TEGUCIGALPA, 10 diciembre 2003 (ZENIT.org).- El presidente del Congreso de Honduras, Porfirio Lobo Sosa, entregó este lunes la condecoración en el Grado de «Gran Cruz Extraordinaria» al cardenal Óscar Andrés Rodríguez, en las bodas de plata de consagración episcopal
La máxima distinción del órgano legislativo de la República se entregó al purpurado por su destacada trayectoria como pastor y por la imagen positiva que ha proyectado tanto dentro del país como en el extranjero.
«Por favor, no se olviden de los pobres», fue la apremiante exhortación que lanzó con pasión el cardenal a los legisladores hondureños al tomar la palabra en la ceremonia.
«Una mirada detenida sobre el mundo nos debe llevar a pensar que la primera gran lucha es contra de la miseria, contra el egoísmo, contra la indiferencia, contra el conformismo –denunció entre aplausos–. Es preciso entenderlo, ¡la pobreza es el mayor enemigo de la paz!».
«Es urgente superar todo tipo de sectarismos para afrontar las tareas ineludibles del bien común y del combate a la pobreza», pidió el cardenal al auditorio, en el que se pudieron ver miembros del Cuerpo Diplomático y representantes de organismos de cooperación internacional.
«He venido para decirles a ustedes la verdad de mi vida –añadió–. No busquemos la verdad donde ella no se encuentra; abramos el Evangelio y allí encontraremos la verdad de las verdades dicha con el amor y la firmeza del Señor Jesucristo : «no olvidéis, queridos míos: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida'»».
En la tarde de ese mismo lunes, solemnidad de la Inmaculada Concepción, junto a las autoridades gubernamentales, la Conferencia Episcopal, sacerdotes y fieles, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez celebró la eucaristía por sus 25 años de Consagración Episcopal.
En la homilía, ante unas 4.000 personas, señaló que «el Papa Juan Pablo II es el más grande ejemplo que he tenido de entrega y sacrificio y que, cuando le mira a él, siento que no tengo ningún permiso para sentirme agotado o cansado por el trabajo».
Al final de la celebración eucarística, el purpurado fue declarado por el alcalde de la capital hondureña como «Hijo predilecto de la ciudad de Tegucigalpa».
Por su parte, el Presidente de la República le entregó la «Orden de Morazán en el grado de Gran Cruz Placa de Oro».
«Realmente no me esperaba tanto, yo soy sólo un hondureño que ama a su patria y que sirve a Dios. Yo nací en Tegucigalpa, la amo y quiero que sea cada vez mejor», reconoció el cardenal al recibir los galardones.
Con motivo de las bodas de plata episcopales, el sábado anterior se había celebrado una jornada juvenil.