CIUDAD DEL VATICANO, 23 de octubre de 2005 (ZENIT.org).- Al clausurar el Sínodo de los obispos en el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), Benedicto XVI confesó su esperanza en que de esta asamblea episcopal surja una Iglesia más misionera.
Por este motivo, antes de rezar la oración mariana del Ángelus, el Papa subrayó «el lazo que existe entre la misión de la Iglesia y la Eucaristía» pues de hecho, como él reconoció, cada misionero debe ser «pan partido para la vida del mundo».
«La acción misionera y evangelizadora es la difusión apostólica del amor que se encuentra como concentrado en el santísimo sacramento», aclaró.
Según el obispo de Roma, «quien acoge a Cristo en la realidad de su cuerpo y sangre no puede guardarse este don, sino que es empujado a compartirlo en el testimonio valiente del Evangelio, en el servicio a los hermanos en dificultad, en el perdón de las ofensas».
«Para algunos, además, la Eucaristía es germen de una específica llamada a dejarlo todo para ir a anunciar a Cristo a quien todavía no le conoce», afirmó.
El Papa puso en manos de María, «mujer eucarística», como al definió Juan Pablo II, «los frutos espirituales del Sínodo y del Año de la Eucaristía».
«Que ella vele por el camino de la Iglesia y nos enseñe a crecer en la comunión con el Señor Jesús para ser testigos de su amor, en el que está el secreto de la alegría», deseó.