La Santa Sede traza en la ONU claves para rescatar a la mujer del persistente abuso

Intervención del arzobispo Celestino Migliore

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NUEVA YORK, lunes, 17 octubre 2005 (ZENIT.org).- Potenciar que la mujer acceda a las fuentes de producción y al capital, su alfabetización y su atención sanitaria están entre las respuestas que habría que buscar desde la ONU a la evidencia mundial de que «la vulnerabilidad sigue siendo una constante» en la vida femenina, considera la Santa Sede.

Denunció este dato el arzobispo Celestino Migliore –observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas– el viernes al intervenir en Nueva York en el curso de la III Comisión de la 60ª sesión de la Asamblea General del organismo mundial sobre el punto 65: «Implementación del resultado de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer y de la sesión especial de la Asamblea General titulada “Mujeres 2000: igualdad de género, desarrollo y paz en el siglo XXI”».

«Todas las formas de violencia contra la mujer deben ser condenadas», indicó el prelado.

Y es que «la violencia –en todas su formas– contra las mujeres, incluyendo la violencia doméstica y dañinas prácticas tradicionales, constituye una grave violación de la dignidad de la mujer y de sus derechos humanos. En algunos países el feticidio e infanticidio femenino continúan», recordó.

El hecho de considerar a la mujer «no como una persona humana» con iguales derechos que los demás, «sino como un objeto para ser explotado», subyace con mucha frecuencia en la violencia contra la mujer, un contexto en el que se constata el aumento del «flagelo» del tráfico de mujeres y niñas, así como diversas formas de prostitución, recalcó monseñor Migliore.

Ya la Santa Sede por su parte –confirmó– «busca trabajar en colaboración con todos aquellos de buena voluntad dando prioridad a políticas sociales orientadas a la eliminación de las causas de tal violencia» –de ahí el I Encuentro Internacional de Pastoral para la liberación de las mujeres de la calle que organizó en Roma el Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e itinerantes (Cf. Zenit, 20 junio 2005)–.

«Cualquier estrategia orientada a mejorar la vida de la mujer debe incluir una consideración especial a las mueres y niñas que sufren de esta forma», un proceso no exento de dificultad, pero esencial para que recuperen la autoestima, reconstruyan relaciones de confianza y se percaten de nuevo de su valor y dignidad, dijo el arzobispo Migliore.

Describe el panorama de la situación actual de la mujer el hecho de que ésta represente el 60% de los 550 millones de trabajadores pobres del mundo, según datos recientes de la Organización Internacional del Trabajo citados por el prelado, quien subrayó que estas mujeres no ganan lo suficiente ni para ellas ni sus familias.

Por eso, «para revertir el proceso de feminización de la pobreza», la delegación de la Santa Sede ante la ONU considera que «se debería prestar atención a aumentar el acceso y control de la mujer en las fuentes productivas y en el capital».

En este sentido aludió a varias organizaciones católicas que están comprometidas en programas de microcréditos para mujeres orientados a responsabilizarlas en proyectos autogestionados en lugares como Camboya, Bosnia y Herzegovina, Latinoamérica y el Caribe.

Y es que, una vez reforzado su papel, «la mujer jugará un papel clave en el desarrollo y el bienestar de su familia, comunidad y sociedad». «Todos los miembros de la sociedad tienen un papel en promover tal capacitación», exhortó el arzobispo Migliore.

Por otro lado «el analfabetismo, presente especialmente entre mujeres en zonas rurales, es un obstáculo evidente al desarrollo y a la consecución de los derechos básicos de la mujer», subrayó el representante vaticano, recordando que «toda mujer tiene derecho a hacer pleno uso de su potencial» y que «invertir en educación» «es la clave del pleno progreso de la mujer».

Igualmente constató que «muchas mujeres todavía hoy no tienen acceso a la atención sanitaria básica»; pero lejos de centrarse exclusivamente en un aspecto, para la Santa Sede hay que buscar una aproximación a la salud de la mujer en su conjunto y en la globalidad de las necesidades sanitarias.

«Está claro que aún queda mucho que hacer por el pleno progreso e la mujer en el mundo actual. Es de espera que las Naciones Unidas tenga un papel importante en transformar sus legítimas aspiraciones», concluyó.

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ZENIT Staff

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