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- S. Em. R. Card. José SARAIVA MARTINS, C.M.F., Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos (CIUDAD DEL VATICANO)
- S. Em. R. Mons. Donald William WUERL, Obispo de Pittsburgh (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)
- S. Em. R. Card. Stephen Fumio HAMAO, Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes y los Itinerantes (CIUDAD DEL VATICANO)
- S. Em. R. Mons. Robert LE GALL, O.S.B., Obispo de Mende (FRANCIA)
- S. Em. R. Mons. Philippe GUENELEY, Obispo de Langres (FRANCIA)
- S. Em. R. Mons. John Patrick FOLEY, Arzobispo titular de Neapoli de Proconsolare, Presidente del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales (CIUDAD DEL VATICANO)
- S. B. R. Ignace Pierre VIII ABDEL-AHAD, Patriarca de Antioquia de los Sirios, Jefe del Sínodo de la Iglesia Siria Católica (LÍBANO)
- Revmo. P. Joseph William TOBIN, C.SS.R., Superior General de la Congregación del Santísimo Redentor
- S. Em. R. Mons. Bruno FORTE, Arzobispo de Chieti-Vasto (ITALIA)
- S. Em. R. Mons. Alberto GIRALDO JARAMILLO, P.S.S., Arzobispo de Medellín (COLOMBIA)
- S. Em. R. Mons. Salvatore FISICHELLA, Obispo titular de Voghenza, Vicohabentia, Obispo auxiliar de Roma, Rector Magnifíco de la Pontificia Universidad Lateranense en Roma (ITALIA)
- S. Em. R. Mons. Tadeusz KONDRUSIEWICZ, Arzobispo de Madre de Dios en Moscú (FEDERACIÓN RUSA)
- S. Em. R. Mons. Cristián CARO CORDERO, Arzobispo de Puerto Montt (CHILE)
- Revmo. P. Josep Maria ABELLA BATLLE, C.M.F., Superior General de los Misioneros Hijos del Corazón Inmmaculado de María (Claretianos)
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- S. Em. R. Card. José SARAIVA MARTINS, C.M.F., Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos (CIUDAD DEL VATICANO)
Entre los varios aspectos del Misterio eucarístico hay que subrayar, ante todo, su esencial dimensión pascual de la que habla en varios puntos el Instrumentum Laboris.
“No se puede separar la muerte de Cristo de su resurrección” (IL, 7). Pertenece, de hecho, también ella, al sacrificio Redentor de Cristo (Rm, 4, 24-25).´Él murió para resucitar. El Viernes Santo no tendría ningún sentido sin el Domingo de Resurrección. Jesús nunca separó estos dos eventos salvadores. Es más, Él afirmó siempre con extrema claridad el inseparable vínculo entre ellos.
Ahora bien, siendo la Eucaristía la re-actualización, en el tiempo y en la historia, del Sacrificio de Cristo, hace presente no sólo su muerte, sino también su resurrección (cf. IL, 8), el entero misterio pascual. Lo subraya con fuerza la Encíclica “Ecclesia de Eucharistia” cuando afirma que el “sacrificio eucarístico no sólo hace presente el misterio de la pasión y muerte del Salvador, sino también el misterio de la resurrección, que corona su sacrificio” (EdE, 14). La Eucaristía es, en otras palabras, el memorial de la Pascua de Cristo.
2. Y es precisamente en cuanto memorial de la Pascua de Cristo, por lo que la Eucaristía es “fuente y epifanía de comunión” (MND, 19) tanto en su dimensión vertical, es decir, en relación a Cristo, como en su dimensión horizontal, es decir, entre sus discípulos.
La Eucaristía es, antes que nada, la fuente de la más profunda, sublime y radical comunión con el Redentor. A la petición de los discípulos de Emaús para que se quedara con ellos, Jesús responde con un don mucho más grande: es decir mediante el sacramento de la Eucaristía, “encontró el modo de quedarse, no sólo con ellos, sino en ellos. Recibir la eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. “Permaneced en mí, como yo en vosotros” (Jn 15,4) (MND, 19).Pero la íntima y misteriosa comunión con Cristo realizada en la Eucaristía no se puede comprender ni vivir plenamente fuera de la “comunión eclesial”. La primera puerta abre necesariamente a la segunda. Ésta brota necesariamente de la aquélla. “La iglesia, se lee en la MND, es el Cuerpo de Cristo, se camina “con Cristo” en la medida en que se está “en relación con su Cuerpo místico” (MND, 20). El “Ut unum sint” de Cristo se realiza plenamente en la Eucaristía. Las primeras comunidades cristianas constituían un “un solo corazón y una sola alma” en virtud de la participación en el banquete eucarístico, en la “fractio panis”.
