CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 25 marzo 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje de Juan Pablo II que fue leído al comenzar el Vía Crucis en la noche de este Viernes Santo en el Coliseo de Roma.
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Queridos hermanos y hermanas:
Estoy espiritualmente con vosotros en el Coliseo, un lugar que me suscita tantos recuerdos y emociones para vivir el sugerente rito del Vía Crucis en esta noche del Viernes Santo.
Me uno a vosotros en esa invocación tan densa de significado: «Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi, quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum». Sí, adoramos y bendecimos el misterio de la cruz del Hijo de Dios, pues precisamente de esa cruz ha surgido una nueva esperanza para la humanidad.
La adoración de la Cruz nos invita a un compromiso del que no podemos sustraernos: la misión que san Pablo expresaba con las palabras «completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Colosenses 1, 24). Yo también ofrezco mis sufrimientos para que el diseño de Dios se realice y su palabra camine entre las gentes. También estoy cerca de cuantos, en este momento, están probados por el sufrimiento. Rezo por cada uno de ellos.
En este día memorial de Cristo crucificado contemplo y adoro con vosotros la Cruz y repito las palabras de la liturgia: «O crux, ave spes unica!». ¡Salve, Cruz, esperanza única, danos paciencia y valentía y alcanza la paz para el mundo!
Con estos sentimientos, os bendigo a todos vosotros y a cuantos participan en este Vía Crucis a través de la radio o la televisión.
Vaticano, 25 de marzo de 2005
IOANNES PAULUS II
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]