SAN SALVADOR, 11 febrero 2002 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el mensaje que la Conferencia Episcopal de El Salvador (CEDES) al final de su última asamblea plenaria.
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Queridos hermanos y hermanas:
Hace un año nuestro país sufrió los devastadores efectos de dos terremotos que dejaron un saldo doloroso en vidas humanas y pérdidas materiales. Junto a la respuesta solidaria de la Iglesia Católica nos hicimos presentes también con nuestra palabra de pastores. Ahora, al clausurar tres días de reunión, los obispos de El Salvador nos dirigimos nuevamente a ustedes, en el día en que Su Santidad Juan Pablo II preside en Asís una histórica Jornada de Oración por la paz en el mundo.
Nuestra reunión ha tenido como tema central el estudio y la aplicación de las orientaciones que el Santo Padre nos dio en su discurso del pasado 23 de noviembre, con ocasión de la visita oficial que realizamos a Roma. Su enseñanza servirá de base para una carta pastoral que publicaremos oportunamente. Mientras tanto deseamos compartir con ustedes algunas reflexiones.
1. El encuentro con el Papa, una experiencia inolvidable
Después de la entrevista personal con el Vicario de Cristo y de celebrar juntos la Eucaristía en su capilla privada, recibimos sus luminosas enseñanzas que con filial adhesión nos proponemos aplicar en las Iglesias particulares que el Señor nos ha confiado.
El Papa nos invitó a construir un futuro de paz después de haber puesto fin a largos años de guerra fratricida, y a superar las adversidades de las tragedias del año pasado. Al evocar su segunda visita a nuestra patria, volvió a repetir las palabras que entonces pronunció durante la ceremonia de despedida: «Me voy con una gran confianza en el futuro de esta amada tierra». Recordó enseguida su llamado a la solidaridad cuando tuvo noticias de los terremotos del año pasado, para luego añadir que «los mismos salvadoreños, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los protagonistas y artífices principales de la reconstrucción del país, comprometiéndose, con su esfuerzo y su tesón, a superar esa situación tan difícil, agravada, entre otras causas, por la pobreza extrema de muchos, el desempleo o la falta de vivienda digna» (Discurso del Santo Padre a la Conferencia Episcopal de El Salvador, n.3).
Igualmente inspirada fue su palabra sobre la misión que tenemos los obispos de «impulsar y vivificar la evangelización», a fin de «acrecentar la fe de los fieles, haciendo madurar en ellos las enseñanzas del evangelio mediante la predicación íntegra del misterio de Cristo» (Discurso del Santo Padre…, n. 4). Para alcanzar esta meta nos exhortó a «dar a la palabra de Dios y a su anuncio el lugar primordial y privilegiado que le corresponde» (Ibid.). Esto implica entregarse generosamente al «ministerio de la predicación, la catequesis y la enseñanza, para que todos los fieles ´tengan vida y la tengan en abundancia´» (Ibid.) empleando también para ello los medios modernos de comunicación social.
2. Reconstruir el país desde sus cimientos
Por nuestra parte, a través del obispo presidente de la CEDES, reconocimos ante el Vicario de Cristo que aún teníamos pendiente la tarea que nos dejó durante su segunda visita: poner en marcha una «pedagogía del perdón», puesto que, como él nos señaló en su discurso, debemos seguir acompañando a nuestro pueblo «como ministros de la reconciliación, para que la grey que os ha sido encomendada, superando las dificultades del pasado, avance por los caminos de la concordia y el amor sincero entre todos, sin excepción» (Discurso del Santo Padre, n. 2). El mensaje para la Jornada de la Paz del presente año nos muestra el camino, porque «no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón».
También le dijimos que es admirable la fe de los salvadoreños, como quedó demostrado ante las pruebas del año pasado. Nos conmueve ver, por ejemplo, cómo al campesino le duele más perder su templo que su propia casa. La tarea de reconstrucción en la que estamos empeñados tiene que llegar hasta los fundamentos mismos de la sociedad, fortaleciendo su profunda identidad cristiana. Ciertamente necesitamos miles de casas dignas y seguras, pero debemos construir al mismo tiempo una nueva sociedad fundada en valores como la fraternidad, la solidaridad, la justicia y el pleno respeto a la dignidad de la persona humana. Pero hay que ir más al fondo, comprometiéndonos en el fortalecimiento de las comunidades cristianas para que sean signos vivos del amor de Dios en medio de nuestra realidad.
