Benedicto XVI presenta el «Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica»

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 julio 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció Benedicto XVI con ocasión de la presentación del «Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica» el pasado 28 de junio.

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Amadísimos hermanos y amigos:
1. «Iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos» (Ef 1, 18).

Este es el deseo que san Pablo eleva al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la Gloria, en el pasaje de la carta a los Efesios recién proclamada.

No agradeceremos jamás suficientemente a Dios, nuestro Padre, este inmenso tesoro de esperanza y de gloria, que él, en su Hijo Jesús, nos ha regalado. Nuestro compromiso constante es dejarnos iluminar continuamente por él, para conocer cada vez más profundamente este misterioso don suyo.

El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, que hoy tengo la gran alegría de presentar a la Iglesia y al mundo, en esta celebración orante, puede y debe constituir un instrumento privilegiado para hacernos crecer en el conocimiento y en la acogida gozosa de este don divino.

2. Ve la luz después de la publicación del Catecismo de la Iglesia católica, que tuvo lugar en 1992. Desde entonces, se había hecho cada vez más generalizada e insistente la exigencia de un catecismo en síntesis, breve, que contuviera todos y únicamente los elementos esenciales y fundamentales de la fe y de la moral católica, formulados de una manera simple, accesible a todos, clara y sintética. Precisamente saliendo al encuentro de esta exigencia, durante estos últimos veinte años se han efectuado, en diversas lenguas y países, numerosos intentos, más o menos logrados, de síntesis del mencionado Catecismo, que han planteado varios problemas no sólo con respecto a la fidelidad y el respeto de su estructura y de sus contenidos, sino también a la totalidad y la integridad de la doctrina católica.

Por tanto, se advertía cada vez más la necesidad de un texto autorizado, seguro, completo sobre los aspectos esenciales de la fe de la Iglesia, en plena armonía con el citado Catecismo, aprobado por el Papa y destinado a toda la Iglesia.

3. De esta exigencia generalizada se habían hecho intérpretes en particular, en octubre de 2002, los participantes en el Congreso catequístico internacional, que habían presentado una petición explícita en este sentido al siervo de Dios Juan Pablo II.

Han pasado poco más de dos años desde que mi venerado predecesor había decidido, en febrero de 2003, la preparación de dicho Compendio, reconociéndolo correspondiente no sólo al bien de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, sino también del mundo de hoy, sediento de verdad. Han sido dos años de intenso y provechoso trabajo, que ha visto la participación de todos los cardenales y los presidentes de las Conferencias episcopales que, interpelados sobre uno de los últimos proyectos del Compendio, han expresado, con amplísima mayoría, una valoración muy positiva.

4. Hoy, en esta vigilia de la solemnidad de san Pedro y san Pablo, a cuarenta años de la conclusión del concilio ecuménico Vaticano II, experimento una gran alegría al entregar este Compendio, aprobado por mí, no sólo a todos los miembros de la Iglesia, aquí significativamente representados, en sus varios componentes, por todos vosotros que participáis en este solemne encuentro. Pero, a través de vosotros, venerados hermanos cardenales, obispos, sacerdotes, catequistas y fieles laicos, deseo entregar idealmente este Compendio también a toda persona de buena voluntad, que desee conocer las insondables riquezas del misterio salvífico de Jesucristo.

Ciertamente, no se trata de un nuevo Catecismo, sino del Compendio, que refleja fielmente el Catecismo de la Iglesia católica, que por eso sigue siendo tanto la fuente a la que hay acudir para comprender mejor el Compendio mismo, como el modelo que hay que contemplar incesantemente para encontrar la exposición armoniosa y auténtica de la fe y de la moral católica, y también el punto de referencia que debe estimular el anuncio de la fe y la elaboración de los catecismos locales. Por tanto, el Catecismo de la Iglesia católica mantiene intacta toda su autoridad e importancia, y podrá encontrar, en dicha síntesis, un valioso incentivo para que se lo conozca mejor y se lo use como instrumento fundamental de educación en la fe.

5. Este Compendio es un anuncio renovado del Evangelio de hoy. También por medio de este texto autorizado y seguro, «conservamos con cuidado la fe que hemos recibido de la Iglesia -como afirma también san Ireneo, cuya memoria litúrgica celebramos hoy-, porque bajo la acción del Espíritu Santo, ella, como un depósito de gran valor, contenido en un vaso precioso, rejuvenece continuamente y hace rejuvenecer incluso el vaso que lo contiene» (Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 1, 10, 2: Sc 264, 158-160).