La Eucaristía, por tanto, al unir vitalmente a los hombres a Cristo, los une también entre ellos. El mismo Cristo se convierte, en la Eucaristía, en vínculo viviente entre los miembros de su Cuerpo. La Eucaristía abate todas las barreras culturales y sociales, para hacer de todos aquellos que la reciben una sola Comunidad de fe, de esperanza y de amor, para encaminarles hacia aquella unidad que encuentra su modelo y su perfección en la unidad de la misma Santísima Trinidad. Pero, además de ser fuente, la Eucaristía es también la epifanía o manifestación de la comunión de los fieles con Cristo y entre ellos (cf. MND, 19 ss). Nunca como en la celebración de la Eucaristía, la Iglesia es y aparece, tan perfectamente una, una koinonia, una comunión. La Iglesia es una porque una es la Eucaristía. El Concilio habla de “eclesiología de comunión”: se trata, obviamente, de una “eclesiología de comunión eucarística”, porque está enraizada en el sacramento del altar.
En este contexto, hay que subrayar también, el alcance fuertemente ecuménico de la Eucaristía. El verdadero ecumenismo, de hecho, no consiste tanto en el ir nosotros hacia nuestros hermanos separados o en el venir ellos hacia nosotros, sino en ir ellos y nosotros, bajo la guía del Espíritu, hacia Aquél que ha querido permanecer con nosotros bajo las especies eucarísticas.
Fuente y epifanía de la comunión eclesial, la Eucaristía no puede no ser igualmente fuente inextinguible de alegría: de aquella alegría pascual que brota del Señor Resucitado presente en la Eucaristía . Los primeros cristianos “partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios” (Hch 2, 46-47).
[Texto original: italiano]
- S. Em. R. Mons. Donald William WUERL, Obispo de Pittsburgh (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)
Nuestros esfuerzos catequísticos los llevamos a cabo en el contexto de un mundo altamente secularizado. Uno de los mayores cambios que nosotros afrontamos como seguidores de Cristo es la gran disparidad entre lo que vemos en la fe como horizonte de la vida y lo que la cultura secular ve como objetivo y fin de la existencia. Nuestra catequesis, sobre todo en lo que respecta a la justicia moral y social, no puede desconectarse del corazón de nuestra fe: la muerte y resurrección de Cristo y nuestra participación en este evento salvífico a través de la Eucaristía. Cualquier plan operativo pastoral o sugerencia que se planteen para la futura orientación del ministerio pastoral de la Iglesia, deberá subrayar el misterio fundacional de la presencia y la acción constantes de Cristo en la Eucaristía
[00024-04.03] [IN004] [Texto original: inglés]
- S. Em. R. Card. Stephen Fumio HAMAO, Presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes y los Itinerantes (CIUDAD DEL VATICANO)
En el actual panorama mundial asistimos a transformaciones tan grandes que da la impresión de que va a aparecer una nueva humanidad. Caen las fronteras nacionales, pueblos y razas se mezclan, se confrontan las culturas, se forman organismos internacionales, se quiere crear un derecho internacional, se busca la unificación social, política y, sobre todo, económica, conocida con el nombre de “globalización”.
De esta forma se va creando un mercado único mundial de mercancías y de ideas. Es una gran ventaja, evidentemente, pero este proceso conlleva también unos riesgos. La diversidad es, sin duda, fuente de riqueza, pero la desaparición de las fronteras no siempre coincide con la “globalización de la solidaridad”. Aparecen medidas cada vez más restrictivas hacia los inmigrantes y los refugiados; s
e adoptan políticas cada vez más severas para impedir a los más necesitados de los países pobres del mundo que participen del bienestar de los países ricos: la diversidad del extranjero se considera a menudo una amenaza, en vez de un beneficio de mutuo enriquecimiento.
La Iglesia Católica no sólo se ha “extendido en los cinco continentes”, sino que está en continuo movimiento y el sacramento de la Eucaristía se presenta como su centro de unificación, punto de convergencia, dimensión cualificada de acogida de las diversidades en la unidad.
Hombres y mujeres en movimiento, con sus propias modalidades, que han echado sus raíces en la cultura, en la tradición de sus ritos, en el uso de la lengua vernácula, en la devoción popular, encuentran en la celebración de la Eucaristía el punto central de su vida, a menudo fragmentada y alterada: es Jesucristo encarnado, muerto y resucitado, “todo entero... sustancialmente presente en la realidad de su Cuerpo y de su Sangre”. Por eso no es suficiente decir que la Eucaristía está en el centro de la comunidad cristiana, ¡también hay que decir que la Iglesia está en el centro de la Eucaristía!
