Las piedras en el camino del diálogo entre musulmanes y cristianos

Habla un experto en la materia, el padre Maurice Borrmans

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ROMA, 24 noviembre 2002 (ZENIT.orgAVVENIRE).- El diálogo entre musulmanes y cristianos transcurre entre recelos y pequeños avances, aunque se habla de bloqueo desde el 11 de septiembre, constata uno de los máximos expertos en la materia.

En cualquier caso, requiere más que nunca personas preparadas para entender a los musulmanes, afirma en esta entrevista el padre Maurice Borrmans, misionero durante veinte años en el mundo árabe, quien durante largo tiempo ha sido consultor del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.

Actualmente imparte Derecho Islámico y Espiritualidad Musulmana en el Pontificio Instituto de Estudios Árabes y dirige la revista «Islamochristiana», que reúne contribuciones de estudiosos cristianos y musulmanes.
–¿Cómo valora hoy la situación del diálogo entre cristianos y musulmanes? ¿Hay dificultades?

–Padre Maurice Borrmans: Desde 1964, o sea, desde «Nostra Aetate», el diálogo islamo-cristiano ha conocido bastantes resultados positivos. La primera dificultad con la que nos encontramos hoy procede de una cierta desviación cultural, política y religiosa. Se asiste en todas partes a lo que Mohamed Arkoun llama una «sobredeterminación política de lo religioso». Esta compleja relación entre religión y Estado influencia profundamente el diálogo intercultural e interreligioso.

–En otros términos, ¿todo diálogo de dimensión religiosa tiene necesariamente implicaciones políticas?

–Padre Maurice Borrmans: En realidad, estudiando de cerca la historia de los musulmanes se observa que siempre hubo una sutil distinción entre los que detentan el poder político y los jefes religiosos, combinación de poderes sin confusión. En muchos musulmanes, sin embargo, aún está presente el ideal de un Estado islámico que promueva, transmita, interprete y organice el Islam. El período de Medina se convierte en punto de referencia, cuando el profeta Mahoma se transforma en hombre político y jefe militar.

En los umbrales de los tiempos modernos se creyó que el Islam era únicamente un hecho religioso. Enseguida se reveló también un hecho político. No olvidemos que también en el mundo cristiano se requirió tiempo para acoger una modernidad que ponía en discusión las formas tradicionales de expresión de la fe, del culto, de la moral y de la vida, y para reconocer la posibilidad de una purificación de la fe de las personas y de la misión de las instituciones religiosas.

Del lado musulmán, las cosas se revelan más complicadas, puesto que la modernidad les llegó «de fuera», particularmente desde el occidente cristiano. Así como la Iglesia católica con el Vaticano II pudo precisar qué entendía por evangelizar, así se interrogan hoy los musulmanes para entender qué quiere decir islamizar.

–¿Cómo ven los musulmanes a los cristianos comprometidos en el diálogo interreligioso

–Padre Maurice Borrmans: Hay bastantes recelos por ambas partes. Las revistas musulmanas no se muestran afectuosas hacia las misiones cristianas, y las publicaciones cristianas se preocupan por la marcha de la «da’wa» (misión) musulmana en todos los países y por la construcción de las mezquitas en Europa. Esencialmente, no se puede olvidar que muchos musulmanes hacen aún de la polémica anticristiana una de las formas de encuentro con el «pueblo del libro», y que la invitación al diálogo o incluso la acción humanitaria cristiana les parece a bastantes musulmanes una táctica astuta para hacer avanzar la misión.

–¿Hay otros frenos al diálogo

–Padre Maurice Borrmans: Los cristianos disponen de estructuras que comprometen la responsabilidad colectiva. Los musulmanes casi no tienen instancias representativas. A menudo se comprometen en el diálogo sólo ellos mismos. Por otro lado, los cristianos han llevado a cabo un esfuerzo notable (reconocido por el resto de los musulmanes) para conocer el pensamiento musulmán a través de libros y medios de comunicación. Las fuentes del Islam, (Corán y Sunna) y los clásicos del pensamiento religioso han sido traducidos a los principales idiomas europeos.

Es obligado constatar, sin embargo, que los textos fundamentales del pensamiento cristiano casi no están traducidos al árabe, y que los libros de los pensadores musulmanes que hablan de Jesucristo fueron escritos en Egipto entre 1945 y 1954, esto es, en un período aún democrático. Desde entonces, las dificultades del desarrollo económico y de la expresión democrática, así como el conflicto israelo-palestino, han hecho el diálogo más precario y más rebatido.

