La Venezuela de Chávez en mares tempestuosos

Maniobras del presidente para ganarse la antipatía de la Iglesia y del Estado

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CARACAS, 16 febrero 2002 (ZENIT.org).- A inicios de febrero, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, estaba de fiesta, a pesar de que mucha gente de su país tiene muy poco que festejar. El lunes 4 se celebraba el décimo aniversario de su fallido golpe de Estado con una manifestación de los defensores de Chávez que marcaba el final de cuatro días de festejos.

Pero las encuestas demuestran que el apoyo al presidente ha caído espectacularmente del 80% al 35% según información de la BBC de aquel mismo día. Chávez fue elegido por mayoría absoluta en 1998, prometiendo reformas políticas y económicas. Pero las promesas permanecen incumplidas y sus métodos demagógicos han cansado a muchos.

La solidez de la oposición se demostró a principios de diciembre cuando se convocó una huelga a nivel nacional. La protesta fue apoyada no sólo por la Confederación de Trabajadores de Venezuela, sino también por la Federación de Cámaras de Comercio y los más importantes periódicos del país.

La inusual alianza entre trabajadores y empresarios se formó para protestar contra las nuevas leyes que, sostienen los críticos, ahogarán cualquier inversión extranjera, amenazarán los derechos de la propiedad privada y sofocarán la creación de empleo, informaba el Wall Street Journal el 6 de diciembre. Chávez unilateralmente dictó las medidas el pasado mes, usando los poderes especiales que le concedió el año pasado su fuerte mayoría progubernamental en la Asamblea Nacional.

Chávez “está intentando introducir conceptos marxistas y socialistas junto con los puntos de vista y manera de hacer las cosas propias del pasado”, afirmaba Antonio Herrera-Vaillant, vicepresidente de la Cámara Venezolano-Americana de Comercio.

El presidente está determinado a aguantar a sus críticos y ha dicho que quiere permanecer en el poder hasta el 2020, según informaba el Financial Times el 7 de diciembre. Pero el aplastante apoyo en la huelga de diciembre demuestra que muchos venezolanos se oponen a este deseo.

Chávez tiene también a la economía contra él. Los precios del petróleo, la más importante exportación de Venezuela, están bajos, y los extranjeros son reacios a invertir dinero debido a las medidas populistas de Chávez.

Un análisis del 17 de enero, hecho por el Stratfor Center of Strategic Studies consideró como excesivamente optimista la declaración, realizada el 11 de enero por el presidente venezolano a un grupo de banqueros y ejecutivos de Nueva York, de que su país tenía una economía “estable y sólida”.

Stratfor sostiene que los datos económicos indican que Venezuela sufrirá una crisis fiscal y económica mayor este año, que forzará al gobierno a devaluar el bolívar y a imponer controles al capital. Estas medidas, a su vez, dañarán a los ciudadanos de las clases más bajas y medias, agravando las tensiones políticas y sociales.

El análisis apuntaba que el gobierno tiene una deuda muy grande (y creciente) y su gasto sobrepasa las entradas por impuestos. La economía está ralentizándose rápidamente y las nuevas inversiones de empresas están virtualmente paradas.

La deuda total de Venezuela, incluyendo la deuda que se debe dentro y fuera, y la que debe la compañía estatal Petróleos de Venezuela, ronda los 43.500 millones de dólares, afirma Stratfor. El cubrir tal deuda costará una suma bruta equivalente a lo que, estima el Ministro de Economía, recaudará el gobierno en impuestos y derechos de Petróleos de Venezuela este año. Y las reservas de divisas del Banco Central de Venezuela cayeron este año un 23,7%, hasta 12.200 millones de dólares a fines del 2001.

Crecen las tensiones
Otra protesta de la fuerzas de la oposición tuvo lugar el 23 de enero, el 44º aniversario del derrocamiento del dictador, general Marcos Pérez Jiménez. Según un reportaje de Associated Press del 24 de enero, cerca de 100.000 personas secundaron la manifestación. Por su parte, Chávez hizo una manifestación con miles de sus propios seguidores.