La historia de la Salvación, en la que también las migraciones ocupan un puesto importante, tiene en su centro el sacrificio pascual del Hijo de Dios y su resurrección y, por tanto, la Eucaristía ocupa un puesto central. En fín, la Eucaristía tiende hacia el futuro escatológico, en tanto en cuanto pregustación del banquete del Reino, en el que la humanidad entera está llamada a participar. Ella nos lleva a vivir el “ya” y el “todavía no”, comprometiéndonos, en el presente histórico, en un adecuado y auténtico proceso de inculturación.
La Eucaristía, celebrada con y por nuestros hermanos y hermanas en movimiento, es un lazo de fraternidad y manantial de acogida, fuente de buenas obras, ya que nos conduce al testimonio de los valores evangélicos en el mundo, en la unidad de las tres dimensiones de la vida cristiana, es decir, liturgia-martyria-diaconia, para una nueva evangelización, nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión.
Y es aquí, entonces, cuando la Eucaristía manifiesta el significado de la existencia cristiana en la tierra como el momento en el que la Iglesia experimenta su estar en camino, “viandante”, “emigrante”, “peregrina”. La Eucaristía es, así pues, “el alimento de los peregrinos”, el sacramento del éxodo que continúa, el sacramento pascual, es decir, del “paso”, hasta alcanzar “la herencia eterna” del reino de Dios en la comunión de los Santos.
[Texto original: italiano]
- S. Em. R. Mons. Robert LE GALL, O.S.B., Obispo de Mende (FRANCIA)
El Instrumentum Laboris subraya en varios puntos cómo la Eucaristía es un don y un misterio (n. 12, 25, 34, 35, 48, 86) al que hay que acceder y hacia el que hay que orientar nuestra vida con humildad (n. 51) y en un espíritu de adoración (n. 65). En ese sentido, se insiste tal como el Papa Juan Pablo II en la Tertio Millennio Ineunte, sobre la “primado de la gracia” (n. 31).
Con este mismo espíritu, habría que mostrar mejor cómo en la Eucaristía Dios es el Protagonista que suscita nuestra acción y la engrandece. El n. 25 va en esa dirección, pero queda confuso. Sería oportuno observar con mayor atención las enseñanzas de la Sacrosantum Concilium en el n. 7, que expresan con claridad la teología de la liturgia.
La riqueza del n. 7 de la Sacrosantum Concilium consiste en retomar la definición de la liturgia propuesta por el Papa Pío XII en la Mediator Dei completándola: el culto orienta al hombre hacia Dios gracias al Hombre-Dios que nos conduce al Padre; es la línea ascendente. Pero la línea descendente, (cf. Dies Domini, n. 43), por la que Dios viene a nosotros a través de la Encarnación Redentora, siempre viene antes: el Concilio la llama “santificación”, mientras la línea ascendente, justamente, se llama culto integral ejercido por el entero Cuerpo místico.
Para la calidad de nuestras celebraciones es muy importante que se perciba claramente esta articulación en el Opus Dei -expresión que se repite a menudo en los primeros números de la Sacrosantum Concilium - entre el opus Dei facientis y el opus Ecclesiae, entre lo que Dios hace para nosotros, con nosotros, y lo que nosotros hacemos para Él, con Él. Es precisamente el sentido de la doxología de la Oración Eucarística, suerte de cumbre de la Misa. Se trata de una clave de toda vida espiritual, donde el primado de la gracia suscita lo mejor de nuestra libertad. Si “damos gracias” es porque recibimos la gracia.
[Texto original: francés]
- S. Em. R. Mons. Philippe GUENELEY, Obispo de Langres (FRANCIA)
Una de las principales preocupaciones de los Pastores en las comunidades cristianas es la iniciación a la Eucaristía. Esta iniciación se relaciona con los niños que se preparan para la primera comunión, así como también a los jóvenes y adultos a los que se les propone un recorrido catecumenal adecuado a su edad, que les conduce progresivamente a la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana y, entre éstos, está la Eucaristía.
Ahora bien, al vínculo entre el bautismo y la Eucaristía no ha sido destacado suficientemente y el mantenimiento de la práctica se hace difícil luego de esta primera participación.
Es de esperar que el Sínodo insista sobre la relación estrecha entre el bautismo y la Eucaristía para que aparezca como cumbre de la vida bautismal. Con los niños pequeños que han sido bautizados en los primeros años de edad se necesita una mistagogia para que tomen conciencia que la Eucaristía tiene raíces en su condición de bautizados y alimenta realmente la vida bautismal. Para los jóvenes y adultos, es oportuno que en el período de iniciación a los sacramentos, la preparación no se focalice únicamente en el bautismo y que la iniciación a la Eucaristía se realice conjuntamente a la del Bautismo. Es aconsejable proponer a los catecúmenos que asistan a las celebraciones eucarísticas antes de participar plenamente a través de la comunión.