–En esta realidad, ¿qué espacio queda para el diálogo?

–Padre Maurice Borrmans: Responder a nuestras iniciativas de diálogo y comenzar a su vez es una cuestión de honor para las autoridades musulmanas, ya se trate de El Cairo (Al-Azhar), de Túnez o de Beirut. Desde hace treinta años se asiste a la multiplicación de los coloquios y de las conferencias interreligiosas que casi siempre, sin embargo, concluyen sólo con buenas intenciones. ¡Cuántas veces se ha hablado de revisar los manuales escolares, cambiando el modo de ver la otra religión! Se ha hecho alguna pequeña modificación por nuestra parte, y casi nada por parte musulmana.

–¿Cree que la situación ha empeorado después del 11 de septiembre?

–Padre Maurice Borrmans: Ya la guerra del Golfo ralentizó indudablemente el esfuerzo del diálogo. Los intelectuales más abiertos fueron acusados en sus países de ser demasiado favorables al Occidente llamado «cristiano». Con el 11 de septiembre se puede hablar de bloqueo, aunque el mundo árabe se dio cuenta de que la Santa Sede no apoyaba las reacciones norteamericanas.

Sobre la cuestión de la guerra y de la paz hay que reconocer que los pensadores musulmanes están divididos. Es cierto que hay distintas lecturas posibles del Corán, desde la que exalta los valores de la paz y de la justicia hasta la que evidencia sobre todo los aspectos de lucha y de afirmación. Por otro lado, ¿no ocurre lo mismo con algunos textos del Antiguo Testamento?

–¿Cuál es, en su opinión, el nuevo desafío del Islam?

–Padre Maurice Borrmans: Hoy más que nunca el Islam se piensa, se vive, se organiza y se transmite bajo las formas más diversas. Más allá de la variedad de las interpretaciones y de las prácticas, los musulmanes conservan la convicción profunda de pertenecer a la mejor comunidad que Dios haya creado jamás sobre la tierra (Corán, 3. 110). Los medios de comunicación y de información modernos, la existencia de una tupida red de instituciones culturales, religiosas y humanitarias, así como la participación creciente en la peregrinación a la Meca, refuerzan la esperanza de que se pueda alcanzar finalmente la unidad.

El Islam contemporáneo intenta demostrar que puede ser una tercera vía equilibrada entre los excesos del socialismo y los del capitalismo, conjugando de la mejor manera los derechos de Dios y los que son concedidos al hombre. Este es el desafío que el Islam dirige al mundo, y en particular a los cristianos.

–¿Nunca se ha dejado vencer por el pesimismo?

–Padre Maurice Borrmans: En el diálogo no se elige a la otra parte. Hay que aceptarla como es. El diálogo islamo-cristiano tiene el deber de acometer lo imposible y de aceptar lo precario. Precisamente cuando la otra parte se endurece, emprendemos nuevas iniciativas: un comité interreligioso agrupa asociaciones caritativas musulmanas y católicas; desde hace tres años, la universidad de El Cairo (Al-Azhar) ha instituido un secretariado para el diálogo con las religiones monoteístas, cosa que significa que, para la universidad islámica más importante, el catolicismo es monoteísta: he aquí una cuestión que ya no plantea discus
ión. Por otro lado, los viajes de Juan Pablo II a los países árabes han impactado a la opinión pública musulmana. En El Cairo, en febrero del 2000, la televisión estatal transmitió la Santa Misa desde el principio hasta el final. Lo mismo ocurrió en Damasco en mayo del 2001.

–¿Cómo dialogar con los musulmanes?

–Padre Maurice Borrmans: Massignon decía que, para entender al otro, hay que ser su huésped. De aquí la importancia de aprender, estudiar, escuchar. Hoy más que nunca necesitamos personas preparadas para entender a los musulmanes. En nuestras sociedades globalizadas ya no podemos predicar una catequesis que no contemple la experiencia religiosa de los otros. El diálogo, en cuanto tal, comporta el compromiso valeroso del encuentro con el otro, aunque este último se muestre exigente: hay musulmanes que buscan la amistad de los cristianos porque intuyen una realidad inaprensible de la que los discípulos de Jesús deberían saber hablar cuando les planteen cuestiones esenciales sobre el misterio de Dios, el devenir del hombre y el sentido de la muerte. ¿No se trata, tal vez, de los ejes principales de todo diálogo auténtico entre creyentes sinceros?

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ZENIT Staff

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