El Compendio presenta la fe de la Iglesia en Cristo Jesús. En efecto, siguiendo la estructura cuatripartita del Catecismo de la Iglesia católica, presenta a Cristo profesado como Hijo unigénito del Padre, como Revelador perfecto de la verdad de Dios y como Salvador definitivo del mundo; Cristo celebrado en los sacramentos, como fuente y apoyo de la vida de la Iglesia; Cristo escuchado y seguido en obediencia a sus mandamientos, como manantial de existencia nueva en la caridad y en la concordia; Cristo imitado en la oración, como modelo y maestro de nuestra actitud orante ante el Padre.

6. Esta fe es expuesta, en el Compendio, en forma dialogística. De este modo, se quiere «volver a proponer -como escribí en la introducción al Compendio- un diálogo ideal entre el maestro y el discípulo, mediante una secuencia insistente de preguntas, que implican al lector, invitándolo a proseguir el descubrimiento de aspectos siempre nuevos de la verdad de su fe. Además, el género dialogístico contribuye a abreviar notablemente el texto, reduciéndolo a lo esencial. Esto podría favorecer la asimilación y la eventual memorización de los contenidos». La brevedad de las respuestas favorece la síntesis esencial y la claridad de la comunicación.

7. En el texto también se han insertado imágenes al inicio de la respectiva parte o sección. La finalidad de esta elección es ilustrar el contenido doctrinal del Compendio: en efecto, las imágenes «proclaman el mismo mensaje que la Sagrada Escritura transmite a través de la palabra, y ayudan a despertar y alimentar la fe de los creyentes» (Compendio, n. 240).

Así, la imagen y la palabra se iluminan recíprocamente. El arte «habla» siempre, al menos implícitamente, de lo divino, de la belleza infinita de Dios, reflejada en el Icono por excelencia: Cristo Señor, Imagen del Dios invisible.

Las imágenes sagradas, con su belleza, son también ellas anuncio evangélico y expresan el esplendor de la verdad católica, mostrando la suprema armonía entre lo bueno y lo bello, entre la via veritatis y la via pulchritudinis. A la vez que testimonian la tradición secular y fecunda del arte cristiano, estimulan a todos, creyentes y no creyentes, al descubrimiento y a la contemplación de la fascinación inagotable del misterio de la redención, dando un impulso siempre nuevo al vivaz proceso de su inculturación en el tiempo.

Las mismas imágenes se encuentran en las diversas traducciones del Compendio. Este será también un modo para identificar fácilmente y reconocer este texto en la variedad de las lenguas: cada fiel profesa la única fe en la multiplicidad de los contextos eclesiales y culturales.

8. Al final, el texto comprende también un Apéndice, constituido por algunas oraciones comunes para la Iglesia universal y por algunas fórmulas catequísticas de la fe católica.

La elección oportuna de añadir al final del Compendio algunas oraciones invita a encontrar en la Iglesia un modo común de rezar, no sólo a nivel personal, sino también a nivel comunitario.

En cada una de las traducciones, la mayor parte de las oraciones se presentarán tamb
ién en lengua latina. Su aprendizaje, también en esta lengua, facilitará el rezo en común por parte de los fieles cristianos pertenecientes a lenguas diversas, especialmente cuando se reúnan en circunstancias particulares. Como ya dije en 1997, con ocasión de la presentación a mi venerado Predecesor de la edición típica latina del Catecismo de la Iglesia católica, «precisamente en la multiplicidad de las lenguas y de las culturas, el latín, durante tantos siglos vehículo e instrumento de la cultura cristiana, no sólo garantiza la continuidad con nuestras raíces, sino que también es muy importante para consolidar los vínculos de la unidad de la fe en la comunión de la Iglesia».

9. Doy las gracias de todo corazón a todos los que han trabajado en la realización de esta importante obra, en particular a los cardenales miembros de la comisión especial, a los redactores y a los expertos: todos han colaborado con gran dedicación y competencia. El Señor Dios, que ve todas las cosas, los recompense y los bendiga en su infinita benevolencia.

Que este Compendio, fruto de su fatiga, pero sobre todo don que Dios hace a la Iglesia en este tercer milenio, dé nuevo impulso a la evangelización y a la catequesis, de las que dependen «no sólo la extensión geográfica y el aumento numérico de la Iglesia, sino también y más aún su crecimiento interior, su correspondencia con el designio de Dios» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 7).

María santísima y los apóstoles san Pedro y san Pablo sostengan con su intercesión este deseo por el bien de la Iglesia y de la humanidad. A todos vosotros os imparto de corazón mi bendición apostólica.

[Traducción realizada por «Radio Vaticano»]

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ZENIT Staff

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