SEATTLE, sábado, 6 marzo 2004 (ZENIT.org).- La clonación humana vuelve a los titulares con el anuncio de la clonación de embriones humanos llevada a cabo por científicos coreanos. Su meta ha sido extraer células madre embriónicas para utilizarlas en la investigación médica, informaba el New York Times el 12 de febrero. Los experimentos fueron llevados a cabo por un equipo dirigido por el Dr. Woo Suk Hwang y el Dr. Shin Yong Moon de la Universidad Nacional de Seúl.
Hwang reconocía la naturaleza controvertida de la investigación, pero defendía que era tan importante que debía llevarse a cabo de todos modos, afirmando que como científicos tenían la obligación de seguir adelante con sus experimentos. La investigación ha sido financiada por el gobierno surcoreano.
Los investigadores obtuvieron 242 óvulos de 16 mujeres. De éstos, 176 fueron seleccionados para intentar la clonación. El proceso de clonación dio como resultado 30 blastocitos, de los que se pueden extraer 20 masas internas de células. Uno de éstas creció posteriormente dando como resultado una línea de células madre.
La Iglesia católica en Corea lamentó la decisión de clonar seres humanos, informó el 24 de febrero la agencia vaticana Fides. «Resulta verdaderamente triste que la gente considere la clonación simplemente como una adquisición científica sin pensar en la posible mala utilización del resultado y en la violación de la vida humana», afirmaba monseñor Francis Xavier Ahn Myong-ok, presidente de la Comisión Episcopal de Bioética. «Es triste ver cómo el gobierno, que debería estar en la vanguardia de la defensa de la vida humana, apoya esta investigación».
Semántica científica
Los partidarios de la clonación defendieron sus actuaciones por medio de una redefinición de la misma como «terapéutica», en oposición a reproductiva. Durante una intervención a una convención científica en Seattle, Hwang mismo afirmó que la clonación reproductiva era claramente errónea y debería proscribirse, informó el 13 de febrero la BBC.
No ha faltado fuera de Corea el apoyo a la clonación terapéutica. En un notable cambio de su anterior postura, Ian Wilmut, que dirigió al equipo que clonó la oveja Dolly, afirmó que la clonación de humanos «sería deseable bajo ciertas circunstancias», informó el 19 de febrero el diario británico Independent.
Hace tres años, en una nota publicada en la revista Science, Wilmut había establecido que no lograba ver «ninguna razón ética o moral» para clonar personas. Ahora, Wilmut ha afirmado que creía que la clonación terapéutica podría ofrecer beneficios. Por ello, solicitó una licencia del gobierno para clonar células de personas que sufren de distrofia muscular, para encontrar nuevos tratamientos.
El 15 de febrero, Independent también publicaba un artículo de opinión del genetista Robin Lovell-Badge, que afirmaba que la idea de clonar humanos para fines terapéuticos no le causaba ningún problema.
Lovell-Badge explicaba que había trabajado con células madre embriónicas de ratones durante más de 20 años, y defendía que, puesto que las células madre embriónicas humanas pueden producir probablemente todo tipo de célula en el cuerpo, ofrecen un enorme potencial para terapias basadas en el transplante de células a un paciente.
Admitía que las células madre también se encuentran en el tejido adulto. Pero defendía que, junto con la investigación de células adultas, también tenía sentido investigar las posibilidades de las células madre embriónicas clonadas.
En Estados Unidos, Francis Fukuyama, autor y miembro del Consejo de Bioética del Presidente, daba una aprobación cualificada a la investigación usando embriones humanos en una artículo de opinión del 15 de febrero para el Washington Post. Declarando su oposición a la clonación reproductiva, explicaba: «Mi creencia personal es que los embriones humanos tienen un status moral intermedio: No son equivalentes a los niños, pero tampoco son meros grupos de células que se puedan tratar como cualquier muestra de tejido».
Pedía que se regulara la investigación con embriones, manteniendo: «Podemos hacer uso de ellos para fines médicos, como lo hacemos de cuerpos humanos muertos, pero no deseamos permitir que sea el mercado el único en determina cómo y por qué se utilizan».
