CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 16 junio 2004 (ZENIT.org).- En estos momentos, los investigadores tienen los elementos necesarios para hacer una historia de la Inquisición sin caer en prejuicios negativos o en la apologética propagandista, afirma el coordinador del libro «Actas del Simposio Internacional «La Inquisición»».
En el volumen, Agostino Borromeo, historiador, recoge las ponencias del congreso que reunió a finales de octubre de 1998 en el Vaticano a historiadores universalmente reconocidos especializados en estos tribunales eclesiásticos.
«Hoy por hoy –afirmó este martes en una rueda de prensa de presentación del libro el profesor de la Universidad «La Sapienza» de Roma– los historiadores ya no utilizan el tema de la Inquisición como instrumento para defender o atacar a la Iglesia».
A diferencia de lo que antes sucedía, añadió el presidente del Instituto Italiano de Estudios Ibéricos, «el debate se ha trasladado a nivel histórico, con estadística serias».
El experto constató que a la «leyenda negra» creada contra la Inquisición en países protestantes se le opuso una apologética católica propagandista que, en ninguno de los casos, ayudaba a lograr una visión objetiva.
Esto se debe, entre otras cosas, indicó al «gran paso adelante» que supuso la apertura de los archivos secretos de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio), ordenada por Juan Pablo II en 1998, en donde se encuentra una base documental amplísima.
Borromeo ilustró algunos de los datos a los que se llegan al leer las «Actas del Simposio Internacional «La Inquisición»».
La Inquisición en España, afirmó, en referencia al tribunal más conocido, celebró entre 1540 y 1700 44.674 juicios. Los acusados condenados a muerte fueron del 1,8% y de ellos el 1,7% fueron condenados en «contumacia», es decir, no pudieron ser ajusticiados por estar en paradero desconocido y en su lugar se quemaba o ahorcaba a muñecos.
Por lo que se refiere a las famosas «cacerías de brujas», el historiador constató que los tribunales eclesiásticos fueron mucho más indulgentes que los civiles. De los 125.000 procesos de su historia, la Inquisición española condenó a la muerte a 59 «brujas». En Italia, añadió fueron 36 y en Portugal 4.
«Si sumamos estos datos –comentó el historiador– no se llega ni siquiera a un centenar de casos, contra las 50.000 personas condenadas a la hoguera, en su mayoría por los tribunales civiles, en un total de unos cien mil procesos (civiles y eclesiásticos) celebrados en toda Europa durante la edad moderna».
Proporcionalmente, las matanzas de brujas más numerosas tuvieron lugar en Suiza (se quemaron a 4.000 en una población aproximada de un millón de habitantes); Polonia-Lituania (unas 10.000 en una población de 3.400.000); Alemania (25.000 en una población de 16.000.000) y Dinamarca-Noruega (unas 1.350 en una población de 970.000).
Con el término Inquisición, explicó Borromeo se designa al conjunto de tribunales eclesiásticos que por expresa delegación papal tenía jurisdicción para juzgar el delito de herejía.
Los primeros comisarios («inquisitores») fueron creados por el Papa Gregorio IX (1227-1241) con el objetivo de combatir herejías en determinadas regiones.
«Progresivamente, con el pasar el tiempo, el papado dotó a esta institución de una organización propia, de una propia burocracia y de normas propias (especialmente para los procesos) que dieron un rostro específico a la Inquisición», ilustró.
«Particularmente activa en los siglos XIII y XIV para combatir los movimientos heréticos medievales (sobre todo los cátaros y los valdenses), la Inquisición experimentará un descenso en su actividad en el siglo XV», relató.
«Pero experimentará una reanudación en los siglos XVI y XVII con la fundación de los nuevos tribunales de la península ibérica –cuya acción se orientó principalmente contra los pseudo-convertidos del judaísmo y del islam) y con la creación del Santo Oficio romano, concebido en un primer momento como instrumento de lucha contra la difusión del protestantismo».
«Los tribunales fueron suprimidos entre la segunda mitad del siglo XVIII y en las primeras décadas del siglo XIX». «El último tribunal que desapareció fue el español, abolido en 1834».
Juan Pablo II envió un mensaje con motivo de la presentación de las «Actas» del Simposio Internacional sobre la Inquisición en el que subraya la necesidad de que la Iglesia pida perdón por los pecados cometidos por sus hijos a través de la historia.
Al mismo tiempo, aclaraba, «antes de pedir perdón es necesario conocer exactamente los hechos y reconocer las carencias ante las exigencias evangélicas en los casos en que sea así».