El contexto familiar y social es tal que existe una cierta ignorancia sobre lo que es la Eucaristía. Si la práctica eucarística es débil, quizás sea porque el significado de la Eucaristía no ha sido descubierto. Se necesita proponer celebraciones que preparen a la Eucaristía, así como implementar una auténtica pedagogía.
Con respecto a la preparación para el sacramento de la confirmación hemos realizado en nuestras diócesis un esfuerzo importante que nos ha dado buenos frutos. ¿No sería oportuno inspirarse a lo que se hace a favor de la Confirmación para iniciar la Eucaristía?
[Texto original: francés]
- S. Em. R. Mons. John Patrick FOLEY, Arzobispo titular de Neapoli de Proconsolare, Presidente del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales (CIUDAD DEL VATICANO)
Quisiera pedir a los Obispos del mundo que saquen provecho de la posibilidad de transmitir por televisión la liturgia y que presten mucha atención a la manera en que esas liturgias televisadas se celebran.
En muchas diócesis, y, a decir verdad, en muchas naciones, existe ya una tradición de televisar la liturgia del domingo y de los días de precepto. Por las visitas que he realizado a muchos países y por los muchos vídeos que he visto, puedo testimoniar que la mayoría de estas liturgias televisadas se celebran de manera respetuosa y reflejan una cuidadosa preparación. Aunque ocasionalmente habrá celebrantes que individualmente se alejen de las normas litúrgicas de la Iglesia, y esto puede llevar cuanto menos a desorientar, si no incluso a deseducar a algunos telespectadores, y dar la impresión a algunos sacerdotes y a la gente que esté justificado distanciarse de las normas litúrgicas porque lo han visto en la televisión.
Las liturgias televisadas deberían ser consideradas normativas, por lo que cabe esperar de las celebraciones locales de la Eucaristí
a. El respeto de parte del celebrante y de los participantes, la fidelidad a las normas litúrgicas de la Iglesia, la calidad de la música y la participación de los fieles deberían ser modelos de servicio litúrgico, iluminantes para el fiel y edificantes para aquéllos que no comparten nuestra fe, pero que pueden estar viendo o escuchando, incluso por curiosidad. Aunque asistir a una liturgia televisada no satisface la obligación del domingo, sin embargo, debería ayudar a profundizar la vida espiritual de cada uno. La transmisión de una liturgia no es solamente un servicio para el enfermo y el anciano que no pueden asistir en persona a la Misa. Mirarla puede ser una adecuada preparación a la participación personal en la liturgia del Domingo o bien puede ser un momento en el que continúan la acción de gracias y la reflexión para el fiel que ha vuelto a casa después del rito.
Es interesante notar que el programa religioso regularmente programado más seguido en todo el mundo es la transmisión de la Misa de Medianoche en Navidad presidida por el Santo Padre, que se ve en unas 75 naciones aproximadamente. Un buen número de personas, incluídos los Protestantes, han dicho que esta transmisión desde Roma se ha convertido en una tradición navideña para ellos, y familias enteras se reúnen alrededor del televisor para estar unidos en oración con el Santo Padre. Mientras algunos países de Europa occidental no transmiten esta celebración y prefieren transmitir las liturgias locales, dirigentes de televisiones de un cierto número de estados en América, Asia y África nos han manifestado su alegría por recibir este programa del Vaticano. Con la liberalización de los medios de comunicación social en Estados Unidos, la Misa de Medianoche en Navidad, desde el Vaticano, es el único, repito, el único programa religioso regularmente transmitido por la principal red de televisión.
La cobertura, a nivel mundial, de parte de los medios de comunicación social de las celebraciones litúrgicas en Roma en el pasado mes de abril fue, naturalmente, mucho mayor respecto a la de las transmisiones de Navidad, de Semana Santa y de Pascua, pero las oportunidades que hay en los países y en las ciudades del mundo para transmisiones televisadas litúrgicas de frecuencia semanal o al menos ocasional son extremamente importantes para contribuir a satisfacer el hambre espiritual de millones de personas que desean identificarse con Jesús, el camino, la verdad y la vida. ¡Gracias!