Ofensa a la vida
Los críticos, sin embargo, han puesto rápidamente de relieve la falacia de la tan traída distinción entre clonación terapéutica y reproductiva.
Entrevistado por el diario italiano La Stampa, monseñor Elio Sgreccia, vicepresidente de la Pontificia Academia para la Vida, explicaba que en ambos casos se crea un embrión y luego se mata, volviendo la técnica moralmente inaceptable. La trasgresión moral de la clonación terapéutica es tan seria como la hecha para fines reproductivos, afirmaba. Además, la defensa de la vida humana debe ser la prioridad en la investigación médica, afirmaba, en contra de los que hablan de clones de embriones como meras masas de células.
El Dr. Leon Kass, responsable del Consejo de Bioética del Presidente de Estados Unidos, también criticaba los experimentos. En una entrevista publicada el 14 de febrero en el periódico católico italiano Avvenire, Kass advertía que la actual creación y posterior destrucción de embriones abre la puerta a la clonación reproductiva en un futuro cercano. Pedía una prohibición completa de la clonación humana.
Kass calificó de «arbitraria» la decisión de los científicos que dice que la vida humana no existe durante las primeras etapas de desarrollo del embrión, lo que justificaría la destrucción de clones por sus células. La vida humana existe ya en la primera etapa de la existencia del embrión y no debería sacrificarse por la investigación científica, argumentaba.
La Federación Mundial de Asociaciones Médicas Católicas pidió la prohibición total de la clonación de embriones humanos en una declaración con fecha del 19 de febrero. «Es inmoral que se continúe buscando apoyo de la opinión pública para estos proyectos, con la promesa de un tratamiento inmediato para muchas enfermedades crónicas, puesto que no hay certeza de su viabilidad en los años venideros, y puesto que se han saltado cualquier investigación preliminar con animales deliberadamente».
La federación también llamaba la atención sobre las vidas perdidas en el proceso de clonación. «No es aceptable sacrificar deliberadamente la vida de ningún ser humano, incluso para solucionar los problemas de salud de otros seres humanos».
El grupo se mostraba también crítico con los intentos de lograr apoyos para la clonación promoviendo los beneficios para la gente enferma. «Una forma de filantropía que no reconozca el valor intrínseco de los seres humanos, aunque sean pequeños e impotentes como los embriones, no es humana», observaba su declaración.
«Estamos convencidos de que, en vez de ser humanitaria, esta actitud refleja puntos de vista utilitarios, permitiendo la manipulación de la opinión pública, y dando apoyo a áreas de interés económico como la investigación con células madre embriónicas», observaba la federación. La declaración apuntaba que la investigación usando células madre de humanos adultos ya ha producido importantes resultados, pero que este trabajo se está rodeando de silencio debido a intereses económicos.
«Extraños cuentos»
El 15 de febrero en el Independent, Robert Winston, profesor de estudios de fertilidad en el Imperial College de Londres, criticaba los «extraños cuentos que rodean a la clonación». Winston afirmaba que mientras las células madre pueden ser útiles para algunas enfermedades, resulta poco probable que sirvan para otras, como el Alzheimer, contrariamente a los reportajes de los medios. Además, «la tecnología de las células madre hace fre
nte a enormes problemas». Afirmaba que las ponencias presentadas durante un reciente congreso científico en Colorado pusieron de relieve qué difícil parece ser garantizar un tejido puro y sano de células madre.
Además, continuaba, la clonación tiene otros peligros. «Es dudoso que ningún grupo científico en alguna parte del mundo haya producido definitivamente un animal clonado enteramente normal», establecía Winston.
Juan Pablo II, en su mensaje del 20 de febrero con ocasión del décimo aniversario de la Pontificia Academia para la Vida, explicaba que «es necesario sensibilizar cada vez más a los investigadores, especialmente a los del ámbito médico, sobre el beneficioso enriquecimiento que puede surgir de combinar el rigor científico con las exigencias de la antropología y ética cristianas».
Una urgente tarea para los investigadores sobre células madre.