ROMA, jueves, 27 octubre 2005 (ZENIT.org).- La Buena Noticia del Evangelio no «es una mercancía de contrabando que hay que esconder», sino una realidad que hay que predicar abiertamente, considera el cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

En una conferencia dictada este miércoles sobre el tema «La Iglesia católica hoy y las religiones del mundo», el purpurado, antiguo presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, recordó que el diálogo con los creyentes de otras religiones forma parte del mandato misionero de Cristo a la evangelización

«Llega un momento en el que tenemos que anunciar a Jesús», pues «ante Dios tenemos la obligación de buscar la verdad religiosa», subrayó.

Esta verdad consiste en el hecho de que «Jesucristo es el único salvador de toda la humanidad», aclaró el cardenal nigeriano.

Con su conferencia inauguró el master en «Iglesia, ecumenismo y religiones», que ofrece la Facultad de Teología del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum».

«Sólo hay un Dios, sólo hay un mediador entre Dios y la humanidad», añadió al dirigirse a los estudiantes de los diferentes continentes de este nuevo master, recordando que Jesús instituyó la Iglesia como «camino ordinario para la salvación».

La salvación, reconoció, «es una iniciativa divina» a la que «estamos llamados». No somos nosotros quienes «comenzamos la aventura», sino que es Dios, pues «sin la gracia nadie se salva».

Si bien el proyecto divino de salvación incluye a toda la humanidad y es posible salvarse siendo miembros de otras religiones, no hay que olvidar, advirtió, que se trata de «la salvación de Jesús salvador».

Por este motivo, aclaró, aunque los interesados no le conozcan, cuando lleguen al cielo se encontrarán con esta «dulce sorpresa».

¿De dónde viene, entonces, la necesidad de los misioneros?, se preguntó el cardenal. La Iglesia católica ha recibido «el mandato divino de ir por el mundo entero».

No basta solo «tener la posibilidad de la salvación», siguió aclarando, es necesario también «recibir los medios para la salvación en su plenitud y abundancia» y «sólo en la Iglesia podemos encontrar todos estos medios».

Reconociendo la «importancia fundamental del diálogo y de la colaboración entre las religiones», el prelado recordó la necesidad de defender y promover la identidad cristiana y católica de los países europeos.

Hay personas que «quieren destruir la identidad religiosa de algunas naciones» para las que el elemento cristiano ha sido fundamental, denunció.

Al mismo tiempo, reconoció, el cristianismo en estos países se ve amenazado por los mismos bautizados que son «demasiado liberales», «no saben lo suficiente sobre el cristianismo» y «son relativistas en materia religiosa».

Esto permite que otras religiones o sectas penetren fácilmente, quitando fieles a la Iglesia, concluyó.

La conferencia del cardenal Arinze tuvo lugar en vísperas de los cuarenta años de la publicación de la declaración del Concilio Vaticano II «Nostra Aetate» sobre las relaciones de la Iglesia católica con las demás religiones (28 de octubre de 1965).