció en el cielo borrascoso de Asís, todos leyeron en él un llamamiento urgente a la vía de la fraternidad.

Nadie pudo dudar de que la oración hubiera suscitado este signo visible de la connivencia entre Dios y los descendientes de Noé. Ante la basílica de San Francisco donde, muertos de frío, todos se apretaban los unos contra los otros, cuando algunos jóvenes judíos subieron a la tribuna para ofrecer ramos de olivo a los musulmanes, me sorprendió una lágrima en mi cara de «globe-trotter» de la paz. La paz debería hacer llorar más que la guerra, pero llorar lágrimas de alegría y de humilde reconciliación.

–Dentro de dos meses, las religiones volverán de nuevo a reunirse. ¿Cómo cree que será la adhesión a la invitación del Papa tras los hechos del 11 de septiembre?

–Cardenal Etchegaray: No sé qué sucederá en Asís el próximo 24 de enero. La situación ha cambiado mucho tras quince años. El muro de Berlin ha caído pero resisten otros muros de división y son ahora más visibles, tras la caída de las Torres Gemelas. El problema del terrorismo es muy grave, muy complejo, pero no debemos permitirle que nos acucie, ni debemos reducirlo a la guerra con Afganistán.

¡Cuántas guerras «olvidadas» junto a las que han tenido lugar bajo los ojos de la atención internacional! En 1993, tuvo lugar con el Papa un segundo «Asís» por la paz en los Balcanes. Ojalá que Asís reencuentre su visión planetaria de una paz todavía exigente hoy.

–¿Por qué ha pedido el Papa que los cristianos se preparen para ese encuentro con una jornada de ayuno y oración?

–Cardenal Etchegaray: La oración y el ayuno juntos… ¡y también la caridad y la distribución de las riquezas! Estos tres signos forman parte de un trinomio inseparable que los mismos musulmanes valoran durante este mes de Ramadán. Un obispo de Ravenna, en el siglo V, san Pedro Crisólogo, dijo que estos tres gestos «se dan vida el uno al otro: si falta uno de los tres, no se hace nada».

Pienso que las jornadas del 14 de diciembre y del 24 de enero nos permitirán descubrir mejor la importancia del ayuno, de esta práctica seguida por el mismo Cristo que nos entrega la tradición de las más antiguas religiones. El sentido cristiano de un ayuno no tiene nada de beatería: el creyente quiere sobre todo manifestar, cuerpo y alma, su apertura a Dios, del que espera todo, incluido el don de la paz.

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ZENIT Staff

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