OSLO, miércoles, 19 octubre 2005 (ZENIT.org).- Con experiencia política en su perspectiva teórica y práctica, Janne Haaland Matlary alerta de la amenaza del relativismo para los derechos humanos y de la consecuencia de que éstos se transformen en objeto de una continua manipulación.

Ex ministra de Exteriores de Noruega, Matlary compartió con Zenit parte del contenido de su libro «When Might Becomes Human Right» («Cuando la fuerza se convierte en derecho humano») de próxima aparición, analizando también el uso de conceptos como «tolerancia» o «políticamente correcto».

Actualmente Matlary, de 48 años, es profesora de ciencia política en la Universidad de Oslo, miembro del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz y consultora del Consejo Pontificio para la Familia.

--¿Qué le ha llevado a interesarse por este tema y a escribir un libro? ¿De qué forma el cardenal Ratzinger contribuyó a formar su interés y a espolear su investigación?

--Matlary: Siempre me ha interesado la relación entre ética y política, y procediendo de una cultura política con una fuerte perspectiva positivista del Derecho y la política he intentado introducir en los Estados nórdicos la tradición del derecho natural.

El cardenal Ratzinger es el principal pensador europeo en la materia y le he podido conocer a través de mi interés en el tema.

De hecho él iba a escribir el prefacio a este libro, como escribió la introducción a la historia de mi conversión, «Una elección de amor», y me aconsejó sobre el libro actual con útiles referencias bibliográficas, etcétera. Pero fue elegido Papa y tiene responsabilidades por el mundo entero, una labor que naturalmente no implica escribir introducciones a libros.

--Somos educados para respetar los derechos de cada persona. ¿Cuál es su preocupación respecto al debate sobre los «derechos humanos»?

--Matlary: Se trata en particular del relativismo, que mina los derechos humanos. En Noruega un médico sostiene que es contrario a los derechos humanos que los niños tengan que hacer tareas en casa porque no deberían trabajar fuera del horario escolar. Algunas ONG reivindican los «derechos humanos» para los animales, etcétera.

Los derechos humanos se han convertido en la ideología laica global, y eso está bien. Pero cuando se transforman en objeto de una continua manipulación enfrentamos un problema tremendo. De hecho, el debate de Ratzinger sobre la «tiranía del relativismo» nunca ha sido más actual.

--Usted sostiene que la actividad política solía ser la actividad humana más noble e importante porque se preocupa del bien de toda la sociedad humana. ¿Cómo nos hemos alejado de este planteamiento del ámbito político? ¿Considera posible que volvamos a este ideal?

--Matlary: Siempre es posible regresar al sentido correcto de la política, si bien también es verdad que actualmente hay muy pocos signos de ello. Hacer esto requiere capacidad política y una formación en este campo.

Hoy el ideal del «summum bonum» raramente es respaldado, pero el ideal del incremento del poder propio por razones egoístas se ve a menudo. Este será el tema de la sesión de noviembre de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, donde hablaré de ello más.

--¿De qué forma, en su opinión, una sana antropología puede representar la clave para el hombre contemporáneo, y dónde podemos acudir para comprender a la persona humana por lo que ella es?

--Matlary: La tradición proviene de Platón y Aristóteles, pasando por Santo Tomás y el personalismo moderno.

Toda la tradición europea es unánime al considerar las virtudes y los defectos como elementos constitutivos de la naturaleza humana. Hasta Macchiavelli lo hace; él observa que la moral política y la moral privada no coinciden, pero sostiene los ideales del hombre virtuoso.

Actualmente la postura dominante en Occidente es que la cuestión de la naturaleza humana no tiene sentido, porque está basada en una noción insostenible relativa a la ontología y a la epistemología, esto es, que algo existe objetivamente.

--¿Cuando hablamos de sistemas políticos como la democracia, nos referimos simplemente al modo de organizar la sociedad, a un método de gobierno, o existe algo más profundo en la base?

--Matlary: Esencialmente se trata sólo de un procedimiento, pero éste presupone algunos valores que están objetivamente presentes: igualdad ante la ley, fundamentos objetivos del derecho, separación de poderes, tolerancia ante opiniones distintas, etcétera.

En resumen, presupone un verdadero «Rechtsstaat» (Estado de Derecho), y esto a su vez significa que los derechos fundamentales, que el alemán llama «Grundrechte» y que hoy son los derechos humanos, sean definidos de manera objetiva.

--En una sociedad confusa y atea, ¿es posible comenzar a definir una serie de derechos humanos universales? ¿Esta naturaleza humana común es cognoscible por parte de la razón humana?

--Matlary: Lo que sostengo es que la alternativa mina la democracia a cuyo servicio se ponen los derechos humanos, esto es, que definir los derechos humanos de forma totalmente subjetiva lleva al «might makes right» (la fuerza hace el derecho).

¿Es posible definir los derechos humanos de manera objetiva? Soy pesimista. Tal vez será necesario que antes se verifiquen las consecuencias más extremas de la actual evolución, para que después el péndulo pueda regresar.

Mi libro sencillamente analiza este dilema, contrastando la actual tendencia mediante un planteamiento de los derechos humanos fundado en la ley natural.

--¿Podría hablar más de la paradoja europea, la diferencia entre los derechos promulgados por estos países y los que se ponen por obra? ¿No le parece que están inventando un número cada vez mayor de derechos? ¿Y con qué objetivo?

--Matlary: Actualmente los derechos humanos son definidos en procesos políticos de los poderosos, y mucha de esta definición es buena. Hay definiciones estándar de los principales derechos políticos que todos nosotros compartimos.

Pero cuando se trata de la familia, de los derechos reproductivos, etcétera, todo esto se convierte en objeto de fuertes críticas. E imponemos las definiciones que tienen el consenso de la opinión pública –o a veces ni siquiera eso-- al resto del mundo

--¿Qué piensa de los conceptos «políticamente correcto» y «tolerancia»?

--Matlary: «Políticamente correcto» se refiere a las tendencias actuales que dominan en los medios de comunicación y en la opinión pública, que son muy a menudo bastante represivas. Es difícil disentir de lo políticamente correcto, y su coste es la marginación y frecuentemente el vilipendio.

La tolerancia implica que uno es consciente de lo que uno mismo admite, y por lo tanto, de lo que uno no admite y hacia lo que en consecuencia debe ser tolerante. La cuestión aquí es ser tolerante respecto a lo que a uno le resulta desagradable --la esencia de la frase de Voltaire «discrepo absolutamente de lo que admites, pero moriré por tu derecho a admitirlo».

Hoy constatamos que las personas y los grupos más intolerantes se creen tolerantes, pero su tolerancia en realidad se extiende sólo a las cosas que ellos comparten.

--¿Adónde se dirige la tendencia de los «derechos humanos», en su opinión?

--Matlary: Simplemente crecerá; ya es la biblia laica de la política. Esto es plausible, porque los verdaderos derechos humanos son realmente liberadores para todas las personas. Sin embrago, como he mencionado, advierto del relativismo que los acompaña.

Los derechos humanos presuponen lógicamente poder ser definidos y por lo tanto defendidos contra perspectivas mayoritarias y contra e l poder político.

--¿Qué pueden hacer los católicos para respaldar una comprensión objetiva de los derechos y de la naturaleza de la persona humana?

--Matlary: Estar activos en la vida pública: en la prensa, en la escuela, en la política. Es un deber para todos los ciudadanos y un deber subrayado por la doctrina social de la Iglesia.