MOSCÚ, lunes, 31octubre 2005 (ZENIT.org).- Con el mensaje de que la «Eucaristía es vida recibida y otorgada, es esperanza compartida», terminó el Congreso Eucarístico de la arquidiócesis de la Madre de Dios en Moscú, celebrado del 28 al 30 de octubre.
En el marco de cierre del Año Eucarístico, proclamado por Juan Pablo II y finalizado por Benedicto XVI, la arquidiócesis de Moscú reflexionó durante tres días sobre el significado y misión de la Eucaristía, no sólo como símbolo de la unidad con Cristo, sino también en su profunda relación con la esperanza cristiana.
«Eucaristía y esperanza tienen una relación viva porque la Eucaristía es la felicidad de nuestro viaje… es el pan para el viajero», afirmó el arzobispo Giovanni Lajolo, secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados quien concluyó su primera visita a la capital rusa participando en la misa solemne de clausura del Congreso.
Concelebrando junto al arzobispo de Moscú, monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, monseñor Lajolo añadió: «Con alegría participo con ustedes en un mismo pan y un mismo cáliz de Dios y, les doy, por su encargo, el sentimiento de amor de Padre y la bendición apostólica de Su Santidad, el Papa Benedicto XVI».
«En nuestra peregrinación terrenal, la Eucaristía nos permite comprender todo aquello que, sin lugar a dudas, tiene un valor real en nuestra vida, así como lo que tiene un valor pasajero, o no tiene valor alguno e, incluso, es algo negativo, no es alimento, sino veneno», explicó el arzobispo, según la traducción de sus palabras en ruso.
«La Eucaristía nos ayuda a entender que la vida eterna no es algo superior, una idea inalcanzable, sino al contrario, la Eucaristía se nos presenta justamente para poderla alcanzar, para alimentarnos con el verdadero pan eucarístico», indicó.
En una catedral repleta de feligreses de las diferentes comunidades, rusas y extranjeras, que integran la arquidiócesis de Moscú, la celebración litúrgica y eucarística comenzó con la entrada de cada grupo cantando en su idioma natal.
Primero entraron los niños de la Escuela Dominical, luego la Capellanía de habla hispana y portuguesa, posteriormente la comunidad coreana, los católicos de habla francesa, armenia, hasta finalizar con el canto conjunto en ruso de todos los invitados a esta «gran celebración».
«La Eucaristía es un regalo del peregrino cristiano, la recibimos no sólo para nosotros mismos, sino para usarla en los otros», dijo Lajolo.
«La Eucaristía tiene, por sí misma, un gran significado social. Cea la comunicación entre los creyentes, entre los que se han reunido como Iglesia, como asamblea a su alrededor… La Eucaristía se presenta como testigo de transformación de la vida y su testimonio no puede dejar de darse a los demás, no sólo a nuestros hermanos en la fe, sino a todo el mundo», aseguró.
Fue precisamente este llamado universal, el que quedó plasmado cuando el arzobispo Kondrusiewicz felicitó en más de 10 idiomas distintos a los presentes por el regalo de la Eucaristía. Así mismo y, siguiendo una antigua tradición rusa, hasta el altar fueron llevadas grandes hogazas de pan dulce y racimos de uvas, que fieles y clérigos pudieron compartir al término de la misa como símbolo de unión en Comunidad y en Cristo.
Momentos emotivos se vivieron en el cierre del Congreso, con la peregrinación por los alrededores de la Catedral, en las calles de Moscú, donde, a pesar de una temperatura fría, participaron adultos y niños por igual, entonando cantos y rezos.
Entre los frutos del Congreso Eucarístico, se contó con la ordenación, el sábado 29 por la noche, de un diácono de la Capellanía de habla hispana y portuguesa, y de un sacerdote de la diócesis de Moscú.
Así mismo tuvo lugar la presentación al ruso del libro «Un himno a la Vida», de Maria Jildergarda Brem, traducido por Olga Karpova, en la que la hija de santa Gianna Beretta (1922-1962), habló acerca de su madre.
Las conferencias del congreso fueron abiertas por la ponencia del arzobispo Tadeusz Kondrusiewicz titulada «La Eucaristía a la luz del recientemente finalizado Sínodo de los obispos».
El Congreso no quiso clausurar los doce meses dedicados a la Eucaristía, sino más bien, como afirmó el arzobispo Lajolo, »con la meditación sobre la Eucaristía se abre una nueva etapa en la vida de la Iglesia católica y en la vida de cada Comunidad: del profundo razonamiento y aceptación con el corazón del misterio Eucarístico, se irradia una constante luz renovadora de la razón, un reforzamiento de la fuerza del corazón y consecuentemente mayor diligencia en la vida diaria».