CIUDAD DEL VATICANO, 19 marzo 2002 (ZENIT.org).- ¿Cómo transmitir el Evangelio en las culturas de hoy? Esta es la pregunta a la que respondieron del 14 al 16 de marzo cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos e intelectuales de los cinco continentes en Roma.
Era el interrogante fundamental que planteaba la asamblea del Consejo Pontificio para la Cultura, institución presidida por el cardenal francés Paul Poupard, que el 20 de mayo celebrará los veinte años de vida.
En el encuentro, el cardenal Poupard reconoció que, si bien el ateísmo de Estado sigue «reinando» sobe más de mil millones de personas en China, tras la caída de la Unión Soviética, la «no creencia» estructural ha dejado paso a la indiferencia que caracteriza a buena parte de las culturas dominantes.
«Esto provoca que países de antigua cultura cristiana, como Italia, Francia u otros países occidentales –reconoció el purpurado al explicar a «Radio Vaticano» su intervención ante la asamblea–, vivan hoy en una situación del así llamado pluralismo cultural y religioso»,
«Además –añadió–, algunos gobernantes creen que pueden prescindir del elemento religioso, diciendo que son portavoces de los pueblos por los que han sido elegidos democráticamente».
Esta situación, reconoció el purpurado francés, es particularmente preocupante en Europa: «Estamos en una fase en la que algunos afirman hablar en nombre del pueblo, pero habría que verificar qué es lo que piensa el pueblo».
Aclaró que en los pueblos que no proceden de una tradición cristiana, el desafío se plantea obviamente de manera muy diferente: «tenemos que reflexionar seriamente sobre la fe, que siempre es expresada en las culturas, pero que no debe ser confundida con una cultura específica, pues pertenece a otro orden».
En la asamblea, el cardenal Joseph Ratzinger, afrontó el argumento de la transmisión de la fe en el corazón de las culturas como misión de la Iglesia.
Este desafío, explicó el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tiene dos dimensiones, la evangelización de las culturas y la inculturación del Evangelio.
A continuación, se abrió un debate sobre los desafíos de la globalización y de la diversidad cultural que ante el pluralismo genera con frecuencia escepticismo. El debate fue introducido por el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, y el Christian Wiyghan Tumi, arzobispo de Garoua, Camerún.
El contenido del mensaje evangélico y la necesidad de testigos fue afrontada por el cardenal Aloysius Matthew Ambrozic, arzobispo de Toronto (Canadá), que acogerá en julio las Jornadas Mundiales de la Juventud, así como por el cardenal José da Cruz Policarpo, patriarca de Lisboa.
Se pasó así a tratar el tema de los «agentes de transmisión», es decir, las familias, las escuelas, las instituciones, las parroquias, los centros culturales católicos. El tema fue confiado a monseñor (no es obispo) Joseph Vu Duy Thong de Vietnam y a monseñor Rosendo Huesca Pacheco, arzobispo de Puebla de los Ángeles (México).
La reflexión sobre la construcción del Reino de Dios, bajo la influencia del Espíritu Santo, fue el tema asignado a los cardenales Carlo María Martini, arzobispo de Milán, e Ivan Dias, arzobispo de Bombay.
Se discutió también sobre el lenguaje, la piedad popular, el arte y la liturgia, presentado por el cardenal Cláudio Hummes, arzobispo de Sao Paulo y por monseñor Anselme Titianma Sanon, arzobispo de Bobo-Diaoulasso, en el corazón del África negra.
Las cuestiones que plantean los medios de comunicación, en este sentido, en particular las nuevas tecnologías, fueron tocadas por monseñor William B. Friend, obispo de Shreveport (Estados Unidos) y por Francis Xavier Kaname Shimamoto, arzobispo de Nagasaki.