NUEVA YORK, 8 noviembre 2002 (ZENIT.org).- La comunidad internacional debe ayudar a palestinos e israelíes a poner fin a la espiral de violencia que ensangrienta Oriente Medio, ha afirmado la Santa Sede ante las Naciones Unidas.
La petición fue presentada este martes por el arzobispo Renato R. Martino, hasta hace poco observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, al intervenir ante la Asamblea General reunida para tratar sobre el trabajo desarrollado por la Agencia de la ONU para los prófugos palestinos.
«Incumbe a los dos pueblos, asistidos por la comunidad internacional, encaminarse de nuevo por el camino de la sincera negociación –declaró monseñor Martino, a quien Juan Pablo II ha nombrado presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz–, de manera que este asunto se dirija adecuadamente y se produzcan acuerdos de resolución».
Además subrayó que «la masiva aplicación de la violencia ha fracasado de manera deplorable» y que ha incrementado los sufrimientos tanto de israelíes como de palestinos.
El prelado recordó entonces las palabras de Juan Pablo II en el Ángelus del 11 de agosto pasado, cuando dijo: «Ni la violencia, ni los muros, ni la venganza conducirán a una solución justa del conflicto».
«Mi delegación desea aprovechar esta oportunidad para recordar que en otro tiempo en la región hubo una voz de reconciliación y paz», dijo también Renato Martino aludiendo al pensamiento del primer ministro asesinado Yitzhak Rabin, quien hablaba así a los palestinos: «Estamos destinados a vivir juntos, en el mismo suelo y en la misma tierra».
El observador del Vaticano ante la ONU señaló igualmente el empeño de la Santa Sede, mediante la Misión Pontificia para Palestina, para aliviar el sufrimiento de los desplazados en los campos de refugiados.
Se trata de un compromiso que se concretiza a través de múltiples actividades orientadas a proporcionar educación escolar, trabajo y asistencia médica a las personas más necesitadas.
Finalmente, Monseñor Martino dirigió su atención a la Ciudad Santa de Jerusalén. «La Santa Sede –dijo– renueva su llamada constante para que la comunidad internacional garantice la libertad de religión de sus habitantes, a fin de proteger el carácter especial de la Ciudad y de los lugares sagrados para judíos, cristianos y musulmanes».
«Los niveles actuales de violencia han alejado a los peregrinos de Tierra Santa, circunstancia que ha ocasionado serias dificultades económicas para todos los habitantes de la región», afirmó.
«Incluso los fieles locales ya no tienen acceso a sus lugares de culto en los días señalados para la oración», concluyó.