NUEVA YORK, 16 de julio de 2005 (ZENIT.org).- Los chicos y las chicas tienen marcadas diferencias físicas y psicológicas y, por ello, deben ser educados de modo diferente. Ésta es la tesis de un libro publicado a principios de este año por el psicólogo y médico familiar Leonard Sax.
En «Why Gender Matters» (Por qué importa el Género) (Random House), toca el tema de la tendencia moderna hacia la educación infantil neutral en cuanto género. Según esta teoría, los chicos y las chicas se comportan de modo diferente debido a la forma en que han sido educados, o por factores culturales. Sax describe cómo a mediados de los noventa empezó a ver cómo más y más chicos jóvenes llegaban a su consultorio pidiendo medicación, debido a un supuesto desorden de falta de atención.
El verdadero problema, descubría Sax en ocasiones, era que en el segundo y el tercer grado eran educados por profesores que no entendían las diferencias en la forma de aprender de chicos y chicas. Para empezar, explica, el sentido del oído de una chica es más sensible que el de los chicos, por lo que el tono de voz utilizado por una profesora puede ser adecuado para las chicas, pero no atrae la atención de un chico.
Esta experiencia encendió el interés de Sax por el tema de las diferencias basadas en el sexo. Su investigación mostró que las diferencias de comportamiento no son sólo causadas por factores culturales. La investigación en hombres y mujeres que han sufrido ataques revela que en los hombres los hemisferios izquierdo y derecho están fuertemente compartimentados, con el primero dedicado a las habilidades verbales y el segundo a las funciones espaciales. Esta división no existe en las mujeres, que usan ambos hemisferios del cerebro para el lenguaje.
Y el análisis del tejido cerebral humano muestra que hay diferencia en su composición, a nivel de proteínas. Esta diferencia no se debe a cambios hormonales que tengan lugar en la pubertad, sino que es algo innato y está presente incluso en niños.
Sax también observa que las chicas y mujeres pueden interpretar generalmente mejor las expresiones faciales que la mayoría de los chicos y hombres. Cita la investigación llevada a cabo en la Universidad de Cambridge, que muestra que incluso los bebés revelan diferencias en la forma en que prestan atención a los objetos. Las niñas están más interesadas en las caras de otras personas, mientras que los niños prefieren prestar atención a los objetos móviles.
Visión diferente
De hecho, existen evidencias de que, desde la composición de la retina hasta la forma en que son procesadas las imágenes por el cerebro, hay diferencias notables entre varones y mujeres. Esto da como resultado que las mujeres están más atentas a las diferencias de color y textura, mientras que los varones disciernen con mayor facilidad la localización, la dirección y la velocidad.
Esta diferencia se refleja luego en los juguetes que prefieren los niños –muñecas para las chicas y camiones para los chicos – y en el tipo de imágenes que pintan, con un uso mayor de los colores por parte de las chicas y que incluyen a más personas en sus dibujos.
Esto tiene consecuencias a la hora de la escolarización, explica Sax. Dado que la mayoría de profesores de las guarderías son mujeres tienden a animar a sus estudiantes a pintar personas y a usar un montón de colores. Esto puede llevar al desaliento entre los chicos, cuyo diferente estilo de pintar no es apreciado por la profesora, llevándoles a concluir que el «arte es para las chicas».
Las diferencias entre los sexos son también evidentes a la hora de orientarse. Es más probable que los hombres utilicen conceptos abstractos como norte y sur, y se refieran a las distancias. Las mujeres, por el contrario, prefieren usar señales visuales. Los neurocientíficos han encontrado, observaba Sax, que incluso a la edad de 5 años, el cerebro masculino utiliza una parte diferente del cerebro para orientarse, el hipocampo, mientras que el cerebro femenino se sirve del córtex cerebral.
Sentimientos
Existen también notables diferencias en cómo se tratan los sentimientos. Los niños generalmente no son capaces de analizar sus emociones, porque esta área de sus cerebros todavía no se ha desarrollado. En la adolescencia, las emociones son tratadas cada vez más por el córtex cerebral, el área del cerebro asociada con las funciones cognitivas superiores.
