El prelado afirma que «maltratar al embrión es una manifestación de prepotencia inadmisible porque es la primera fase de la vida humana», y califica de «perverso» el uso del término «preembrión» pues supone «dar el trato de cosa a quien ya es uno de los nuestros, un ser humano necesitado más que nunca de protección, de cuidado y de respeto».
Para el arzobispo, «todos hemos sido embriones» y, por ello, «tratarlos como si fueran cosas es una injusticia que nadie puede justificar con los argumentos de la ciencia. La ciencia tiene una cita ética ineludible con el misterio de las fases iniciales de la vida humana, tiene que ponerse al servicio de la vida y de sus leyes y, por lo tanto, no puede progresar contra ella».