CHICAGO, viernes, 17 junio 2005 (ZENIT.org–El Observador).- La diócesis de Tucson, en el estado de Arizona, es el paso obligado por la política de sellamiento de la frontera entre México y Estados Unidos de miles de inmigrantes indocumentados, que cruzan el desierto de Arizona en busca del «sueño americano».
No siempre lo encuentran. Cada año más de 300 personas fallecen en este que ha sido llamado «el corredor de la muerte». A ello se suma ahora la acción contra los indocumentados por parte de grupos paramilitares que han dedicado su cometido a «cazar» inmigrantes y entregarlos a las autoridades.
Afortunadamente, existen iniciativas que los protegen porque encuentran en ellos el rostro de la miseria y la desesperación. La organización religiosa que más los protege es, sin duda, la Iglesia católica. Por ello, entrevistamos al obispo de Tucson, monseñor Gerald F. Kicanas.
–¿Cuál es el problema más grave que enfrenta en la diócesis de Tucson y cómo lo está intentando resolver?
–Monseñor Gerald F. Kicanas: Obviamente es el problema de los inmigrantes. Estamos tratando de llevar a cabo una política integral de acogida a los inmigrantes para enfrentar los problemas que se están creando en la frontera con México.
–¿Qué medidas están llevando a cabo en Tucson para integrar a los inmigrantes dentro de la Iglesia católica?
–Monseñor Gerald F. Kicanas: La frontera es una prioridad para la diócesis. Hay un par de iniciativas que se están poniendo en juego. Una de ellas es estrechar lazos de unión con nuestra diócesis de contrapartida, la de Hermosillo, en Sonora (México) y, también, la diócesis de Phoenix. Los tres obispos estamos hablando constantemente sobre cooperación y comprensión del fenómeno migratorio. La otra se deriva de este trabajo conjunto: compartiendo esfuerzos podemos atender mejor a los inmigrantes.
–¿Qué opinión le merece la próxima reunión de los obispos fronterizos de Estados Unidos y México en El Paso el 23 de junio?
–Monseñor Gerald F. Kicanas: Será una gran oportunidad para los obispos de México y Estados Unidos, para las personas que trabajan en nuestros equipos diocesanos, de conocer la situación de la frontera y cómo proteger los derechos de los trabajadores indocumentados que la cruzan a diario.
–¿Espera algo de este acontecimiento?
–Monseñor Gerald F. Kicanas: Espero una relación creciente entre los obispos de ambos países. Ya hemos escrito un documento conjunto, ya hemos dado pasos hacia la unidad. Ahora tenemos que actuar juntos para cuidar a los inmigrantes.
–¿Hay alguna experiencia del estado de Arizona que deba ser conocida por el resto de los obispos de ambas fronteras?
–Monseñor Gerald F. Kicanas: Sí, en Arizona hay una creciente alianza interreligiosa, una coalición de líderes religiosos, judíos, musulmanes, cristianos, que están muy involucrados e interesados en trabajar a favor de una reforma de las políticas de inmigración en los Estados Unidos. Eso es muy importante.
–¿Cuál ha sido la reacción de la Iglesia católica en contra de grupos que se han dedicado a cazar inmigrantes en la frontera con México?
–Monseñor Gerald F. Kicanas: Primero, pienso que esto ha sido tolerado por los que encabezan la patrulla fronteriza. Ellos están involucrados en estas milicias, en que la gente tome la justicia en sus propias manos. Tienen que ser monitoreados y observados. Al mismo tiempo, tienen que ser encauzados. Muchos de ellos aman a su país. Y lo que tenemos que hacerles entender es que la mayoría de los inmigrantes no son criminales, no son terroristas: es gente batallando por sobrevivir.
–¿Cuál es, entonces, la responsabilidad de los líderes religiosos en este tema?
–Monseñor Gerald F. Kicanas: Es educar a su gente mediante una información detallada, que introduzca a las personas a ver la cara humana de la migración. Estoy convencido que este simple hecho va a hacer la diferencia. Los inmigrantes son seres humanos, muchos de ellos con una fe inquebrantable, desesperados por tratar de llevar el sustento para ellos y para sus familias.