Al día siguiente, el Ministro del Interior, Luis Miquilena, renunció. El Financial Times, el 25 de enero, afirmaba que éste era un signo de que el Presidente Chávez está siendo abandonado por sus más moderados e importantes colaboradores políticos. Miquilena ha sido el principal consejero político del presidente desde que éste alcanzara el poder hace tres años. Se dice que este asesor se había desilusionado con la cerrazón de Chávez a entablar un diálogo con un conjunto amplio de los grupos y partidos opositores.

“Chávez se quedará ahora sin su más hábil operador político”, afirmó José Carrasquero, profesor de ciencias políticas en la Universidad Simón Bolívar. “Esto deja a Chávez en una posición aún más precaria”.

Dos semanas antes, Chávez destituyó a su embajador ante los Estados Unidos, Ignacio Arcaya, un amigo íntimo de Miquilena. Chávez estaba molesto con la poca habilidad del diplomático para conseguirle un encuentro con el presidente George W. Bush.

En la misma semana también tuvieron lugar ataques del presidente contra la Iglesia católica. Como informó Zenit el 28 de enero, Chávez acusó a los obispos del país de no “seguir el camino de Dios”, porque no apoyaban abiertamente la “revolución” política del líder.

Al día siguiente, la BBC informaba de que el cardenal Ignacio Antonio Velasco García, arzobispo de Caracas, rechazó una invitación para hablar con Chávez en el palacio presidencial. El cardenal afirmó que resultaba imposible mantener conversaciones en la actual situación. “Cada día ponemos la otra mejilla”, dijo. “No tengo más mejillas porque cada día hay un nuevo insulto”.

Chávez está también intentando dividir a la Iglesia y emplear los sentimientos religiosos a su favor. Durante su mitin del 23 de enero, se organizó y celebró una misa por un pequeño grupo de sacerdotes que respaldan al presidente. Tras el evento, el cardenal Velasco hizo una declaración con sus obispos auxiliares.

El comunicado condenaba el intento de usar las ceremonias religiosas para manipular a la opinión pública y perseguir fines políticos. La declaración hacía notar que los sacerdotes que se habían prestado para este acto no representaban ni a la Iglesia ni a la inmensa mayoría de los católicos de Venezuela.

En los últimos días, la presión económica y política ha aumentado. El jueves día 7, el Secretario de Estado norteamericano Colin L. Powell, en una declaración ante el Comité de Senado para Relaciones Exteriores, criticó al presidente venezolano, expresando su preocupación sobre sus puntos de vista sobre democracia y guerra al terrorismo.

Powell hizo algunos comentarios cuando se le preguntó sobre las acusaciones de que Venezuela está apoyando las guerrillas izquierdistas de la vecina Colombia, según informaba Reuters. “Estamos preocupados con algunas acciones del presidente venezolano Chávez y su entendimiento de lo que es un sistema democrático”, afirmó Powell.

Cuatro periodistas venezolanos presentaron hace dos semanas un vídeo que mostraba a oficiales del ejército venezolano encontrándose con miembros de las guerrillas colombianas de las FARC, en julio del 2000. Según ellos, esto demostraba que el gobierno de Chávez estaba colaborando con los rebeldes.

El jueves día 7, el Financial Times informaba de que aumentan los rumores de que Chávez intentará contener el incremento en la demanda de dólares, que está presionando a la moneda local, y pronto se agotarán las reservas de divisas.

Las reservas del Banco Central han perdido 3.200 millones de dólares, el 23%, en los dos últimos meses, hasta los 10.500 millones de dólares, como resultado de las tensiones políticas y los temores, de los bancos y el público, de que el gobierno esté considerando imponer controles en el cambio, o un
a devaluación de la moneda local, el bolívar.

Como respuesta a las críticas de Powell, Chávez declaró que él cree en la democracia, no es un comunista, y no respalda el terrorismo, según informó Reuters el 7 de febrero. En lo que Reuters denominó “un discurso conciliador inusual”, el miércoles 6 de febrero, el presidente incluso entregó una rama de olivo a sus opositores, pidiéndoles que le ayuden a “envainar su espada” y poner fin a la confrontación sobre las reformas económicas impugnadas.

Queda por ver si el discurso de Chávez representa un cambio de corazón, o simplemente una maniobra táctica.

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ZENIT Staff

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