[Texto original: inglés]
- S. B. R. Ignace Pierre VIII ABDEL-AHAD, Patriarca de Antioquia de los Sirios, Jefe del Sínodo de la Iglesia Siria Católica (LÍBANO)
Algunas de las primeras comunidades sirias de Antioquía surgieron de las comunidades judeo-cristianas de Jerusalem de Antioquía y de la Mesopotamia. Por esto, pasados al cristianismo los cristianos de Antioquía no se alejaron de sus antiguas tradiciones , en especial de las fiestas hebreas, como la Pascua o Pesah, en lengua hebrea, o Feshjo, en arameo. En el Señor ellos han individualizado al auténtico Cordero Pascual y enseguida establecieron, en sus meditaciones, algunos paralelismos entre el cordero pascual de Egipto y el Cordero pascual de Jerusalem, que fue Jesucristo en la cruz, inmolado ya , como un anticipo, en el Cenáculo.
San Efrem ha desarrollado tal paralelismo escribiendo:
“En Egipto fue derramada la sangre del cordero para la liberación del pueblo y en Sión fue derramada la sangre del Cordero de la verdad. Contemplando estos dos corderos constatamos sus semejanzas y sus divergencias. El cordero de Egipto fue como un misterio en la sombra, mientras el Cordero de la verdad es su realización.
El Cordero pascual, Jesucristo, con su sangre ha salvado al pueblo de sus errores, como el cordero de Egipto, donde fueron ofrecidos millares , pero sólo uno ha salvado a Egipto. Muchos corderos fueron ofrecidos, pero uno sólo ha cancelado el error. En Egipto el símbolo, pero en la Iglesia la realidad.
El pan que el Señor comió con los discípulos en la Pascua, en la Pesah, y que partió, sustituyó el pan ácimo que provocó la muerte a cuantos lo comieron.
La Iglesia nos dona el Pan de Vida como sustitución del pan ácimo donado en Egipto. María nos ha donado el Pan de Vida en sustitución del pan de fatigas donado por Eva”.
En esta espiritualidad la Iglesia siria vive cada domingo del año el Misterio Pascual, excepto durante los domingos de Adviento y de Cuaresma. Es hacia la Eucaristía que se dirigen los fieles para obtener la purificación de los pecados y el “consuelo de Vida”.
Pascua, Pesho, tiene el doble significado de paso y alegría. La Eucaristía, Pan de Vida, alegría Pascual, causa la alegría de los creyentes. El Dios Omnipotente desciende y es llevado por los pobres seres humanos. Como dice la anáfora de Santiago, “Es la Uva de Vida que quienes lo crucificaron han pisoteado sin probarla y que los creyentes han recibido sin cansarse. Es el Pan Celestial que no produce hambre a cuantos lo comen y es la Bebida espiritual que no da sed a quien la bebe”.
Antes de recibir el Pan Celestial, la comunidad de los fieles reza al Señor para que les done labios puros para recibir su Cuerpo y que le conceda alegrarse en su Sangre. Ofreciendo el Cuerpo y la sangre de Cristo, el sacerdote dice a quien comulga: “ que la braza purificadora del Cuerpo y de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo sirva para la remisión y el perdón de tus pecados”.
Así la Eucaristía se vive siempre como un Misterio pascual en la Iglesia Siria de Antioquía.
[Texto original: francés]
- Revmo. P. Joseph William TOBIN, C.SS.R., Superior General de la Congregación del Santísimo Redentor
El punto del cual deseo partir es la discusión de la relación entre Eucaristía y Penitencia tratado en el Nº 23 del Instrumentum Laboris.
El Instrumentum Laboris con frecuencia se refiere a la relación entre Eucaristía y Penitencia, y muchas veces la relación entre los dos sacramentos es presentada como motivo de preocupación. ¿Cómo podemos ayudar a las personas para que vuelvan a tener afecto por el sacramento de la Penitencia y apreciar el don de la Eucaristía como suma motivación para amar a Dios que se ha donado por nosotros?
Individualizaré cuatro niveles de este problema, es decir, la comprensión eclesial, sacramental, moral y jurídica de la Eucaristía y de la Penitencia.
Debemos afrontar problemas muy graves en lo que se refiere a la tensión entre celebración de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Deberemos partir de la dimensión eclesial de los dos sacramentos para después continuar con una presentación sacramental adecuada de ambos. A la luz de estos dos aspectos fundamentales, podemos pasar a las cuestiones sociales y a los problemas jurisdiccionales implicados. Es éste un camino mejor , y más fiel a la Escritura y a la Tradición, que la tendencia a comenzar con los aspectos morales y disciplinarios, que podrían provocar inútilmente divisiones en la Iglesia. Las realidades humanas de ambos sacramentos son importantes, pero no tan fundamentales como el hecho que los sacramentos reciben su significado más profundo del Misterio Pascual de Cristo, que es la clave para comprender la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía y la liberación de los vínculos de los pecados graves a través del sacramento de la Penitencia.
