BUDAPEST, 4 julio 2003 (ZENIT.org).- «Iglesia y gitanos: por una espiritualidad de comunión» es el título del Congreso mundial que del 30 de junio al 7 de julio se celebra en Budapest por iniciativa del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
El encuentro, en el que participan 170 representantes de varias conferencias episcopales así como varios cientos de católicos gitanos, busca hacer un balance sobre la vida cristiana e integración de los 18 millones de «hijos del viento» –como suelen ser conocidos los gitanos– que viven sobre todo en Europa y de una cifra similar que, según algunos cálculos, reside en la India.
En un mensaje enviado por Juan Pablo II con este motivo al arzobispo japonés Stephen Fumio Hamao, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, organismo vaticano que se encarga de la atención pastoral de estas personas nómadas, aplaude la elección de la «espiritualidad de comunión» como tema del encuentro.
Con este objetivo, se expresa la atención, la comprensión y la solidaridad de la Iglesia hacia este pueblo, rechazando toda tentación egoísta de desconfianza e indiferencia, subraya el Santo Padre.
El arzobispo Agostino Marchetto, secretario del mismo Consejo Pontificio, revela que lo que se busca en Budapest es encontrar «modalidades de encuentro recíproco y creativo entre la Iglesia y los gitanos».
«Todavía hoy para muchas personas son una población desconocida y, a causa de su diversidad, son víctimas de discriminación y de rechazo», aclara en declaraciones a Radio Vaticano.
«Al reflexionar sobre el tema de la comunión, buscamos llamar la atención sobre valores como la apertura, la hospitalidad, la convivencia, la fraternidad –añade–. Deseamos, además, dar a conocer la solidaridad y la acogida que la Iglesia ofrece a los gitanos para que se sientan en ella como en su casa».
El arzobispo explica que la cuestión de la comunión plantea preguntas candentes, como las que expresa Juan Pablo II en la carta apostólica «Novo Millennio Ineunte» (documento guía del congreso): «¿Es posible que en nuestro tiempo haya gente que todavía pase hambre? ¿Que permanezca en el analfabetismo? ¿Que le falten las medicinas más básicas? ¿Que no tenga una casa?».
«Por desgracia para muchos gitanos se puede responder que sí –reconoce monseñor Marchetto–: es decir, es posible que mueran de hambre, que sean analfabetos, que no tengan tratamientos médicos».
«Esto nos está llevando en Busdapest a reflexionar sobre algunos argumentos fundamentales sobre el respeto de la dignidad de los gitanos, la tolerancia, y la colaboración en el campo social y político –explica–. Temas como la promoción humana y social de los gitanos, nuevos proyectos educativos en una sociedad intercultural, la tutela de los derechos de los gitanos en el fenómeno migratorio y en los procesos de «integración», el papel de los medios de comunicación en la formación de una cultura de la solidaridad y la tolerancia».
«Por otra parte –dado que derechos y deberes van juntos– estamos afrontando también con los gitanos su papel y obligaciones en la realización de una auténtica comunión social y eclesial», concluye el arzobispo.