CIUDAD DEL VATICANO, 13 octubre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió este domingo que todos los cristianos –incluidos los católicos– hagan un profundo examen de conciencia para preguntarse si no han detenido o detienen el camino hacia la unidad plena, rota por los cismas.
El pontífice presentó su apremiante exhortación ante el patriarca Teoctist de la Iglesia ortodoxa de Rumanía, quien concluyó con la participación en la celebración eucarística presidida por el Papa la visita de una semana que ha realizado a Roma.
Ortodoxos y católicos se encuentran divididos desde que tuviera lugar el Cisma de Oriente en julio de 1054, en el que se intercambiaron excomuniones el Papa León IX y el patriarca de Constantinopla Miguel el Cerulario. Las excomuniones fueron levantadas en 1965, pero ortodoxos y católicos no han encontrado todavía la unidad plena.
«Por medio del Bautismo formamos parte del único Cuerpo de Cristo –constató el pontífice en la homilía que pronunció después del discurso del líder ortodoxo rumano–. Pero, por desgracia, ¿no hemos rechazado alguna vez esta invitación?»
«¿No hemos rasgado quizá la túnica sin costura del Señor, alejándonos los unos de los otros?», siguió preguntando el Papa, y aseguró: «Sí, nuestra recíproca división es contraria a su voluntad».
«Para alcanzar la plena comunión, debemos superar con valentía nuestras perezas y pequeñeces de corazón. Tenemos que cultivar la espiritualidad de la comunión, que es capacidad para experimentar al hermano en la fe como alguien que me pertenece», afirmó.
«Debemos alimentar incesantemente la pasión por la Unidad», exhortó.
El patriarca, que antes había pronunciado a su vez una homilía bajo la cúpula de Miguel Ángel, había repetido palabras muy similares: «La división, el alejamiento, el aislamiento de los cristianos entre sí no son formas de testimonio de Cristo, quien rezó para que todos sean una sola cosa».
«La crisis espiritual de nuestro tiempo, requiere que redescubramos el nexo entre penitencia y conversión o regreso a Cristo, manso y compasivo, por una parte, y la reconstrucción de la comunión entre las Iglesia, por otra», dijo Su Beatitud Teoctist.
«La secularización contemporánea va acompañada por una fragmentación y un empobrecimiento de la vida interior espiritual del hombre. De este modo, la secularización empobrece todavía más la comunión espiritual entre los cristianos. Por ello, tenemos que unir juntos hoy la búsqueda de la santidad de la vida cristiana con la realización de la unidad cristiana», aclaró.
La Iglesia ortodoxa de Rumanía es histórico puente entre católicos y ortodoxos. Es el único país latino que pasó a formar parte del área ortodoxa tras el gran cisma. La etimología de su mismo nombre denota la nostalgia de su pasado ligado a Roma.
No es casualidad, por tanto, que Rumanía haya sido el primer país visitado por un Papa, en mayo de 1999. La visita de Teoctist a Roma buscaba agradecer aquel viaje pontificio.
Juan Pablo II, en sus palabras de respuesta al patriarca, recordó: «La Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas, al celebrar según sus respectivas tradiciones la auténtica Eucaristía, viven ya desde ahora en una comunión profunda, si bien todavía no es plena».
«¡Que llegue cuanto antes el día bendito en el que podamos verdaderamente vivir en plenitud nuestra perfecta comunión»», deseó el obispo de Roma.
El patriarca y el Papa pudieron compartir la Liturgia de la Palabra, y profesaron incluso juntos el Credo niceno-constantinopolitano, en rumano, según la fórmula litúrgica de las Iglesias bizantinas, demostrando que el problema teológico fundamental del cisma entre las dos Iglesias ha sido superado.
Ahora bien, dado que la unidad plena no ha sido alcanzada entre ortodoxos y católicos, los dos líderes se separaron cuando llegó el momento de la Liturgia Eucarística.
En el saludo de la paz, previsto por la Liturgia, el obispo de Roma y el de Bucarest se abrazaron. Al final de la misa, juntos bendijeron significativamente a la asamblea.