CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 13 julio 2005 (ZENIT.org).- El arzobispo Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio para los Emigrantes, considera en un nuevo libro que una de las interpretaciones históricas dominantes traiciona el Concilio Vaticano II.
Al presentar el volumen «Concilio Vaticano II, contrapunto para su historia» («Concilio Vaticano II contrappunto per la sua storia»), de la Librería Editorial Vaticana, el 17 de junio en Roma, el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma, afirmó: «Cuarenta años después de su clausura, el Concilio Vaticano II todavía espera una historia que no sea partidista, sino de verdad».
Monseñor Marchetto define «desequilibrado» e «ideológico» el análisis del Concilio realizado por algunas escuelas de historiadores, en particular el «Grupo de Bolonia», en Italia, dirigido por el profesor Giuseppe Alberigo.
En esta entrevista concedida a Zenit explica los motivos.
–Algunos historiadores, como el profesor Alberigo, han presentado el Concilio como algo que presenta una discontinuidad con la historia de la Iglesia, como un choque entre la Curia romana conservadora y teólogos progresistas, en el que Pablo VI traiciona a Juan XXIII… Usted, ¿qué opina?
–Monseñor Marchetto: Quien lea mi libro se dará cuenta de que, si bien trato de situarme en la interpretación histórica del Concilio Ecuménico Vaticano II, teniendo en cuenta el marco de las «tendencias» historiográficas generales, mantengo mi visión específica de lo que es la Iglesia católica. Por tanto, veo el Vaticano II en continuidad con todos los concilios ecuménicos, y no como una cometa, sino como algo que formar parte de una constelación, si bien con algunas características propias. En él, por tanto, no hay ruptura, como si fuera casi el nacimiento de una nueva Iglesia.
Este es, de hecho, el pensamiento de Juan XXIII, de Pablo VI, de Juan Pablo II y también de Benedicto XVI, por citar sólo a los Papas.
La oposición entre «Curia conservadora» y «teólogos progresistas» es una simplificación, pues dentro de la Curia había diferentes sensibilidades y tendencias. ¿Un ejemplo? El cardenal Amleto Giovanni Cicognani desbloqueó la situación estancada del primer esquema sobre la Iglesia, dando luz verde al cardenal Léon-Joseph Suenens (por tanto a monseñor Gérard Philips) para una nueva redacción, aunque en realidad no fue totalmente nueva, pues según él, el 60% del primitivo esquema permaneció en el segundo.
La contraposición entre Juan XXIII y Pablo VI, que separaría el «Concilio de Juan» del de Pablo VI, en diciembre de 1963, no tiene fundamento, y no es sólo mi opinión, sino también la del profesor Roger Aubert. Según él, también hay una línea conciliar entre los dos Papas del Concilio. Hay otros ejemplos, por mi respuesta ya es larga.
–Según la «Historia del Concilio Vaticano II», escrita por Alberigo y sus colaboradores, el Papa Pablo VI habría traicionado el empuje progresista que procedía del Concilio en dos temas fundamentales: la colegialidad con respecto al primado del Papa y la moralidad el uso de anticonceptivos. ¿Qué sucedió y qué hizo Pablo VI?
–Monseñor Marchetto: Como ya he explicado, el sentido profundo del debate era la imagen del catolicismo, un concilio ecuménico, con su búsqueda de consenso, que uniera (se utiliza la palabra «aggiornamento», actualización) las dos almas del catolicismo: la fidelidad a la Tradición y la encarnación de lo que yo llamo el hoy de Dios. Esta fue la idea que unió a Juan XXIII y a Pablo II, en la diversidad de sus personalidades. En el volumen presento las intenciones de uno y otro, en comunión, en concilio. Para mí, en el concilio al final sed abrazaron Tradición y renovación.
Por lo que se refiere a los dos temas que usted ha mencionado, el primero, la colegialidad, fue más bien una característica eclesial del primer milenio, y fue «redescubierta», por decirlo así, por el Vaticano II: Fue presentada, sin contradicciones, junto al primado pontificio, ejercido personalmente, que se desarrolló especialmente en el segundo milenio.
