ROMA, viernes, 2 septiembre 2005 (ZENIT.org–El Observador).- Con 117 sacerdotes estudiando en las diversas universidades y ateneos pontificios de Roma, el Colegio Pontificio Mexicano es una muestra de la pujanza de la Iglesia católica en México y un compendio de la riqueza y diversidad del presbiterio de este país.
Fundado el 12 de octubre de 1967, el Colegio Mexicano ha estado, desde entonces, trabajando a su máxima capacidad; sin embargo, hoy enfrenta la necesidad de construir un auditorio, una biblioteca, una capilla, pues así lo demandan las nuevas exigencias de formación de los sacerdotes, tanto espiritual como académica.
Recién elegido rector, el padre Francisco Ramírez Yánez, junto con su equipo de formación –el Padre Gerardo González Farías, vicerrector; el padre Jorge Echegollen, prefecto de estudios y el padre Rogelio Alcántara, prefecto espiritual– responde en esta entrevista a las perspectivas de este centro de formación tan importante para México y América Latina, enclavado en el corazón de Roma.
–¿Cuál es la misión del Colegio Mexicano?
–Padre Ramírez: El Colegio es un animador para que el sacerdote, enviado por el obispo, profundice en alguna rama de la ciencia eclesiástica. Los sacerdotes que están aquí son, solamente, aquellos que son enviados por los obispos. La otra tarea es la de fortalecer la vida espiritual de los sacerdotes, con centralidad en la Eucaristía. El estudio no es una alternativa, sino que se inserta en la espiritualidad del sacerdote.
–Están representadas todas las diócesis del país?
–Padre Ramírez: Sí, pero hay varias regiones, como la de occidente, que tiene mucha más representación aquí en Roma que las regiones del norte o del sureste. De 87 diócesis que tiene México hay sacerdotes representativos de 48.
–¿Cuál sería la mecánica para traer a sacerdotes de diócesis pobres del país?
–Padre Ramírez: Eso le corresponde a los obispos mexicanos y la Comisión Episcopal Pro-Colegio Mexicano que preside el arzobispo de Monterrey, monseñor Francisco Robles. La idea sería facilitar becas para que sacerdotes de diócesis sin muchos recursos vinieran a formarse o a doctorarse a Roma. Por lo demás, si nosotros, aquí, hacemos un buen trabajo, eso inmediatamente animará en México.
–¿Están ustedes preocupándose por los resultados, por el «producto final» que le devolverán a las diócesis y a la Iglesia en México?
–Padre Ramírez: Claro, ésa debe ser nuestra principal tarea. Aunque, déjeme decirle que muchos sacerdotes de diócesis pobres que están ahora en el Colegio o que han pasado por él, son sacerdotes extraordinarios. Tiene mucho que ver la asimilación, por ejemplo, de la riqueza cultural que da el contacto con realidades como los pueblos indígenas de México.
–El sacerdote mexicano, ¿tiene alguna peculiaridad que pudiera compartir con los sacerdotes de otros países, con los sacerdotes europeos?
–Padre Ramírez: El sacerdote mexicano es portador de esta cultura tan característica del pueblo de México. Tiene una serie de ambivalencias, como nuestra cultura. Como cualidad principal, yo consideraría su apertura, su facilidad para entablar amistad, para adaptarse al medio. El sacerdote mexicano no es muy exigente, cuando va a las parroquias de Roma suele dejar la imagen de generosidad, responsabilidad y de trabajo en equipo. No sufre por integración.
–¿Hay sacerdotes de raíz indígena formándose en el Colegio Mexicano?
–Padre Ramírez: Para el curso 2004-2005 llegaron –por vez primera– dos sacerdotes de la prelatura de Mixes y otro sacerdote de la prelatura de Tlapa, en Oaxaca y Guerrero, respectivamente. Son lugares indígenas; dos de ellos son de origen indígena: uno habla el mixe, otro habla en náhuatl. Tenemos aquí un sacerdote que habla el maya…, en fin, estamos abriendo esta enorme posibilidad de formación de sacerdotes de raíces indígenas.
–¿Hay especialidades de formación que no se estén tomando en cuenta?
–Padre Ramírez: Estadísticamente, un buen número estudia Teología Dogmática, para impartir en los seminarios esta materia. Pero están surgiendo necesidades específicas, como Pastoral de la Salud, Matrimonio y Familia, Bioética… Sin embargo, creo que hay dos especialidades que no se están tocando como deberíamos tocarla en México: la comunicación social e institucional y la filosofía.
–¿Hay algún apoyo de parte de los laicos mexicanos para la formación de sus sacerdotes? ¿Tienen ustedes algún fondo de becas, por ejemplo?
–Padre Ramírez: No, no tenemos un fondo de becas y sería muy importante que lo hubiera. También sería fundamental que aplicáramos el principio de subsidiaridad: que seminarios o casas de formación de países ricos, tomaran en sus manos la colaboración con los de países pobres.
–¿No le parece que seguimos siendo muy parcos en la Iglesia católica de México para hablar con claridad de cuestiones financieras?
–Padre Ramírez: Sí, la verdad que sí. Aquí también valdría que las diócesis del país aplicaran el principio de subsidiaridad. No solamente ver hacia delante, sino ver hacia los lados.
–¿Cuál es el futuro que usted quisiera para el Colegio Mexicano?
–Padre Ramírez: Hemos venido comentando –con el equipo directivo– que deseamos que el Colegio sea capaz de crear las estructuras para que los sacerdotes alcancen a lograr el objetivo a lo cual vinieron. Sacerdotes que hagan su trabajo pastoral en el estudio. La estancia en Roma no debe ser un paréntesis, sino una continuidad. Lo que queremos es que la comunidad del Colegio Mexicano sea una fraternidad sacerdotal de ayuda y respeto, y que el rendimiento académico de los sacerdotes sea a la altura de las exigencias y los retos pastorales de nuestro país.