CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 20 junio 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Juan Pablo II este domingo antes de rezar a mediodía la oración mariana del Ángelus.
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1. El viernes pasado celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la última de las fiestas litúrgicas que, después del tiempo pascual, constituyen síntesis admirables del misterio cristiano: la Santísima Trinidad, el Cuerpo y la Sangre de Cristo y, precisamente, su Corazón Santísimo, «fuente de vida y de santidad», «paz y reconciliación nuestra» (Letanías del Sagrado Corazón).
Nadie puede conocer a fondo a Jesucristo si no penetra en su Corazón, es decir, en la intimidad de su persona divino-humana (Cf. Pio XII, encíclica «Haurietis aquas»).
2. El misterio del amor misericordioso que se expresa en el Sagrado Corazón de Jesús nos ayuda a vivir mejor la Jornada Mundial del Refugiado que hoy celebramos con el tema: «Encontrar un hogar. Empezando de nuevo en condiciones de seguridad y dignidad». Toda persona tiene necesidad de un ambiente seguro para vivir. Los refugiados aspiran a esto, pero en varios países del mundo millones de personas siguen viviendo en campos de acogida, o con limitaciones en el ejercicio de sus derechos. ¡No nos olvidemos de nuestros hermanos refugiados! Manifiesto mi aprecio y aliento a cuantos en la Iglesia se comprometen a su lado. Al mismo tiempo, auspicio un renovado compromiso de la comunidad internacional para que se eliminen las causas de este doloroso fenómeno.
3. Pidamos al Corazón Inmaculado de María, ayer recordado, que la humanidad acogiendo el mensaje de amor de Cristo avance en la fraternidad y en la paz y la tierra se convierta en la «casa común» de todas las naciones.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]