Benedicto XVI clausura el Año de la Eucaristía proclamando a cinco santos

Entre ellos, el jesuita chileno Alberto Hurtado Cruchaga

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CIUDAD DEL VATICANO, 23 de octubre de 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI clausuró en este Domingo Mundial de las Misiones el Sínodo de los obispos y el Año de la Eucaristía proclamando a cinco santos, los primeros de su pontificado.

Entre los canonizados se encuentra el padre Alberto Hurtado Cruchaga (1901-1952), jesuita y una de las figuras más destacadas de Chile en el siglo XX.

Entre los otros cuatro nuevos santos dos son italianos: Gaetano Catanoso (1879-1963), sacerdote y fundador de la Congregación de las Hermanas Verónicas del Santo Rostro; y Felice de Nicosia (1715-1787), religioso capuchino.

Los otros dos inscritos en el catálogo de los santos son de origen polaco: Jozef Bilczewski (1860-1923), obispo de Lviv de los Latinos (hoy Ucrania); y Zygmunt Gorazdowski (1845-1920) sacerdote y fundador de la Congregación de las Hermanas de San José.

La celebración eucarística, en la que pudieron concelebrar los 252 participantes en el Sínodo, tuvo lugar en la plaza de San Pedro, en una estupenda mañana de sol, con la participación de decenas de miles de peregrinos.

Los más de siete mil chilenos fueron los que más entusiasmo manifestaron, respondiendo al Papa con cánticos y gritos cada vez mencionaba el nombre del segundo santo chileno, después de santa Teresa de Los Andes.

El prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal portugués José Saraiva Martins, solicitó al inicio de la celebración la canonización.

En la fachada principal de la Basílica de San Pedro se expusieron los gigantescos retratos de estos hombres cuyo abrazo celeste en el amor de Dios queda registrado solemnemente por este acto del Santo Padre.

«El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que queda progresivamente transformado», explicó el pontífice al sintetizar la herencia que han dejado estos cinco hombres de Iglesia.

«Por esta belleza y verdad», añadió en una homilía leída en italiano, polaco, ucraniano y castellano, «está dispuesto a renunciar a todo, incluso a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta en el servicio humilde y desinteresado del prójimo, especialmente de aquellos que no tienen la capacidad de corresponder».

«En diferentes situaciones y con diversos carismas, amaron al Señor con todo el corazón y al prójimo como a sí mismos de forma que convirtieron «en modelo para todos los creyentes», añadió.

En la homilía, el pontífice trazó un breve perfil de cada uno de los nuevos santos. Presentó a la Iglesia y al mundo la figura san Alberto Hurtado, «un verdadero contemplativo en la acción».

«En el amor y entrega total a la voluntad de Dios encontraba la fuerza para el apostolado», explicó. «Fundó El Hogar de Cristo para los más necesitados y los sin techo, ofreciéndoles un ambiente familiar lleno de calor humano».

Escuchaban al obispo de Roma el presidente de Chile, Ricardo Lagos, los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, el ministro de Asuntos Exteriores y otras personalidades chilenas.

Al recordar la figura de san Gaetano Catanoso, el Papa le presentó como «apóstol del Santo Rostro de Cristo».

«La misa cotidiana y la frecuente adoración del Sacramento del altar fueron el alma de su sacerdocio: con ardiente e incansable caridad pastoral se dedicó a la predicación, a la catequesis, al ministerio de las confesiones, a los pobres, a los enfermos, al cuidado de las vocaciones sacerdotales», recordó.

De san Felice de Nicosia recordó las palabras que repetía en todas las circunstancias, alegres o tristes: «Que sea por el amor de Dios».

«El hermano Felice –dijo– nos ayuda a descubrir el valor de las pequeñas cosas que enriquecen la vida, y nos enseña a descubrir el sentido de la familia y del servicio a los hermanos, mostrándonos que la alegría verdadera y duradera, a la que aspira todo ser humano, es fruto del amor».

Evocó el testimonio del obispo Jozef Bilczewski explicando que «el profundo conocimiento de la teología, la fe y la devoción eucarística» hicieron de él «un ejemplo para los sacerdotes y un testigo para todos los fieles».

«La santa misa, la Liturgia de las Horas, la meditación, el rosario y las demás prácticas de piedad marcaban» la jornadas del obispo latino de Lviv (hoy Ucrania), así como «la adoración eucarística».

Por último, recordó que el sacerdote y fundador Zygmunt Gorazdowski «se hizo famoso por la devoción basada en la celebración y en la adoración eucarística. El vivir la ofrenda de Cristo lo condujo a los enfermos, los pobres y los necesitados».

Al concluir el Año de la Eucaristía, convocado e inaugurado por Juan Pablo II, el Papa reconoció como «providencial» el hecho de que «hoy la Iglesia dé a conocer a todos sus miembros cinco nuevos santos que, nutridos por Cristo Pan vivo, se convirtieron al amor y en él han infundido toda su existencia».

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ZENIT Staff

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