CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 1 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II condenó este miércoles los atentados terroristas que ensangrentaron en las veinticuatro horas precedentes Irak, Israel y Rusia.

«Con gran dolor y preocupación he recibido las graves noticias de los atentados terroristas en Israel y Rusia, donde han encontrado la muerte numerosas personas, víctimas indefensas e inocentes», afirmó al final de la audiencia general concedida en el Vaticano.

Mientras el Santo Padre hablaba, unas cuatrocientas personas, entre ellas doscientos niños, acababan de ser secuestradas en una escuela por un grupo armado en una escuela de Beslan, en Ossetia del Norte, cerca de Chechenia. El martes, un atentado suicida provocó diez muertos en una estación de Metro de Moscú.

Ese mismo día, elementos suicidas del grupo Hamas hicieron estallar dos autobuses adyacentes en la ciudad de Birshiba (Israel), dejando dieciséis pasajeros muertos (sin contar a los terroristas) y unos ochenta heridos. Uno de los muertos era un niño de tres años.

«También en el atormentado Irak no se rompe la cadena de ciega violencia que impide un pronto regreso a la convivencia civil», constató el pontífice en su llamamiento que fue leído por un prelado de la Secretaría de Estado de la Santa Sede en italiano.

«A la enérgica condena por la bárbara ejecución los doce ciudadanos nepaleses se acompaña la profunda preocupación por la suerte de dos periodistas franceses que todavía están en manos de sus secuestradores», añadió el pontífice en su mensaje que escucharon los peregrinos congregados en el Aula Pablo VI.

«Dirijo un apremiante llamamiento para que cese por doquier el recurso a la violencia, que es siempre indigna de toda buena causa, y para que los dos periodistas franceses sean tratados con humanidad y restituidos incólumes cuanto antes a sus seres queridos», afirmó.

El Santo Padre recordó que en ese día, 1 de septiembre, se recordaba el aniversario de la invasión de Polonia por parte de Hitler, fecha con la que comenzó la segunda guerra mundial «que sembró de luto Europa y otros continentes».

«Recordando aquellos días, en estos momentos de graves y difundidas tensiones, invocamos de Dios, Padre de todos los hombres, el don precioso de la paz», concluyó el obispo de Roma.