Ucrania: Tras el renacimiento, ordenados los primeros 5 sacerdotes

Creación de dos nuevas diócesis católicas en el país

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ROMA, 7 mayo 2002 (ZENIT.orgAvvenire).- Poco a poco la Iglesia de Ucrania se recupera de los efectos de medio siglo de dominación totalitaria. El sábado fueron ordenados en Kiev los primeros cinco sacerdotes católicos de esta nueva época.

Valera Vaculienco, Oleg Sarkatov, Andrej Kovalevskij, Jan Piscyk y Victor Simon, los nuevos sacerdotes, son todos de la región de la capital de Ucrania, donde las autoridades soviéticas se esforzaron con más intensidad por cancelar toda señal de tradición nacional, empezando por la fortísima herencia religiosa.

Los cinco nuevos sacerdotes son hijos de la «nueva esperanza», que como dijo Juan Pablo II en su visita apostólica de junio pasado a Kiev, «ha surgido en los dos últimos decenios».

El seminario de Vorsel, en el que han estudiado, ha surgido tras más de seis años de trabajo, al que han prestado sus brazos los mismos jóvenes para reformar una antigua casa de los «pioneros», la organización juvenil de la Unión Soviética.

Inaugurado en la Epifanía de 1996, el seminario está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. El año pasado, tuvieron lugar las ordenaciones de los primeros diáconos, entre ellos los cinco ordenados el sábado pasado. Actualmente estudian 34 seminaristas.

Las ordenaciones son el signo del crecimiento que la Iglesia ucraniana de los dos ritos (greco-bizantino, el numéricamente más relevante, y latino) está experimentando desde hace veinte años, gracias también a la ayuda de muchas conferencias episcopales de Occidente.

No es casualidad que, justamente cuando se ordenaban en Kiev los nuevos sacerdotes, la Santa sede anunciara la erección en aquella nación de dos nuevas diócesis, de rito latino, que se añaden a las catorce ya existentes.

Las dos nuevas diócesis son: Kharkiv-Zaporizhia, erigida con territorio desmembrado de las diócesis de Kyiv-Zhytomir y Kamyanets-Podilskyi; y Odessa-Simferopol, cuyo territorio ha sido desmembrado también de la diócesis de Kamyanets-Podilskyi.

El punto doloroso de esta recuperación es la relación con el patriarcado ortodoxo de Moscú, que concibe estas tierras como territorio canónico ruso, es decir, como tierra en la que los cristianos deben ser ortodoxos.

Los católicos de rito greco-bizantino de Ucrania occidental, que entre 1989 y 1990 salieron de las catacumbas, han pedido la restitución de los bienes confiscados por los comunistas y entregados por la fuerza a la Iglesia ortodoxa rusa.

Estas dificultades de relación entre católicos y ortodoxos se complican a causa de la división interior que sufre la Iglesia ortodoxa en Ucrania en tres ramas, de las que una sola permanece fiel a Moscú.

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ZENIT Staff

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