NUEVA YORK, lunes, 4 julio 2005 (ZENIT.org).- Según la Santa Sede, para asegurar la seguridad mundial es necesario ayudar a los estados más pobres a mejorar su situación.

Por este motivo, el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas, ha pedido que los países ricos sigan dando pasos en ayuda de los más pobres, reduciendo la deuda exterior de otras 38 naciones, después de las 18 sobre las que ya se ha anunciado un acuerdo.

Las palabras del representante papal resonaron el 1 de julio en Nueva York, en la Conferencia anual del «High-Level segment» del Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC).

La petición de la Santa Sede tiene lugar en vísperas de la cumbre de los jefes de Estado y de Gobierno del G-8 (los siete países más industrializados y Rusia), que se celebrará en Gleneagles (Escocia).

«La verdadera garantía de la seguridad mundial debe encontrarse en el desarrollo de los países más pobres del mundo y en el de los sectores más marginados de cada uno de estos países», afirmó monseñor Migliore.

«En otras palabras --añadió--, se trata de trabajar tanto sobre las desigualdades ya existentes dentro de los diferentes países, como sobre las que se dan entre Estado y Estado».

El arzobispo declaró que la Santa Sede «se alegra de asociarse a quienes apoyan el acuerdo alcanzado recientemente en Londres por los ministros de Economía del G8 para la cancelación de la deuda de 18 países pobres altamente endeudados».

«En las últimas décadas, la Santa Sede ha estado entre los promotores más explícitos de esta medida, como afirmó el difunto Papa Juan Pablo II, quien con frecuencia levantó su voz a favor de la cancelación de la deuda de los países más pobres del mundo», recordó.

Ahora bien, según el prelado, el acuerdo de Londres «no es más que una propuesta». Los líderes del G8 en Escocia tendrán que «tener en cuenta las peticiones de sus pueblos y de la sociedad civil y prever en sus legislaturas proyectos que lleven a la inmediata realización de las promesas del acuerdo».

«El observador permanente de la Santa Sede observó en su intervención que, mientras los países siempre están dispuestos «a defender y a promover todo lo que sea percibido como para sus intereses», no se da la misma disponibilidad en el caso de las «medidas financieras internacionales a favor de los países más pobres del mundo».

Las cantidades actualmente destinadas a las ayudas, de hecho, «son modestas, si se comparan con los copiosos gastos militares en el mundo y con los subsidios que los países industrializados pagan a los diferentes sectores de sus economías».

Estos últimos, denunció, son con frecuencia «responsables de graves distorsiones en los países más pobres».

Las medidas para la condonación de la deuda, «que se espera que adopten las instituciones financieras», son para monseñor Migliore «sólo el primer paso», ya sea porque «la medida en cuestión necesita ser extendida a unos 38 países altamente endeudados», ya sea porque «si la remisión de la deuda se realizara quitando recursos financieros a otros programas de ayuda», el mundo afrontaría una «situación peor que a la que se daba antes de las medidas adoptadas en Gleneagles».

Según el representante vaticano, «el inminente encuentro del G8 tiene que mostrar al mundo la magnanimidad y la amplitud de miras de sus líderes».