ROMA, 24 julio 2003 (ZENIT.org).- Los 172 días que el padre Giuseppe Pierantoni, misionero dehoniano en Filipinas, estuvo en manos de la guerrilla de Abu Sayyaf han dado forma a un libro bajo el titulo «Con Dios y con los guerrilleros islámicos» (Ediciones Dehonianas).
El religioso fue secuestrado el 17 de octubre de 2001 en la misión de Dimataling. Su liberación, el 8 de abril de 2002, se produjo al término de una larga negociación.
Además de la crónica de los hechos, en el volumen aporta una reflexión sobre las razones de la guerra y el significado de la presencia misionera, así como la posibilidad de acercarse más a la fe religiosa musulmana de sus secuestradores.
A través de la experiencia, el rehén se transforma en un testigo, incluso para entender las muchas contradicciones de la guerra, constata el portal de las comunidades religiosas VID.
«Al término de la prisión, antes de la liberación les dije a todos que esperaba volver a verlos –relata el misionero–. A algunos les recordé con una seña o una palabra lo que habíamos conversado en algunas ocasiones y su promesa de buscar una vida distinta, de estudiar, de casarse».
«Los fusiles, las ametralladoras y los “bazookas” que circulan entre los rebeldes son armas de fabricación americana o filipina con licencia americana ¿Quién pudo habérselas suministrado?», cuestiona en el libro.
Lo que más impresionó al padre Pierantoni y le quedó grabado durante los 172 días de prisión fueron las primeras palabras de los guerrilleros: «Padre, perdónanos; te hemos secuestrado sólo para obtener un rescate».
El 23 de diciembre de 2001, durante el rezo del «Angelus», Juan Pablo II hizo un llamamiento a favor de todas las personas que habían sido secuestradas a causa de su fe, mencionando al padre Pierantoni.
«Que la santa Navidad, misterio de bondad y paz, despierte la piedad en el corazón de los secuestradores y los impulse a liberar a esas personas», dijo entonces el Papa.
Abu Sayyaf es el grupo guerrillero más temido de cuantos operan en el sur de Filipinas. Desde su creación en 1991, la historia de Abu Sayyaf se ha escrito con la sangre de sus víctimas, entre ellos turistas y religiosos, aunque las más afortunadas han escapado de sus manos tras pagar importantes rescates.
Ello ha permitido a los guerrilleros disponer de una infraestructura incluso más sofisticada que la del propio Ejército.
Su fundador, Abdurajak Abudakar Janjalani, quien recibió entrenamiento militar en Libia y luchó en la guerra de Afganistán de los años ochenta, murió en 1998 a manos de las fuerzas de seguridad. Desde entonces el grupo cuenta con varios líderes.
Integran las filas de Abu Sayyaf extremistas islámicos; algunos de ellos son antiguos miembros –descontentos– del Frente Moro de Liberación Nacional, que rechazaron la paz que este grupo suscribió con el gobierno filipino en 1996.
Su objetivo es el establecimiento de un Estado islámico independiente en la isla de Basilán, su feudo histórico, y vecina Joló.