BARCELONA, domingo, 17 julio 2005 (ZENIT.org).- El proyecto de sociedad del actual gobierno de España «es incompatible con la concepción del matrimonio como vínculo estable abierto a la descendencia», alerta Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians (www.e-cristians.net).
Es una de las organizaciones convocantes de la gran manifestación que reunió a un millón y medio de personas el 18 de junio en Madrid en defensa del matrimonio, la familia y la infancia en vísperas de que se creara el «matrimonio» homosexual –con adopción de menores incluida- y se reformara el divorcio en el país.
En esta entrevista concedida a Zenit, Josep Miró i Ardèvol –también presidente de la Convención de Cristianos por Europa y miembro del Pacto por los Derechos y Libertades (Zenit, 26 enero 2005)- explica en qué consiste la nueva ideología política que gobierna España y por qué en este contexto «la Iglesia es el gran adversario a abatir».
–De los 11,1 millones de núcleos familiares en España, 8,9 millones son matrimonios y poco más de 560 mil son parejas de hecho (de las cuales menos de 10.500 entre personas del mismo sexo). De espaldas a estos datos -y al hecho de que un millón y medio de personas se echaran a las calles de Madrid en defensa del matrimonio, la familia y la infancia- el gobierno socialista de España prosiguió con su reforma legislativa que hizo del «matrimonio» homosexual una realidad en el país pocos días después. ¿Por qué se amordaza a la familia en España y se niega su realidad?
–Josep Miró i Ardèvol: Porque el gobierno milita en una nueva ideología política. En su formulación final se manifiesta como una concepción de la «desvinculación», que significa que la realización personal concebida como la realización del propio deseo se convierte en el máximo o único hiperbien ante el que todo vínculo, norma, institución, tradición, religión o compromiso personal, deben supeditarse. Significa la satisfacción del deseo y desvinculación convertidos en cultura de masas y en el factor que estructura la política.
Esta es la ideología dominante en España, también extendida por occidente en una medida variable, si bien no ha conseguido cuajar en una política gubernamental compacta y homogénea como en el caso español, sino que como máximo incide sobre determinados aspectos de las diferentes acciones de gobierno. Esta interpretación explica la preferencia por las temáticas ligadas al deseo y por lo tanto, las relacionadas con la sexualidad y la descendencia, que son dos de las más importantes manifestaciones del deseo, y que definen las prioridades legislativas y los grandes cambios operados por el gobierno español de José Luis Rodríguez.
Desde la caída del régimen soviético, la izquierda ha perdido puntos de referencia, o al menos gran parte de ellos. Esto es una evidencia. Los límites del estado del bienestar y la lógica única del mercado, también han generado una fuerte crisis de identidad en la socialdemocracia. Francia y Alemania expresan bien esta crisis. Blair es la salida a través de una identidad más comunitarista que socialdemócrata, con la introducción del sentido de la responsabilidad -la comunidad responsable- en el diseño político.
Pero existe otra vía de evolución de la izquierda. Aquella que abandona toda propuesta de transformación social y económica, o la mantiene en mínimos justos relacionados con el electorado a mantener, y sustituye aquella identidad por otra radicalmente distinta: la de la realización por la satisfacción del deseo, convertido, por tanto, en proyecto político, y causa de la sociedad de la desvinculación.
Ya no se trata de una izquierda evolucionada, sino de una mutación, una alteración en su naturaleza. La clase y el grupo social, la redistribución, dejan paso a las nueva categorías derivadas del sexo y el deseo. Y así el nuevo discurso tiene como contenidos y sujetos el género, la felicidad sexual, los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, el desarrollo sin límites de la fecundación in vitro, la reconversión del matrimonio en una simple relación, la relación sexual libérrima como principio superior a todo concepto preventivo y educativo, la querencia por la utilización desmedida de la genética… todos ellos objetos prioritarios de la acción política. Sin embargo no los son la crisis del sistema educativo, la saturación crítica de la sanidad pública, la vivienda, la catástrofe de la natalidad y el anunciado colapso del sistema público de pensiones… Es necesario «leer» la acción de gobierno y las declaraciones de algunos ministros clave en este sentido: sanidad, Justicia y el propio presidente, ya que desarrollan aquel cuerpo teórico y sus aplicaciones concretas.
