CIUDAD DEL VATICANO/LUCCA, miércoles, 5 octubre 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha querido «unir su voz para exaltar las grandes obras realizada por el Espíritu Santo en el siglo recientemente concluido» uniéndose espiritualmente al Congreso Internacional que en la ciudad italiana de Lucca ha promovido una relectura espiritual de aquellos años.
Se hizo vehículo del deseo del Papa un mensaje que, en nombre de éste, envió el domingo el cardenal Angelo Sodano –secretario de Estado del Vaticano— a la cita que, con el lema «Los signos del Espíritu en el siglo XX. Una relectura histórica: la narración de los testigos», ha contado con intervenciones de cardenales, obispos y secretarios de los últimos cuatro pontífices, fundadores o representantes de movimientos y asociaciones católicas, así como de representantes del mundo cultural, científico, económico y político.
En sus líneas el Papa envía su saludo en particular a cuantos han promovido y organizado este encuentro del 30 de septiembre al 2 de octubre: el coordinador general de la Renovación en el Espíritu (de Italia), Salvatore Martinez; la superiora general de la Congregación de las Oblatas del Espíritu Santo, sor Gemma Girolami; la fundadora del Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich; y el fundador de la Comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi.
De hecho, en la sede anfitriona del Congreso, Lucca, «nació la beata Madre Elena Guerra, fundadora del Instituto de las Oblatas del Espíritu Santo, que, a inicios del siglo XX, pidió a León XIII que consagrara el mundo al Espíritu Santo», «cosas que hizo el sumo pontífice el 1 de enero de 1901», precisa el mensaje del purpurado en nombre de Benedicto XVI.
La misiva se hace eco del aprecio del Papa –expresado en la audiencia general precedente (Cf. Zenit, 28 septiembre 2005)— «por esta significativa iniciativa orientada a rescatar la memoria espiritual del siglo recién terminado cubierto de tristes páginas de historia, pero empapado también «de maravillosos testimonios de despertar espiritual y carismático en todo ámbito de la vida humana»».
Es «a partir de tal referencia histórico-eclesial» que el Congreso emprendió una amplia relectura del siglo pasado, «animada por un sentimiento de gratitud al Espíritu Santo».
«Precisamente en el corazón del siglo XX se sitúa el Concilio Ecuménico Vaticano II, principal acontecimiento eclesial del siglo, inspirado y guiado por el Espíritu Santo», recuerda el mensaje firmado por el cardenal Sodano.
A ese evento «continúa mirando todo el pueblo cristiano, mientras se adentra en el tercer milenio, anunciando y proclamando con gozo el Evangelio de la vida y del amor»; por su parte, «el «pentecostés» conciliar, percibido con toda su fuerza, no ha dejado de hacer advertir su soplo beneficioso en el mundo entero», constata.
«A una humanidad a veces preocupada y hasta turbada ante los grandes desafíos de la época moderna, el Concilio Ecuménico Vaticano II ha lanzado una valiente invitación a la esperanza, invitación fundada no en ideologías o utopías, sino en la presencia viva de Cristo muerto y resucitado», recuerda la misiva.
Pues «Él sólo es el Redentor del hombre, el Señor de la historia capaz de satisfacer las expectativas más profundas del corazón humano. Sólo Cristo es la Verdad que ilumina la existencia del hombre, desenmascarando los peligros y las insidias que la amenazan y valorando en aquella todo recurso positivo», añade.
Finalmente el purpurado expresó el deseo del Papa de que el Congreso de Lucca contribuyera «a poner en evidencia la importancia de la misión de los cristianos en nuestro tiempo, llamados a desarrollar en todo ámbito una profética acción evangelizadora».
Hay que comunicar la acción del Espíritu, concluye el Congreso
«El prodigio de la efusión del Espíritu Santo» que sigue alimentando a la Iglesia es «un misterio que hay que comunicar a los hombres de nuestro tiempo», afirmó el coordinador general de la Renovación en el Espíritu (de Italia), Salvatore Martinez, lanzando así un desafío en la conclusión del Congreso de Lucca.
Al hilo del repaso de la historia realizado estos días y contemplando las sangrientas páginas que han marcado el siglo XX, con más de 70 millones de muertos, el arzobispo Stanislaw Rilko –presidente del Consejo Pontificio para los Laicos— recalcó que «estas atrocidades deben empujarnos aún más a identificar los signos de esperanza», también en los años más oscuros del siglo, porque «el silencioso pero poderoso motor de la historia es el Espíritu Santo».
Insistió en que la historia no está en mano de poderes oscuros ni dejada a las fuerzas humanas, porque en el mundo y en la historia se eleva Dios, que no es indiferente a las vicisitudes humanas.
«El programa del siglo XX era no esperar más la intervención de Dios –recordó–, y hemos visto dónde lleva la absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo: lleva al totalitarismo».
Salvatore Martínez, al afirmar la intención del Congreso de ser una «pequeña contribución» a la difusión –que alienta Benedicto XVI– de la cultura de Pentecostés, definida como «el antídoto al oscuro mal del mundo», hizo propia la invocación de la beata Elena Guerra: «Veni Sancte Spiritu», porque hoy el Espíritu Santo es aún «desconocido a la mayoría».