NUEVA YORK, 22 febrero 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- La directora del Centro para la Libertad Religiosa de Washington, Nina Shea, comenta el viaje del presidente Bush a China y su invitación al Gobierno chino para que entable relaciones directas con el Vaticano.
«La invitación de Bush a Jiang Zemin a escuchar el llamamiento del Vaticano y liberar a los obispos católicos presos en las cárceles chinas tiene un valor político innegable, pero Estados Unidos tiene muy poco poder frente a China para poder imponer el respeto a los derechos humanos», opina Shea.
–¿Qué le hace creer que las autoridades chinas no se dejarán impresionar por las palabras de Bush?
–Nina Shea: El simple hecho de que Estados Unidos no tiene ningún modo de sancionar a China en caso de que no respete los derechos humanos. Teníamos una carta que jugar, la del comercio internacional, y la hemos tirado prematuramente. Cuando Clinton promovió China al status permanente de nación favorecida en los intercambios comerciales, en 2000, se le quitó al Congreso el arma del examen anual de los derechos humanos en el país, del que en el pasado dependían las relaciones comerciales con China. Ahora todo lo que Estados Unidos puede hacer es hablar.
–¿Palabras inútiles?
–Nina Shea: No, es importante que se siga hablando, que las autoridades chinas sepan lo que se espera de un país que aspira a ser tratado de igual a igual por las potencias económicas mundiales. Tenemos, de hecho, pruebas de que los líderes chinos quedaron impresionados por el empeño por los derechos humanos de Bush expresado en el mitin de Shanghai el pasado octubre. Pero es frustrante ver que muchos países, como Estados Unidos pero también en Europa, hayan ya comenzado a tratar a China como un miembro de derecho de la comunidad internacional, antes de apreciar progresos en el respeto de los derechos humanos y de la libertad de religión.
–¿No piensa que el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) puede servir para que sus políticas acaparen la atención de la comunidad internacional?
–Nina Shea: Desde muchas partes se ha dicho que aceptar a China en la OMC, así como dar a Pekín las Olimpíadas de 2008, habría tenido un efecto humanizador en el país. Pero no ha sido así. Nuestro último informe sobre la libertad religiosa en China, emitido hace unos días, revela de modo inequívoco que las cosas han empeorado. En los últimos meses, el Estado ha intensificado la persecución de las religiones que no puede controlar.
–¿Se espera que China haga algún gesto de apertura tras la visita de Bush? Por ejemplo, ¿podría dar señales de tolerancia religiosa al resto del mundo?
–Nina Shea: Quizá, pero aunque liberase a algunos de los muchísimos lideres religiosos detenidos, algunos de los cuales se encuentran en el pasillo de la muerte con la acusación de amenaza a la seguridad nacional, otros enseguida irían a ocupar su puesto. Es como si las cárceles chinas tuvieran puertas giratorias. La cosa no cambiarán verdaderamente hasta que el Estado chino no deje de arrogarse el derecho de determinar la doctrina, definir la ortodoxia religiosa y de nombrar a los líderes religiosos, en directa violación de los mandatos internacionales para el respeto de los derechos humanos que ha firmado.