CIUDAD DEL VATICANO, 10 marzo 2002 (ZENIT.org).- La fe en Cristo transforma condiciones políticas, económicas y sociales corruptas, aseguró Juan Pablo II este domingo.
Al dirigir la oración mariana del «Angelus», el pontífice aseguró que Jesús «da a quien le acoge la luz de la fe, luz capaz de transformar los corazones y, por consiguiente, las mentalidades, las situaciones sociales, políticas, económicas dominadas por el pecado».
Las diez mil personas que le escuchaban desde la plaza de San Pedro respondieron con aplausos particularmente largos con los que querían alentarle en estos momentos en que avanza su recuperación de la artrosis en la rodilla derecha.
El Santo Padre, que como de costumbre hablaba desde la ventana de su biblioteca, dedicó su intervención a meditar sobre el pasaje evangélico de la curación del ciego de nacimiento, en el que reflexionaron cientos de millones católicos en la liturgia dominical.
«El ciego de nacimiento representa al hombre marcado por el pecado, que desea conocer la verdad sobre sí mismo y sobre su propio destino, pero no lo logra porque se lo impide una afección congénita», explicó el Papa.
«Sólo Jesús puede sanarle –añadió–: Él es «la luz del mundo». Confiando en Él, todo ser humano espiritualmente ciego desde el nacimiento tiene la posibilidad de «volver a la luz», es decir, de nacer a la vida sobrenatural».
Recordando la actitud de los fariseos, que reprochaban a Jesús la realización del milagro en sábado, el Papa Wojtyla añadió: «Para quien se encuentra con Jesús no hay un tercer camino: o se reconoce la necesidad de Él y de su luz, o se decide prescindir de Él».
«Una misma presunción impide tanto al que se considera justo ante Dios como al ateo abrirse a la conversión auténtica», constató.
«¡Que nadie, queridos hermanos y hermanas, cierre su espíritu a Cristo!», concluyó.