CARACAS, viernes, 1 julio 2005 (ZENIT.org).- Rafael Luciani, director del Pregrado en Teología de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas explica en esta entrevista a Zenit cuál es la respuesta de la Iglesia Católica en Venezuela ante la crisis que acecha al país.
Luciani es laico y doctor en Teología Dogmática por la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma.
–Venezuela aparece en los medios como país problemático, en crisis. ¿Qué está pasando?
–Luciani: A pesar de ser país latinoamericano, Venezuela ha sido siempre conocida por estar entre los tres primeros países de mayor producción petrolera en el mundo.
La situación actual de Venezuela es muy crítica, ya que después de más de cuarenta años de democracia continua nos encontramos frente a un gobierno inspirado por la ideología socialista radical, que mira como ejemplo al líder de la revolución cubana, y que ha ido controlando los espacios público y privado de la vida económica, social y política del país.
El actual régimen ha provocado continuos enfrentamientos con la Iglesia católica, así como con otras instituciones que levantan su voz profética.
Nos encontramos frente a un régimen político con alta inspiración centralista y autoritaria, que pone en riesgo los logros y metas de una democracia que costó tanto en nuestra historia.
–Y en este contexto, la Iglesia católica en Venezuela, ¿se erige como autoridad moral?
–Luciani: La Iglesia aparece en todas las encuestas entre los dos primeros lugares de credibilidad, en comparación al resto de las instituciones que hacen vida pública en el país. Su voz mediante la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) ha sido siempre coherente y clara frente al peligro político que estamos atravesando.
Basta con leer los documentos publicados por la CEV en los últimos cuatro años. Sin embargo, podemos hablar de tres personas que han sabido representar la voz de un pueblo que clama por un cambio de rumbo en la política actual.
Primero podemos referirnos a la continua y profética acción del Presidente de la CEV, monseñor Baltasar Porras, arzobispo de Mérida, quien ha sido acusado en diversas oportunidades por las autoridades del gobierno y amenazado por sus simpatizantes y, sin embargo, no ha dejado de levantar su voz para clamar por el respeto a los derechos humanos.
Segundo, podemos recordar al arzobispo André Dupuy, quien fuera Nuncio Apostólico en Venezuela hasta hace pocos meses. Sus discursos y homilías son una verdadera joya para comprender nuestra situación. Hizo un llamado atento al creciente autoritarismo, a la concentración de los poderes públicos y al intervencionismo de los militares en el ejercicio del gobierno, sabiendo que cada cristiano debía asumir con valentía el compromiso de su fe en medio de nuestra sociedad.
Tercero, debemos también nombrar al cardenal Rosalio Castillo Lara, antiguo encargado de la gobernación del la Ciudad del Vaticano, quien ya retirado en su pueblo natal de Güiripa (en Venezuela), no ha dejado de llamar la atención a la sociedad venezolana en torno a los peligros de la actual orientación ideológica del régimen político revolucionario liderado por el presidente Hugo Chávez. Un régimen que hace cada vez más evidente su inspiración castro comunista.
–¿Cómo responden desde la Universidad a las inquietudes del pueblo venezolano?
–Luciani: En la Universidad Católica Andrés Bello hemos realizado a lo largo de estos años innumerables foros y jornadas de reflexión en torno a los graves problemas que atravesamos. Muy especialmente se ha profundizado en el debate sobre las nuevas leyes que está aprobando la revolución proclamada por el presidente Chávez para sostener su praxis sobre una pseudo legalidad.
En la Facultad de Teología realizamos jornadas que han permitido, desde la reflexión teológica, iluminar la situación política, económica y religiosa actual en Venezuela. Hemos querido apostar por la formación de la conciencia socio-política del cristiano.
–¿Qué necesita ahora Venezuela y qué pueden aportar los católicos en este sentido?
–Luciani: Creo que necesitamos tomar conciencia real de la gravedad de la situación política actual, especialmente de su orientación claramente autoritaria, centralista y populista y de su ideología castro comunista.
Como cristianos no podemos aceptar la imposición de cualquier medio (sistema política, económico, etc.) en función de fines supuestamente nobles, ya que los medios y los fines tienen que coincidir si pretenden humanizar. De otro modo deshumanizan mediante la compra de conciencias por dinero, de votos por comida y de valores por intereses individuales.
Más que nunca los católicos debemos levantar nuestras voces como auténticos profetas en medio de esta triste situación y orientar nuestra práctica en pro de la verdadera libertad, la que humaniza y fraterniza.