Pero este cambio es con mucho más acusado en los cerebros de las chicas que en los de los chicos. Así, si sus profesores les piden a los adolescentes en el colegio que escriban o hablen de sus emociones, esto pone a los chicos en desventaja.
Otra área con marcadas diferencias entre chicos y chicas está en la disposición para aceptar riesgos. La mayoría de los chicos goza corriendo riesgos, y también se impresionan por otros chicos que los corren. No ocurre lo mismo con las chicas, que generalmente son menos propensas a buscar situaciones de riesgo sólo porque lo sean. Los chicos son más propensos a desobedecer a sus padres cuando les dicen que no hagan algo arriesgado.
Sax explicaba que, mientras a los chicos les gusta hacer cosas arriesgadas, también sobreestiman de modo sistemático sus propias habilidades, mientras que las chicas es probable que las subestimen. Investigadores de la Universidad de Boston, por ejemplo, observaron que casi todas las víctimas ahogadas son varones. Concluían que uno de los principales factores que contribuyen a esto era que los varones sobreestiman constantemente su capacidad para nadar.
<br> Los chicos también se sienten más atraídos por la violencia y el conflicto – por ejemplo, en sus preferencia de lectura – que las chicas. Y en sus relaciones con los demás, los chicos están notablemente más dispuestos a luchar y a responder de forma agresiva que las chicas.
Las amistades también se llevan de forma diferente. Las chicas tienden a organizar sus amistades alrededor de pasar el tiempo juntos, hablar e ir a lugares. Las amistades entre chicos, sin embargo, giran en torno a un interés común en juegos y actividades, sin dar una alta prioridad a la conversación y al compartir secretos.
Desarrollo del cerebro
También varían entre los sexos de forma acusada los métodos de aprendizaje. La mayoría de las chicas, explica Sax, tienden naturalmente a buscar la ayuda de un profesor, y es más probable que sigan sus instrucciones, y que hagan sus deberes. Los chicos, por el contrario, por lo general sólo consultarán a un profesor como último recurso y es menos probable que estudien si el tema no les interesa.
Y cuando se trata de motivar a los estudiantes, los chicos responden bien a la tensión creada por la confrontación o a las tareas con fecha y hora, una postura que no da buenos resultados con las chicas.
Sax tiene cuidado en dejar claro que cada niño es único y, también, que no todos los chicos o las chicas son iguales. Al mismo tiempo, escribe, esto «no debería cegarnos ante el hecho de que el género es uno de los dos grandes principios organizadores del desarrollo infantil – el otro principio es la edad».
Las chicas y los chicos, explicaba, difieren sustancialmente en la velocidad en que maduran sus cerebros. Las diversas zonas del cerebro se desarrollan en una secuencia diferente en las chicas comparadas con los chicos. Por ello, más que decir que los chicos se desarrollan más lentamente que las chicas, es más correcto afirmar que las chicas y los chicos se desarrollan a un paso distinto. Las habilidades del lenguaje se desarrollan antes en las chicas, por ejemplo, mientras que la memoria espacial madura antes en los chicos.
De hecho, sostiene Sax, estas diferencias en las capacidades cerebrales entre sexos son mayores y más importantes durante la niñez y la adolescencia que entre adultos, cuando tanto hombres como mujeres han alcanzado la ple
na madurez.
Esta diferencia, sostiene, debería ser reconocida por los educadores, y luego usada de modo positivo. Es insuficiente, por ejemplo, intentar frenar a los chicos de que luchen entre ellos o jueguen a juegos peligrosos. La solución no es intentar eliminar esta agresividad en los varones, sino transformarla, proporcionando alternativas constructivas.
Y en cuanto a la enseñanza, en vez de prescribir medicamentos a los chicos para tratar los problemas de atención, una solución mejor sería separar los sexos y utilizar métodos de enseñanza apropiados para cada uno. En una palabra: dejar a los chicos ser chicos.