Los obispos colombianos en zonas violentas continúan su labor

«Todos los colombianos somos vulnerables», dice uno de ellos

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BOGOTÁ, 14 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Los obispos que trabajan en zonas violentas están dispuestos a seguir con sus labores evangelizadoras y de facilitación entre los actores armados, a pesar de atentados, amenazas y secuestros.

Así lo hicieron saber varios obispos que integran la Comisión Episcopal de Pastoral Social, reunida el martes en Bogotá, quienes aseguraron que continuarán su trabajo sin prepotencia, pero con la libertad que les da el Espíritu de Dios, recoge «El Tiempo» de Colombia.

El reciente secuestro de monseñor Jiménez –obispo de la ciudad de Zipaquirá, a 40 kilómetros de Bogotá, y presidente del CELAM– y del sacerdote Desiderio Orjuela, párroco de Pacho (Cundinamarca), ocurrido cuando se dirigían a celebrar unas confirmaciones de jóvenes, ha vuelto a poner de manifiesto el peligro que corren a diario obispos, sacerdotes y misioneros en el ejercicio de su labor en Colombia.

El ejército atribuye la acción a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), en cuyas manos se encuentran retenidos los dos desde el pasado lunes.

«Sé que no debo pedirle permiso a nadie para visitar a las comunidades. Mi obligación es luchar para exigir el respeto a sus derechos y a la construcción de un proyecto de vida sin que otros, por el simple hecho de estar armados, traten de imponérselo», afirmó el obispo de Apartadó (Antioquia), Germán García Isaza.

En la misma línea está el obispo de Istmina (Chocó), Alonso Llano Ruiz, quien tampoco renunciará a realizar una labor facilitadora y de diálogo, siempre que sea en beneficio del pueblo.

«Nosotros no tendremos miedo de visitar los 800 caseríos, ni de caminar por la selva. De pronto tenemos que dar la vida en cumplimiento de nuestra labor», declaró el prelado.

El obispo de Barrancabermeja (Santander), Jaime Prieto, aseguró que, con o sin presiones, está dispuesto a llegar a todas partes con el mismo mensaje evangelizador y con las labores de facilitación con los grupos armados.

En cuanto a las medidas de seguridad aplicadas por el gobierno para proteger a los miembros de la Iglesia, los obispos coinciden en que por más guardaespaldas que les asignen, siempre estarán en riesgo por su misión.

«A todos nos han brindado seguridad, pero en esta situación de conflicto, todos los colombianos somos vulnerables», constató el obispo de San Vicente del Caguán, Francisco Javier Múnera.

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ZENIT Staff

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