[Texto original: inglés]
- S. Em. R. Mons. Bruno FORTE, Arzobispo de Chieti-Vasto (ITALIA)
El capítulo II de la Parte I del Instrumentum Laboris está dedicado al tema Eucaristía y comunión eclesial: en especial el Nº 11 trata sobre el misterio eucarístico como “expresión de unidad eclesial”. En otros pasajes se aborda la relación entre Eucaristía e Iglesia: en el Nº 14 se habla de la unidad eucarística como manifestación de la unidad eclesial o en el Nº 49 de la celebración de la Eucaristía como “acto de la Iglesia en su universalidad, anterior a cualquier distinción particular o l
ocal”. No obstante estas puntualizaciones, me parece que se ven poco valorizadas las potencialidades de la eclesiología eucarística, de esa relación, es decir, entre Eucaristía e Iglesia, que ha sido concebida por la gran Tradición cristiana como constitutiva y esencial para el ser y el actuar de la Iglesia misma. Es por ello que considero importante solicitar y proponer que se profundice en esta dirección: baste sólo pensar que la antigüedad cristiana designaba con la misma expresión “Corpus Christi” al cuerpo histórico, al cuerpo eucarístico y al cuerpo eclesial de Cristo, mostrando así las profundas conexiones del misterio de la unidad salvífica en todos sus aspectos. Se puede afirmar que por la conciencia de la Iglesia indivisa desde el primer milenio, la unidad eucarística en la multiplicidad de las celebraciones representa eficazmente la unidad Catholica en la multiplicidad de las comunidades locales celebrantes bajo la presidencia de sus Obispos: la “pericoresi eclesiológica” - imagen y semejanza de la de las divinas Personas - es participada a la Iglesia mediante el don de la Eucaristía. Camino privilegiado para expresar y realizar esta “pericoresi” eclesiológica han sido en la gran Tradición católica los sínodos y los concilios, que en la Iglesia antigua tenían siempre una relación explícita y constitutiva con la Eucaristía. Se nos pregunta cómo en el Sínodo de los Obispos esta “sinodalidad” o “colegialidad” de los Obispos “cum Petro et sub Petro”, fundada y expresada en la “communio” eucarística de las Iglesias en la única Iglesia, pueda ser mejor manifestada y realizada . Le corresponde, además, al Obispo de la Iglesia que preside en el amor, al Papa, indicar o establecer otras formas posibles que favorezcan el ejercicio de la colegialidad episcopal a la luz de la “communio” generada por la asamblea eucarística.
[Texto original: italiano]
- S. Em. R. Mons. Alberto GIRALDO JARAMILLO, P.S.S., Arzobispo de Medellín (COLOMBIA)
La familia fue siempre preocupación fundamental en la vida y el Magisterio de Juan Pablo II. Guiados por su enseñanza meditamos tres puntos.
1.- CRISTO INVITADO A LA FAMILIA.
Como en Caná, Cristo se hace presente. Será el garante de los compromisos de los esposos, será el compañero de toda la vida de la familia. Será el Pan vivo que asegura la vida: los esposos lo harán compañero de camino como los discípulos de Emaús.
2.- LA EUCARISTÍA Y EL MATRIMONIO
Cuando se celebra el sacramento del matrimonio en la Santa Misa "este sacramento sirva para indicar, como paradigma del amor cristiano, el amor de Jesucristo, que en la Eucaristía ama a la Iglesia como a la Iglesia como su esposa hasta dar la vida por ella" Documento de trabajo 19).
3.-DOS MOMENTOS PRIVILEGIADOS
● La Primera Comunión de los hijos. De tal manera que se vaya edificando una experiencia de Eucaristía desde los primeros años.
● La Santa Misa Dominical.- Que será para la familia: luz, alimento de la unidad familiar, fuerza de envío misionero dentro y fuera de la familia.
La familia es "Iglesia doméstica". La Eucaristía edifica la familia, la familia hace la Eucaristía.
[Texto original: español]
- S. Em. R. Mons. Salvatore FISICHELLA, Obispo titular de Voghenza, Vicohabentia, Obispo auxiliar de Roma, Rector Magnifíco de la Pontificia Universidad Lateranense en Roma (ITALIA)
Se interviene en referencia al Nº 3 y al Nº 10 del Instrumentum Laboris donde, repetidamente, surge el problema del contexto contemporáneo en cuyo interior se encuentra la celebración y la comprensión del misterio eucarístico.
