A los orígenes del terrorismo

Teorías sobre sus motivaciones y causas

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LONDRES, sábado, 23 julio 2005 (ZENIT.org).- Las bombas en los transportes de Londres de hace dos semanas levantaron una nueva serie de comentarios sobre las causas del aumento de ataques terroristas en los últimos años, sobre todo los llevados a cabo por creyentes islámicos. Un libro publicado en Inglaterra poco antes de los ataques del 7 de julio proporciona una visión útil sobre el tema.

El libro, «Making Sense of Suicide Missions» (Dar Sentido a las Misiones Suicidas), está escrito por Diego Gambetta y publicado por Oxford University Press. Tiene capítulos que van de los Tigres Tamiles de Sri Lanka a la situación de Oriente Medio y una mirada a Al-Qaeda.

El capítulo de Jon Elster, profesor de la Universidad de Columbia, considera el papel de las motivaciones y creencias en las misiones suicidas. Afirma que la disponibilidad a sacrificar la propia vida en tal misión no es irracional en sí misma. De hecho, los terroristas suicidas raramente están sujetos a una motivación patológica o suicida, indica.

Observa que algunos factores psicológicos contribuyen a la motivación de los terroristas suicidas. La presión de los demás y el deseo de ser bien considerado por otros pueden jugar su papel en la motivación. Igualmente, en el caso de los terroristas palestinos, los organizadores del grupo hacen presión psicológica sobre ellos en los días anteriores a un ataque. Esto los induce a un estado mental que les hace más fácil dar sus vidas.

Una motivación que es tema de debate es el deseo de alcanzar un más allá religioso. El Corán, observa Elster, no contiene una clara prohibición del suicidio. Pero la tradición profética lo prohíbe. Elster sostiene que actualmente, en la práctica, parece ampliamente aceptada la legitimación religiosa del suicidio, incluso aunque siga siendo motivo de controversia.

El profesor de Columbia afirma además que hace algunos años se asumió que los terroristas suicidas eran varones jóvenes, solteros, desempleados, a quienes un movimiento religioso les llenaba un vacío en sus vidas. Pero los datos más recientes revelan que la pobreza y el analfabetismo no está claro que sean factores causales. Más relevantes, sostiene Elster, son los sentimientos de inferioridad y resentimiento. Muchos de los terroristas vienen de países donde la pobreza es un problema, pero esto en sí mismo no es suficiente para conducir al terrorismo, afirma.

Elementos comunes
En otro capítulo, Diego Gambetta, profesor en el Nuffield College de Oxford, observa que las misiones suicidas muestran tal diversidad de rasgos que la búsqueda de una explicación o patrón global puede parecer vana. Hay, sin embargo, elementos comunes.

Entre éstos está la importancia del respaldo de una organización. Observaba que todas las misiones suicidas se han decidido y ejecutado con el apoyo de una organización. Con todo, ninguna de las organizaciones implicadas confía en exclusiva en misiones suicidas, por lo que es un error centrarse únicamente en estos ataques para analizar estas organizaciones. Además, las misiones suicidas son realizadas por la parte más débil en un conflicto.

Gambetta observa más adelante que, aunque ninguna otra religión a parte del Islam está implicada directamente en las misiones suicidas, las misiones de inspiración islámica suman sólo el 34,6% de los ataques llevados a cabo entre 1981 y septiembre de 2003.

El profesor de Oxford también subraya que las misiones suicidas son utilizadas sobre todo contra las democracias. Esto refleja el hecho de que las democracias son más sensibles a los costes que implican estos ataques. Asimismo, las democracias tienden a refrenarse en su respuesta a la comunidad de donde proceden los ataques. Luego con la existencia también de medios de comunicación libres, los ataques reciben amplia publicidad.

Gambetta insiste en que los suicidas mismos pueden considerarse «altruistas», en el sentido de que creen que sacrificar sus vidas fomentará los intereses de un grupo o de una causa con la que se identifican.

La vida sencilla
El terrorismo de base islámica fue examinado en el año 2003 en el libro de Jessica Stern, «Terror in the Name of God» (Terror en el Nombre de Dios). Stern, profesora en la Escuela Kennedy de Política en la Universidad de Harvard, pasó cuatro años entrevistando a miembros de grupos extremistas – tanto cristianos y judíos como musulmanes.

En sus entrevistas, Stern descubrió que los terroristas se motivan con la convicción de que están creando un mundo más perfecto, purificándolo de la injusticia. También observaba que la gente tiende a unirse a las organizaciones terroristas en parte para transformarse a sí mismos y para simplificar sus vidas. Y puesto que están convencidos de que su causa es justa, se convencen a sí mismos de que cualquier actuación está permitida.

Stern comparaba el terrorismo con una suerte de virus, que se extiende como resultado de factores de riesgo a diversos niveles. Sin embargo es más complejo de lo que la analogía podría implicar, afirmaba. Las mismas variables que llevan a algunos al terrorismo pueden motivar a otros a actos positivos y buenos. A continuación, algunos de los factores de riesgo:

— A nivel global los avances en la comunicación han facilitado mucho la coordinación necesaria para una red mundial. Las organizaciones terroristas pueden reclutar y gestionar sus economías a través de internet. Y efectúan sus ataques de manera que se maximice la cobertura de los medios.

— Los campos de refugiados, las malas vecindades y los estados fallidos son invernaderos de rabia y extremismo, así como de crimen.

— La incapacidad de los gobiernos de proporcionar servicios básicos o de proteger de las violaciones de los derechos humanos dañan la capacidad del estado de luchar contra las organizaciones extremistas. Esto puede generar una situación donde la violencia genere más violencia.

— Los terroristas son inteligentes a la hora de explotar las necesidades de los pobres y de los ignorantes, que más tarde servirán como soldados de a pie para las organizaciones. Por ejemplo, la práctica de proporcionar compensación a las familias de aquellos que mueren en Indonesia, Pakistán y los territorios palestinos hace a las organizaciones más atractivas para los pobres.

— La humillación es otro factor. A nivel nacional, la violencia es vista como la respuesta a la humillación percibida a manos de Occidente. A nivel personal, algunos terroristas ven sus acciones como una forma de curar las heridas de una humillación personal.

Por qué un semillero
Stern también analiza el porqué los países musulmanes producen tantos terroristas que atacan objetivos occidentales. Un factor que ella identifica es el resentimiento por el apoyo de Estados Unidos a Israel. Además, observa que, siendo la mayor parte regímenes autoritarios, los países de Oriente Medio han tomado medidas estrictas para suprimir el terrorismo, llevando a los extremistas a considerar objetivos más vulnerables.

Además, algunos estados de Oriente Medio sufren de una falta de buen gobierno, donde la combinación de economías estancadas, corrupción, amiguismos y organizaciones religiosas extremistas proporcionan un sustrato de cultivo fértil para reclutar a potenciales terroristas.

Combinado con esto está la habilidad de la organización Al-Qaeda. Esta organización terrorista ha sabido combinar la explotación de estos agravios con una sofisticada estructura, una cuidadosa planificación y un diestro uso de los medios modernos de comunicación y financiación.

En su mensaje con motivo del Ángelus del domingo posterior a los atentados del 7 de julio, Benedicto XVI expresaba su dolor por las víctimas de las explosiones de Londres. También tenía palabras para los terroristas implicados: «Recemos también por los terroristas, para que el Se
ñor toque sus corazones». El Papa invitaba a quienes fomentan sentimientos de odio a que cesaran. «Dios ama la vida, que ha creado, no la muerte», afirmaba. Un mensaje que todos esperamos que alcance su objetivo.

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ZENIT Staff

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