CÓRDOBA, miércoles, 19 octubre 2005 (ZENIT.org-El Observador).- Inés Riego de Moine, filósofa argentina, autora de una biografía de Edith Stein ( Ed. Emmanuel Mounier, SOLITEC, IMDOSOC; 2005), concedió una entrevista a Zenit-El Observador con la finalidad de profundizar en la vida, obras y mensaje de santa Edith Stein.
--¿Cómo entró en contacto con Edith Stein?
--Inés Riego: Fue algo gratuito, inesperado, como tantas cosas que nos pasan en la vida. Cuando aún era estudiante de filosofía (hace unos cuantos años), mi padre, un ferviente católico e infatigable lector, me regaló su primera biografía, «En busca de Dios». Luego, con el paso de los años, vino mi interés por su pensamiento filosófico que volqué en algunos artículos. Y todo se potenció cuando en 1998, Edith Stein fue canonizada por Juan Pablo II y la comunidad carmelita de Córdoba me encomendó participar en un ciclo de conferencias en su homenaje. No la dejé nunca, y ahora un aspecto de su magnífica obra forma parte de mi tesis doctoral.
--¿Qué es lo que personalmente le impactó más de ella?
--Inés Riego: En realidad, toda su vida es apasionante así como, en el orden estricto de las ideas, su genial intento de conciliar fenomenología y tomismo, pero, sin lugar a dudas, me impactó sobremanera esa asombrosa capacidad de hacer de su vida misma un homenaje a la verdad, aunando maravillosamente la verdad de Cristo con la verdad eterna de la filosofía, como muy pocos ejemplos en el mundo. Un espíritu abierto, fuerte, disciplinado, incorruptible, no dispuesto a dejarse doblegar por nada que no fuera el estricto servicio a la verdad y a su destino, para el cual se sentía claramente convocada.
--¿Cuales serían las «palabras clave» para acercarnos a la vida y pensamiento de Edith Stein?
--Inés Riego: Es difícil hablar de «palabras clave» pero, si pudiéramos hacer una especie de «identikit» de la vida y pensamiento de Edith Stein, que nos sirviera, precisamente para identificarla, elegiríamos éstas: pasión, entrega, amor y fe.
--Vamos por partes, si nos lo permite. Primero que nada, ¿por qué pasión?
--Inés Riego: Nada en la vida de la santa fue hecho sin pasión, entendida ésta no en el sentido sensual o meramente sentimental, sino en el de su raíz griega 'pasjo' que significa sentir, padecer, sufrir.Y sin lugar a dudas que su principal pasión fue la pasión por la verdad, que la impulsó desde pequeña a buscar en el universo del saber la verdad que la colmara, hasta que llegó a descubrir que esa pasión se consumaría cuando la verdad anhelada lograra consustanciarse con su propia vida, verdad sabida y amada.
--¿Cuándo llegó ese momento?
--Inés Riego: En su conversión definitiva, cuando descubrió a ese Jesús que la amaba y sólo por amor le regalaba el camino, la verdad y la vida, se regalaba Él mismo.
--Ahora hablemos de la segunda palabra-clave: entrega...
--Inés Riego: Es imposible entender el testimonio ejemplar que fue su vida, sin su entrega incondicional. Se entregó a la humanidad entera, al saber de la persona y a la causa del hombre, a esa humanidad doliente, desgarrada por el odio, que sólo puede gestar el sinsentido del mal y el servilismo del pecado. Pero ella no sólo se inmoló en Auschwitz en abrazo solidario con su pueblo judío, sino en su vida de filósofa, de maestra, de carmelita, olvidándose de ella misma para ser de los otros y de Dios, recordándonos que en la cotidianeidad de la entrega, en cada momento, se pueden pisar los bordes de la eternidad.
--Pasión y entrega, entonces, ¿desembocan en el amor, la tercera palabra clave?
--Inés Riego: En efecto, decir pasión y entrega es decir amor, porque sólo desde la convicción profunda de que somos seres interdependientes y frágiles, sostenidos en nuestro camino hacia la plenitud por el amor infinito e incondicional de Dios a nosotros y por el amor humano lleno de errores y claudicaciones, se puede haber vivido y pensado como Santa Edith lo hizo.Ella sabía que el amor rompe las vallas con que se suele acorazar el corazón del hombre, y porque lo sabía hizo de este principio su estilo de vida que quiso ser reflejo del amor incondicional sintetizado en el Cristo crucificado, hecho sacrificio de salvación por amor .
--Finalmente el principio de todo: la fe...
--Inés Riego: Sí, pero no cualquier fe, sino una fe que sufre muchos altibajos, casi hasta su pérdida total, pero finalmente y en la plenitud de su vida y de su búsqueda, deviene en fortaleza, en parte por haber luchado duramente para conseguirla y en parte, sin duda, porque ella la aceptó como gracia de Dios a su alma. Pocos como ella pueden tener esa fe que se traduce en confianza absoluta en la voluntad del Padre eterno, al punto de dejarse llevar de su mano cual el ciego de su lazarillo, haciéndose pequeña y humilde porque confía con la sencillez del místico en que de la mayor debilidad y del mayor vacío la caricia del amor de Dios saca el mayor bien y la mayor plenitud.
--En su libro habla de una faceta feminista en santa Edith Stein, ¿cómo entendía ella el feminismo?
--Inés Riego: No hay que olvidar que todavía era ésta una época dura para las mujeres aun tras haber sido precedida por un siglo de luchas reivindicatorias. Sin lugar a dudas el feminismo, tal como Edith Stein lo entendió, distaba mucho de enarbolarse bajo el signo de la identidad, que pretende borrar las diferencias entre los sexos en procura de la igualación de derechos y libertades, que es el feminismo que hoy gana los discursos en torno al género y pretende regir las relaciones entre la ya indiscutida proliferación de sexos. Por el contrario, nuestra santa luchó por un feminismo de la diferencia, haciendo hincapié en que el conocimiento y el respeto por la especificidad femenina es el modo correcto de interpretar la necesaria y omniabarcante complementariedad entre el varón y la mujer, convocados desde el inicio de la creación a construir juntos y en pareja alteridad amorosa el destino de la humanidad.
--¿Cuáles serían las tres enseñanzas más importantes de santa Edith para el mundo contemporáneo?
--Inés Riego: La gracia del amor de Dios es más fuerte que todas las proezas o las claudicaciones del hombre: una mujer que pasó del judaísmo al ateísmo y del ateísmo al catolicismo vivido como ella lo vivió, hasta inmolarse en la cruz de Cristo, es un claro ejemplo para el hombre contemporáneo que vive creído que puede manejar su vida a su antojo, o bien desde la indiferencia de un mundo deshumanizado, o bien en la tibieza de una fe cómoda, sin compromiso con la verdad y con los hombres, que son el horizonte de mi propia vida y el reflejo del rostro divino.
[El libro se puede pedir a maryrojas@elobservadorenlinea.com]
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Oct 19, 2005 00:00