3. Algunas tareas prioritarias
La tarea es inmensa y superior a nuestras fuerzas humanas. Pero el Santo
Padre nos anima a «remar mar adentro» confiados en la palabra infalible del Señor. El Papa, supremo pastor de la Iglesia, nos ilumina al mismo tiempo el camino con sabias orientaciones. Inspirados en ellas les invitamos a entrar en el mar profundo de la realidad de nuestra Patria; en ella estamos llamados a ser testigos del amor de Dios y mensajeros de su palabra de salvación. Los desafíos son muchos, pero nos parecen más urgentes los que enumeramos a continuación:
a) Contribuir desde nuestra identidad cristiana a la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Juan Pablo II señaló problemas sociales como la pobreza extrema, el desempleo y la falta de vivienda digna. Nuestro corazón de pastores no puede permanecer indiferente ante tan doloroso drama humano, que se vuelve aún más preocupante por la grave situación económica, la inseguridad y el desaliento general. Como pastores nos comprometemos a realizar de la mejor manera la tarea que nos corresponde, según la exhortación del Vicario de Jesucristo: «Con vuestra palabra, valiente y oportuna, y teniendo siempre presentes las exigencias del bien común, debéis animar a todos, empezando por los responsables de la vida política, administrativa y judicial de la nación, a promover mejores condiciones de vida, de trabajo o de vivienda» (Discurso del Santo Padre, n. 2).
b) Un segundo desafío es la promoción y defensa de la familia, célula básica de la Iglesia y de la sociedad, que padece una crisis generalizada y es amenazada como nunca antes. El matrimonio como institución sufre nuevos embates a través de los mensajes que se difunden en algunos medios de comunicación social y por el comportamiento de figuras destacadas de la sociedad. Además, hay intentos de implantar una educación sexual de los niños y adolescentes sin tener en cuenta las normas morales y el papel que corresponde a los padres. Al cumplirse veinte años de la exhortación postsinodal «Familiaris Consortio», alzamos la voz para decir con el Papa: «¡Familia, sé lo que eres!». ¿Y qué es la familia según el plan de Dios? La respuesta es maravillosa y estimulante: la familia está llamada a ser comunión de personas que refleja el misterio de Dios uno y trino, santuario de la vida y del amor, Iglesia doméstica, célula básica de la sociedad. Exhortamos a cada parroquia a organizar la pastoral familiar porque «la humanidad se juega mucho en la institución familiar, llegando hasta hipotecar su futuro si no se la defiende y promueve adecuadamente» (Discurso del Santo Padre, n. 8).
c) Finalmente señalamos como tercer desafío la formación de laicos maduros, capaces de asumir los retos del presente y del futuro, cumpliendo así la misión que les corresponde en la transformación del país. El Papa y la conferencia episcopal esperamos mucho de las cristianas y cristianos que asumen plenamente su vocación bautismal: «En la medida en que los laicos cristianos vivan cada vez más abiertos a la presencia y a la gracia en lo profundo de su corazón, serán más capaces de ofrecer a sus hermanos el testimonio de una vida renovada, tendrán la libertad y la fuerza de espíritu necesarias para transformar las relaciones sociales y la sociedad misma seg
ún los designios de Dios» (Ibid., n. 9).
4. «Rema mar adentro» (Lc 5,4)
Queridos hermanos y hermanas: en nombre de Jesucristo, Juan Pablo II nos ha propuesto entrar decididamente en el tercer milenio como Pedro y sus compañeros se adentraron en el mar confiados en la palabra de Jesús: «En tu nombre, Señor, lanzaré la red» (Lc 5, 5). Fiados en él, debemos tomar en serio el programa que el Santo Padre nos invita a hacer nuestro: la santidad, la oración, la misa dominical, la penitencia, la primacía de la gracia, la escucha de la Palabra y el anuncio de la misma.
«Rema mar adentro», les repetimos también nosotros a ustedes, queridos sacerdotes, principales colaboradores en nuestro ministerio; «rema mar adentro», les decimos a ustedes, queridas religiosas y religiosos, que están invitados a hacer presente en el mundo los consejos evangélicos; «rema mar adentro», proclamamos con fuerza ante ustedes, hermanas y hermanos laicos. Renovados en el Espíritu Santo, que nos ha convertido en criaturas nuevas gracias al don del bautismo que nos convirtió en hijos adoptivos del Padre, lancemos con nuevo ardor las redes en el mar profundo de la historia dramática y esperanzadora de El Salvador.
Que el Dios de la paz y del amor, les bendiga abundantemente.
San Salvador, 24 de enero de 2002.
† Fernando Sáenz Lacalle
Arzobispo de San Salvador
Presidente de la CEDES
† Rodrigo Orlando Cabrera
Obispo de Santiago de María
Vicepresidente de la CEDES
† José Oscar Barahona Castillo
Obispo de San Vicente Obispo de Santa Ana
† Romeo Tovar Astorga, ofm
Secretario de la CEDES
† Eduardo Alas Alfaro
Obispo de Chalatenango
† José Adolfo Mojica
Obispo de Sonsonate
† Elías Samuel Bolaños Avelar, sdb
Obispo de Zacatecoluca
† Miguel Ángel Morán Aquino
Obispo de San Miguel
† Gregorio Rosa Chávez
Obispo Auxiliar de San Salvador
Mons. Luis Morao, ofm
A. A. del Ordinariato Militar