Así, las instituciones sólo sirven en la medida en que responden a dicho cuerpo teórico. Por ejemplo, en el caso del matrimonio, la diferencias heterosexuales, «hombre», «mujer», «padre», «madre» son borradas del Código Civil, del cuerpo central de lo legislado sobre la antropología de la persona. El hombre es discriminado negativamente en las sanciones penales en los casos de violencia doméstica, no el más débil en cada caso, sino el dato objetivo masculino; el matrimonio homosexual, el divorcio ultrarrápido por repudio y la fecundación asistida sin límite de edad ni necesidad de pareja son tres componentes claves del modelo de sociedad homosexual, caracterizada por la fragilidad y volatilidad de las relaciones y la pulsión del deseo. El matrimonio elimina todo sentido de culpa -como pretensión del discurso, no como realidad-, el divorcio permite dar respuesta a los rápidos cambios de emparejamiento, y la reproducción asistida facilita la alianza gay-lesbiana, pensada sobre todo en relación a las mujeres, que en muchos casos sienten el impulso, el deseo tan específico y fuerte de la maternidad.
Ante este proyecto sólo existe en España una concepción globalmente alternativa, que es la Iglesia Católica, puesto que en términos de cultura política la oposición no posee un proyecto global alternativo, quizás con la única excepción de la pequeña «Unió Democràtica». Además la Iglesia, como las restantes confesiones monoteístas, al proponer la relación con Dios, constituye la base de la construcción de todos los vínculos. La presencia de la idea de Dios en el espacio público impide la desvinculación y, por consiguiente, coarta la ideología del deseo como proyecto político. Por eso la Iglesia es el gran adversario a abatir.
–¿Hay razones para la esperanza de una verdadera protección de la institución familiar natural?
–Josep Miró i Ardèvol: No, no hay ninguna en la actual configuración política, pero no porque gobierne el PSOE [Partido Socialista Obrero Español], sino porque lo hace una ideología específica, que no es compartida por una buena parte del socialismo. El proyecto de sociedad que propone es incompatible con la concepción del matrimonio como vínculo estable abierto a la descendencia.
–¿Despertar un sentido de corresponsabilidad entre los ciudadanos, de participación activa, podría ser la clave para que los gobernantes y los representantes de los electores no actúen de espaldas a la sociedad?
–Josep Miró i Ardèvol: Es evidente; esto y conseguir modificar el sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, que en la práctica significa el secuestro de la representatividad de los electores por la partitocracia.
–¿Y los cristianos? ¿Cuál es su papel y su responsabilidad en esta situación?
–Josep Miró i Ardèvol: Doble; primero porque las actuales estructuras y actuaciones dificultan la transmisión de la Palabra y el testimonio, y esto exige una respuesta evangélica, pero
también por solidaridad con toda la sociedad, porque la sociedad de la desvinculación y la política de la satisfacción del deseo son incompatibles a medio y largo plazo con una sociedad cohesionada, convivencial, pacífica, sostenible y productiva.
–La presencia cristiana en la sociedad, ¿es un derecho o un deber?
–Josep Miró i Ardèvol: Ambos. Derecho de toda persona y toda comunidad, y deber porque una sociedad democrática no puede funcionar bien si un sujeto que representa tanto y puede aportar tantas respuestas deserta.
–En varias ocasiones usted ha destacado la necesidad de luchar por la «sociedad de la vinculación». ¿A qué se refiere?
–Josep Miró i Ardèvol: A construir la comunidad responsable donde la libertad esté equiparada a la responsabilidad, donde sean respetadas por su valor en sí mismas las instituciones socialmente valiosas, una sociedad que aprenda a construir en los valores humanos y no sólo ni primordialmente sobre los deseos más primarios; una sociedad que se fundamente en el principio de subsidiariedad para funcionar.