La primera nota con la que conviene confrontarse es el profundo cambio cultural en acto. Es importante subrayar que la Eucaristía es fuente de cultura y espacio en cuyo interior se encuentran los comportamientos personales y sociales que manifiestan el estilo de vida del creyente. El gran desafío para los cristianos en los próximos decenios es el de un renovado estilo de vida, que vuelva a poner en el centro de su existencia el misterio eucarístico. Para que esto suceda es importante recuperar algunos elementos que son propios de la Eucaristía:
1. La educación a la belleza que se articula en diversos niveles: por parte del celebrante, para que comprenda el valor de la acción litúrgica, de los signos que la componen y el lenguaje evocativo que poseen; por parte de cuantos tienen a su cargo la construcción de las iglesias, para que no cedan a ideologías que tienden a oscurecer su presencia en el territorio o a crear un espacio híbrido que trivializar la percepción de lo sagrado. Es determinante recuperar un lenguaje que por su misma naturaleza haga comprender el valor del lugar donde se celebra la Eucaristía y su sentido profundo.
2. En un período como el nuestro, cargado de una cultura que impone la adquisición de todas las cosas sólo en virtud del deseo de posesión o, viceversa, que pretende tal derecho sólo por el hecho de ver actuado un deseo, la Eucaristía indica cómo ubicarnos frente a lo esencial de la vida a través de un comportamiento que es importante por la gratuidad. Sin este nuevo descubrimiento difícilmente se podrá pensar que en el futuro se puedan alcanzar objetivos que le den calidad a la existencia personal y que creen progreso para la historia de la humanidad en su conjunto.
3. La Eucaristía puede ser fuente de cultura que vuelve a proponer el sentido del sacrificio como ofrenda de libertad. Es inútil ocultar que en nuestros días la libertad aún se encuentra amenazada por el engaño de que sólo puede actuarse haciendo lo que se quiere. La Eucaristía se convierte en una verdadero desafío en el plano de la puesta en práctica de la libertad. Ella, de hecho, dice que la libertad se realiza allí donde se da la renuncia a decidir sobre sí mismo para dar lugar al otro en el amor.
4. La Eucaristía, finalmente, puede educar a una cultura que lleve a comprender cada vez mejor la participación de los creyentes para la construcción del mundo. Hasta la venida del Señor estamos llamados a hacer partícipes a todos del misterio que celebramos. Esto requiere la capacidad de transformar el mundo en manera tal, que cada uno pueda expresarse a sí mismo del mejor modo. Esto requiere la posibilidad de saber ir al encuentro del otro, compartiendo su camino de búsqueda de la verdad y convirtiéndose para cada uno en compañero de viaje; respetando los tiempos de cada uno, de todas maneras, el creyente sabrá indicar el camino para encontrar la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido.
[Texto original: italiano]
- S. Em. R. Mons. Tadeusz KONDRUSIEWICZ, Arzobispo de Madre de Dios en Moscú (FEDERACIÓN RUSA)
La reforma litúrgica ha permitido una participación más consciente, activa y fecunda de los fieles a la Eucaristía. Pero, junto con los aspectos positivos también ha tenido otros negativos. La insuficiente disciplina y conciencia litúrgica en la celebración de la Eucaristía influye negativamente también sobre las relaciones ecuménicas. La violación de las normas litúrgicas ofusca la fe y la doctrina de la Iglesia sobre la Eucaristía, y lleva a la traición de la regla “Lex orandi - Lex credendi”.
La Eucaristía se encuentra en el corazón de la fe cristiana, que sufre sobre todo por desnaturalización de la Eucaristía. El Papa Benedicto XVI hace un llamado a la devoción eucarística y a la expresión valiente y clara de la fe en la presencia real del Señor, sobre todo en su solemnidad y corrección. Por lo tanto es necesario aceptar el hecho que la Liturgia tiene un carácter “establecido desde lo alto y no libertario”, que por su esencia ella es “incorruptible”, que “los signos visibles empleados en la Liturgia para evidenciar las realidades divinas han sido elegidos por Cristo o por la Iglesia”. La alteración de la vida litúrgica, por lo tanto, requiere la aprobación de un nuevo documento doctrinal que acentúe la observancia de las normas l
itúrgicas.
Cristo no debe sufrir a causa de los abusos en la celebración de la Eucaristía, que siempre debe ser acogida y vivida por los fieles como “sacrum”, como renovación misteriosa del Sacrificio de Cristo, como Su energía salvífica que transforma al hombre y al mundo, como fortalecimiento de la fe y fuente de moralidad.
