CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 3 junio 2004 (ZENIT.org).- Horas de oración, una actitud de peregrinación y escasa comitiva y seguridad son señas de identidad de los viajes de Juan Pablo II, además de otros muchos detalles que revela el obispo Renato Boccardo poco antes de la visita apostólica a Suiza el 5 y 6 de junio próximo
Cuando un dignatario público o un artista de «pop» viaja, hasta un centenar de personas pueden llegar a formar el «equipo de preparación» que le precede y se ocupa desde la seguridad hasta las cuestiones alimentarias.
Sólo dos integran en cambio el «equipo» de Juan Pablo II. Uno es monseñor Boccardo, recientemente nombrado secretario del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales y desde hace mucho tiempo organizador de los viajes papales.
En el marco del próximo viaje del Papa a Suiza, Zenit ha entrevistado prelado.
«Cuando voy a hablar con un gobierno para preparar una visita, todos se sorprenden siempre mucho al ver que somos sólo dos personas», afirma el obispo Boccardo. «Preguntan siempre: “¿Cuándo vendrá el grupo para preparar el viaje? ¿No hay un comité?”».
«Les digo que el comité somos nosotros y que volveremos un mes antes del viaje para ultimar los detalles», prosigue.
Otra sorpresa para los gobiernos es el hecho de que el «séquito» del Papa esté formado por no más de treinta personas: cardenales, el secretario de Estado vaticano, el «sustituto», el maestro de ceremonias, algunos sacerdotes de la Secretaría de Estado que ayudan con los idiomas, un médico, los directores de «L’Osservatore Romano», la Oficina de Prensa, Radio Vaticana y seis miembros del personal de seguridad –dos de la guardia suiza y cuatro policías vaticanos— desarmados.
«Esta es otra gran sorpresa para los gobiernos: la seguridad del Papa no lleva armas –subraya monseñor Boccardo--. “¿Qué tipo de seguridad es?”, nos preguntan».
Y es que «el Papa prefiere que la gente más cercana a él no lleve armas. La seguridad es confiada al país anfitrión», explica.
Pero no se trata de simples viajes al extranjero, sino que el Santo Padre considera sus viajes auténticas peregrinaciones: «Cuando viaja tiene la actitud de un peregrino –describe monseñor Boccardo--. En coche o en helicóptero, lleva siempre el rosario en la mano. Es como si sembrara oraciones en el país que visita».
Cuando se encuentra en el avión papal, Juan Pablo II mira con frecuencia por la ventanilla y bendice la tierra que sobrevuela.
Antes de iniciar la actividad cotidiana, el Papa ora durante dos horas. «Durante los viajes, incluso actualmente, el Papa está en oración desde antes de las 6 de la mañana hasta las 8», confirma el prelado.
«Antes había con frecuencia una capilla en la casa en la que nos alojábamos. Ahora buscamos dar con un lugar cerca de su habitación o, cuando es posible, incluso dentro de su habitación», prosigue.
«Su oración personal consiste en el breviario, en la adoración eucarística y en las lecturas de la Misa del día»; de hecho, la extraordinaria fortaleza de Juan Pablo II es justamente esta «profunda intimidad» con Dios, como su «humanidad en los pequeños gestos», afirma el obispo Boccardo.
«Estamos acostumbrados a la imagen oficial del Papa --reconoce--, pero detrás de ella hay una espiritualidad y una humanidad profundas».
«Recuerdo cuando estuvimos en Azerbaiyán, durante una Misa exterior en un estadio cubierto --relata--. En cierto momento, un hombre se levantó y empezó a correr hacia el Papa. Obviamente fue bloqueado por los agentes de seguridad y llevado fuera».
«Sin embargo el Papa me susurró: “Quiero ver a ese hombre”. Se lo dije al jefe de seguridad, quien me respondió: “No es posible. No sabemos de quién se trata. Existe el riesgo de que pueda intentar algo extraño y ya le hemos aislado”», continúa.
«Así que --recuerda-- dije al Papa que el jefe de seguridad pensaba que no era prudente para él ver a ese hombre». «“No, quiero verle de verdad, es importante que le vea”, me dijo el Papa».
«Insistí con la seguridad, y al final de la Misa llevaron a aquel hombre al Papa, quien le saludó y le abrazó. Era un hombre que carecía de casa, tenía mujer e hijos; quería contar al Papa su desesperación y el Papa le acogió», subraya monseñor Boccardo.
De hecho, «el Papa sabe ser muy insistente; hasta el jefe de seguridad tuvo que rendirse a su petición».
La gran capacidad de comunicación del Papa reside también en el hecho de sentirse a sus anchas ante multitudes enormes y en su habilidad para desviarse de las observaciones que haya preparado y bromear con el gentío.
«En Cuba, por ejemplo –relata el obispo Boccardo--, en cierto momento, durante la homilía, la gente empezó a aplaudir y el Papa dijo: “Os agradezco vuestros aplausos, que permiten al Papa recobrar aliento”».
«En otra ocasión, en Manila, durante la Jornada Mundial de la Juventud, había un enorme reflector que iluminaba el escenario, y a cada rato la luz iba y venía: cuando la luz disminuía los jóvenes empezaban a cantar, y cuando volvía, el Papa continuaba hablando. Esto siguió un poco de tiempo y en cierto momento el Papa dijo: “Hmmm, luz, sombra, luz, sombra...”».
De acuerdo con el obispo Boccardo, al principio del pontificado de Juan Pablo II, el deseo del Papa de viajar no fue bien entendido por el Vaticano.
«Sus viajes no eran considerados como una estrategia pastoral», aclara. «Al principio, la interpretación era que un viaje papal era la excepción, y después se volvía a la vida normal», apunta.
«Pienso que para el Papa los viajes nunca han sido una excepción, sino un “continuum” con lo que venía antes y lo que venía después», admite el prelado.
«Era difícil aceptar estos viajes como parte de un proyecto más amplio, pero para el Papa los viajes son una parte normal de las tareas del Papa y él ha marcado una época con esta forma de comunicación», concluye monseñor Renato Boccardo.
ÚLTIMAS NOTICIAS
Jun 03, 2004 00:00