Fallece monseñor Boza, obispo auxiliar de La Habana, expulsado de Cuba

LA HABANA, 19 marzo 2003 (ZENIT.org).- La Iglesia católica en Cuba ha expresado su dolor por el fallecimiento de monseñor Eduardo Boza Masvidal, obispo auxiliar de esta capital a inicios de los años sesenta, expulsado de la isla por el gobierno.

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«Mientras ora al Padre Eterno por el descanso del Obispo Boza Masvidal, la Iglesia en Cuba manifiesta eterno agradecimiento al ilustre pastor por su entrega generosa y sencilla en la evangelización de los cubanos», afirma en un comunicado Orlando Márquez, portavoz de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

Monseñor Emilio Aranguren, obispo de Cienfuegos y secretario general de la Conferencia episcopal, viajará a Los Teques para participar en las honras fúnebres.

El portavoz episcopal recuerda que el prelado desempeñó su labor sacerdotal en la parroquia de la Caridad de La Habana donde realizó un apostolado de «especial predilección por los pobres, manifestado en el ejercicio de la caridad y sustentado en una sólida fe».

«Sus servicios a la Iglesia y a los cubanos se incrementaron al ser nombrado rector de la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Villanueva y al ser designado por el Papa Juan XXIII, en marzo de 1960, Obispo Auxiliar de La Habana, manteniendo su ministerio en la Parroquia de la Caridad», recuerda Márquez.

«En septiembre de 1961 –añade–, momento crítico de las relaciones Iglesia-Estado, monseñor Eduardo Boza Masvidal, junto a otros 130 sacerdotes, fue expulsado de Cuba. Aunque lejos de su patria, se mantuvo siempre acompañando espiritualmente a los cubanos emigrados, y a los fieles de Los Teques desde su llegada a esa Diócesis».

«Monseñor Boza conservó siempre una especial cercanía con Cuba, su Iglesia y sus Obispos. En 1994 viajó a Roma para festejar, junto a otros cubanos, la elección del arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, como cardenal de la Iglesia –sigue recordando el comunicado–. Estuvo en Cuba por última vez en enero de 1998, celebrando con los cubanos la visita pastoral del Papa Juan Pablo II».

«La Iglesia en Cuba le recordará como un incansable defensor de la fe y la dignidad de la persona», concluye Márquez.

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ZENIT Staff

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