[Texto original: italiano]
- S. Em. R. Mons. Cristián CARO CORDERO, Arzobispo de Puerto Montt (CHILE)
Mi intervención se refiere a dos puntos. Primero, la relación entre Eucaristía y Penitencia, y segundo, Eucaristía y Pastoral Vocacional.
1) La relación entre Eucaristía y Sacramento de la Penitencia está tratado en el Instrumentum Laboris en los nn 22-24 y al hablar de la Eucaristía, fuente de la moral cristiana (nn. 72-74).
El "Año de la Eucaristía" ha traído en Chile notorios frutos espirituales y pastorales en la vida de la Iglesia, que se proyectan, de una u otra forma, a la vida de la sociedad. Ha sido providencial que coincida este Año con la canonización del P. Alberto Hurtado, quien fue un hombre eucarístico y social.
Mi proposición es que, dada la estrecha relación teológica, espiritual y pastoral entre Eucaristía y Sacramento de la Penitencia, y habida cuenta de las sombras en el campo de este último sacramento, se dedique un año al Sacramento de la Penitencia, teniendo como puntos fundamentales:
a) El sentido de Dios vivo y verdadero su eclipse en la cultura moderna
b) La necesidad de salvación y el anuncio de Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo
c) El sentido del pecado, que está disminuido o anulado, a consecuencia del olvido de Dios y del relativismo moral
d) La conversión y la virtud de la penitencia
e) La dirección o acompañamiento espiritual
f) La celebración del Sacramento de la Penitencia como encuentro del pecador que se convierte de su miseria y de Dios que, en su misericordia en Cristo, lo acoge y perdona
g) Las condiciones para recibir la S. Comunión
h) La vida nueva en Cristo, como discípulos de El y miembros de 1 a Iglesia
2. Con respecto a la relación entre Eucaristía y Pastoral vocacional, propongo que en el "Año de la Penitencia" se motive y forme a los sacerdotes para realizar dirección espiritual de los jóvenes y dar tiempo al sacramento de la Reconciliación que, junto con la Eucaristía son fundamentales en la dirección espiritual.
[Texto original: español]
- Revmo. P. Josep Maria ABELLA BATLLE, C.M.F., Superior General de los Misioneros Hijos del Corazón Inmmaculado de María (Claretianos)
El número 25 del Instrumentum Laboris constata la necesidad de que la celebración de la Eucaristía llegue a "formar personas y comunidades eucarísticas que amen y sirvan, como Jesús en la Eucaristía". En el fondo, se está diciendo que quienes se reúnen para celebrar la Pascua del Señor sean, en medio de la sociedad, memoria y signo vivo del Señor que da la vida.
Sin embargo, con frecuencia, no ocurre así. En la celebración se ha vivido un momento hermoso, pero la vida sigue por su camino, movida por otras preocupaciones, incapaz de asumir las exigencias que brotan de la Eucaristía que se ha celebrado. La celebración no se hace espiritualidad en la vida de los fieles ni se convierte en dinamismo misionero. Se observa una cierta dicotomía vida y Eucaristía El Sínodo debería analizar las causas de esta situación para poder ofrecer respuestas pastorales adecuadas. Apunto algunas apreciaciones en este sentido. 1. En un ambiente cultural de cierta superficialidad como el que observamos con frecuencia, la Eucaristía puede convertirse en uno más de esos acontecimientos que se suceden sin dejar mayor impacto en las personas. Sin una vida vivida con intensidad y profundidad no es posible vivir la Eucaristía significativamente. La pastoral eucarística ha de tener muy presente esta dimensión antropológico-cultural.
2. Se percibe la necesidad de una conexión más explícita entre la celebración de la Eucaristía y la vida concreta de las personas que participan en ella. De hecho, lo pide el número 71 del Instrumentum. Para ello es necesario resaltar más en la catequesis eucarística y en la misma celebración aquellos elementos que ayuden a encontrar esta conexión. La experiencia de las comunidades ec1esiales de base y de otras iniciativas semejantes nos iluminan sobre este punto. 3. Un tercer aspecto tiene que ver con el lenguaje, los signos, la misma estructura de la celebración y su modo de realizarla. A veces da la impresión que hemos resaltado demasiado la dimensión cultual en menoscabo de la de "Memoria y "Mesa compartida". Con ello se pierde bastante de la fuerza provocadora que tiene la memoria de la Pascua de Jesús y de la exigencia de fraternidad que surge del compartir la mesa del Señor. Deberíamos buscar, en cada contexto cultural, el modo de resaltar estas dimensiones tan fundamentales para que el dinamismo de la Eucaristía transforme la vida de los fieles y sea fermento de cambio en la historia concreta de los pueblos.
[Texto original: español]
[Las traducciones han sido realizadas por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos]