La Santa Sede traza el perfil del obispo de inicios del tercer milenio

Publicación del «Directorio Pastoral para los Obispos – «Apostolorum successores»»

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 9 marzo 2004 (ZENIT.org).- Hombre de «prudencia pastoral», de «enriquecedora humanidad», de «humildad», «castidad», «bondad», «sinceridad», «capacidad de escucha y de diálogo», en definitiva, «un corazón abierto a todos». Esta es la descripción del obispo del siglo XXI, según la Santa Sede.

La presenta el «Directorio Pastoral para los Obispos – «Apostolorum successores»» que acaba de publicar la Congregación vaticana para los Obispos (en estos momentos están haciéndose las traducciones).

Según la presentación, distribuida este martes por la Sala de Prensa de la Santa Sede, el documento responde a la petición del sínodo de obispos de octubre de 2001 que pidió actualizar el «Directorio» que se redactó en 1973.

El «Directorio» incluye, por tanto, la exhortación apostólica «Pastores gregis» de Juan Pablo II dedicada al obispo, publicada en octubre pasado, en el contexto de las celebraciones del vigesimoquinto aniversario de pontificado.

En ella recoge las «proposiciones» que surgieron ese Sínodo que tuvo por tema «El obispo, ministro del Evangelio para la esperanza del mundo».

El texto incluye, además, los documentos magisteriales de las tres últimas décadas, como el Código de Derecho Canónico (1983) y el magisterio de Juan Pablo II, dejando amplio espacio además a los documentos del Concilio Vaticano II.

El «Directorio», de unas trescientas páginas, es fundamentalmente pastoral y práctico. Según la presentación vaticana, «busca ayudar a los obispos a desempeñar su complejo servicio eclesial, en respuesta a las exigencias de la Iglesia y de la sociedad de hoy, al inicio del tercer milenio, caracterizada por nuevos desafíos y problemas, por grandes progresos y repentinos cambios».

«El obispo es un padre que vive para sus hijos y que forma una sola cosa con su Iglesia, con sus sacerdotes, entregándose para formar las conciencias y para hacer crecer en la fe», explica la presentación.

Una de las grandes novedades es el capítulo dedicado a la espiritualidad del obispo en el que presenta como meta «la santidad en la caridad pastoral».

«Se mencionan las virtudes teologales y las dotes humanas que deben sostener al obispo en el ministerio pastoral –aclara la nota vaticana–: la prudencia pastoral, la enriquecedora humanidad, la humildad, la castidad, la bondad, la sinceridad, la capacidad de escucha y de diálogo, un corazón abierto a todos. Nadie queda excluido del corazón del obispo».

Oro de los capítulos, el cuarto, ilustra algunos principios fundamentales que deben guiar el gobierno pastoral del obispo: «el principio de la verdad, de la colaboración, del respeto de las competencias, de la persona adecuada en el lugar adecuado, de la justicia y de la legalidad».

El texto dedica amplio espacio a las tres tareas fundamentales del obispo: «maestro de la fe y anunciador de la Palabra», «santificador del pueblo cristiano», «padre y pastor de la diócesis».

Otras cuestiones afrontadas son la vida de la parroquia, el plan pastoral diocesano, la asistencia a la familia, a los jóvenes, a los emigrantes, a la acción a favor de la justicia y la paz.

Una última novedad queda constituida por el capítulo dedicado al «obispo emérito», en el que se presentan sus derechos y deberes con respecto a la Iglesia universal y a la particular.

El apéndice afronta la cuestión de la «sede vacante» de la diócesis, con indicaciones sobre los procedimientos que deben tener lugar en espera del nombramiento del nuevo obispo.

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ZENIT Staff

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