También en este caso la conjunción «y» se revela como católica: colegialidad y primado, pues no se puede hablar de colegialidad si, en el colegio, no está su cabeza, el obispo de Roma.
Por lo que se refiere al uso de los anticonceptivos, sin entrar en el juicio ético del Magisterio, hay que reconocer que la acusación de Alberigo de un «silencio conciliar» (el Concilio permaneció «mudo») no está justificada, al igual que no es justo hablar –como hace él– de un «trauma susciado en todo el mundo cristiano por la encíclica «Humanae Vitae»».
–Usted ha definido como «desequilibrado» e «ideológico» el análisis del Concilio Vaticano II realizado por el «grupo de Bolonia». ¿Cuáles son, según usted, sus errores más graves?
–Monseñor Marchetto: Desde un inicio definí «ideológica» la interpretación que hace el «grupo de Bolonia». Y donde hay ideología hay falta de equilibrio, extremismo, visión desenfocada.
Me limito a retomar lo que yo escribía sobre las conclusiones de Alberigo en el quinto volumen de su historia del Concilio, es decir, la ya mencionada contraposición entre Juan XXIII y Pablo II, la cuestión de la «modernidad» (¿qué significa?), la tendencia a considerar como «nuevos» esquemas que no lo fueron, el juicio de «falta de cabeza» de la asamblea conciliar, la visión partidista sobre la libertad religiosa.
–Usted dice que hay estudios y análisis más exactos y equilibrados que explican el sentido y la historia del Concilio Vaticano II. ¿Cuáles son?
–Monseñor Marchetto: Puedo citar, por ejemplo, las obras del cardenal Leo Scheffczyk que en italiano tiene por título: «La Iglesia. Aspectos de la crisis posconciliar y correcta interpretación del Vaticano II» con una presentación de Joseph Ratzinger, así como la de monseñor Vincenzo Carbone, titulada en italiano «El Concilio Vaticano II, preparación de la Iglesia al tercer milenio» (cuadernos de «L’Osservatore Romano» n. 42). El profesor A. Zambarbieri ha publicado, después, en 1994, un pequeño volumen sobre «Los Concilios del Vaticano» que para mí constituye el mejor estudio breve que hasta ahora se ha publicado sobre el magno sínodo vaticano.
Añadiría la obra de Antonio Acerbi, que es muy crítico de Alberigo, en sus «Actas de los encuentros desarrollados en el seminario episcopal de Bérgamo 1998-2001» (por Gianni Garzaniga), Editorial San Paolo.
Creo que no puedo olvidar, por último al nuevo Papa, en particular algunas de sus recuerdos conciliares, en «Mi vida – Memorias» (1927-1977), que me llevaron a pedirle que escribiera otras. Pero ahora ya no es posible.
–¿Qué busca con su libro? ¿Ha llegado la hora de discutir con verdad y caridad sobre el Concilio Vaticano II?
–Monseñor Marchetto: En el prefacio de mi obra escribía: «Mi deseo es contribuir a hacer finalmente una historia del Vaticano II, que supere los graves condicionamientos, por eso el título dice «contrapunto», planteados hasta ahora por una visión que yo defino como ideológica desde el inicio y que se impone como un monopolio en el mercado editorial».
Si mi duro empeño y el ir contra la corriente durante años ha logrado romper un monomio y crear alivio y libertad de investigación entre los historiadores para estudiar el Concilio Vaticano II en una dimensión más amplia que la realizada hasta ahora, me sentiría profundamente contento.
De todos modos, el diálogo es importante también entre los historiadores y mi historia de la historiografía sobre el Vaticano II de los últimos quince años quiere ofrecer una contribución. Por otra parte, el «contrapunto» hace referencia también a la música, a la armonía, a una superación de
la unilateralidad.
En este sentido, el cardenal Camillo Ruini, al final de su presentación de mi libro en el Capitolio, afirmó: «La interpretación del Concilio como ruptura y nuevo inicio está llegando a su fin. Hoy es una interpretación sumamente débil y sin fundamento en el cuerpo de la Iglesia. Ha llegado la hora de que la historiografía produzca una nueva reconstrucción del Vaticano II que sea finalmente una historia verdadera».