Obispos ecuatorianos piden una constitución para «cerrar el paso a los corruptos»

Pero recuerdan que no será una solución mágica a las crisis

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QUITO, 10 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal Ecuatoriana ha defendido el derecho de los ciudadanos de ser consultados sobre una nueva constitución que defienda más eficazmente al país de la corrupción, aunque reconoce que ésta no será nunca una solución mágica.

En un comunicado publicado este miércoles, el episcopado asegura que «una nueva constitución, o una constitución renovada, se ha hecho ciertamente necesaria para cerrar el paso a los corruptos, que han debilitado al país no sólo económicamente, sino moral y espiritualmente».

«Los ciudadanos tenemos derecho a ser consultados sobre esto. Una constitución podrá ayudar en la medida en que facilite el rearme moral de los ecuatorianos», aseguran los prelados.

«Necesitamos ponernos de acuerdo en quiénes somos, un pueblo pluriracial y pluricultural con derechos y obligaciones proporcionados a la parte de recursos recibidos –indican los obispos–. Si no nos ponemos de acuerdo en a dónde vamos, no podemos juzgar si estamos adelantando o retrocediendo».

La declaración fue dada a conocer en pleno debate sobre una posible reforma a la Carta Magna de ese país, sumido –según dicen los propios obispos– en «una nueva crisis», donde «la mayoría de los ecuatorianos sufren hambre, carecen de vestido y habitación, son víctima de un sistema educativo calificado como el penúltimo de América Latina. Y se agitan, protestan, piden cambios».

«En nuestra angustia queremos un remedio inmediato y afirmamos que una constitución nueva o renovada nos traerá la solución; olvidamos que diecinueve veces hemos esperado en vano en una nueva constitución el remedio de nuestros males», recuerdan.

El Episcopado ecuatoriano sostiene que «la constitución está ahí, en parte, sin las leyes secundarias, necesarias para aplicarla; está ahí, impunemente violada, no sólo por huelgas y paros de las instituciones de servicio público, sino también por interpretaciones acomodaticias y por cálculos partidistas que han privado al País de uno de los poderes del Estado, la Corte Suprema de Justicia, o que han impedido nombrar al Contralor General del Estado».

Al mismo tiempo, los prelados aclaran que «es el momento de tomar conciencia de que no hay soluciones mágicas e inmediatas y de que debemos reorientar el camino para conseguir un país más próspero y equitativo».

«La constitución nueva o renovada tiene que complementarse con otras medidas, para atender prioritariamente la educación, la salud, la vivienda y trabajo».

«Si no se libera a la actual educación, también, con el concurso de los padres de familia: sin una educación creativa que capacite a los ecuatorianos de todos los estratos sociales a competir responsablemente en un mundo globalizado, la vigésima constitución prepararía sólo la vigésima primera», advierte el comunicado episcopal.

Publicamos su texto íntegro:

COMUNICADO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ECUATORIANA

LOS OBISPOS DE ECUADOR A LOS CIUDADANOS
DE BUENA VOLUNTAD

Jesús, al compadecerse de la viuda de Naim, y al cuidar que la muchedumbre que lo seguía no vaya a desfallecer de hambre en el camino, nos muestra que Dios hace suyas las angustias y esperanzas de hombres y mujeres de ayer y de hoy y que invita a todos y a cada uno a dar un aporte para solucionar los problemas: “Denles ustedes de comer”, dijo a sus amigos y seguidores.

Hermanos y amigos, estamos atravesando una nueva crisis: La mayoría de los ecuatorianos sufren hambre, carecen de vestido y habitación, son víctima de un sistema educativo calificado como el penúltimo de América Latina. Y se agitan, protestan, piden cambios.

Para exigir cambios, nos fijamos en el irrespeto a la constitucionalidad, en la inestabilidad, en la burocracia que despilfarra los bienes del País, en el porcentaje que hay que pagar para firmar contratos y fiscalizaciones, o para recibir cualquier servicio del Estado, en la compra venta de candidaturas y votos, expresión radical de la multifacética corrupción. Pensamos que esos y otros males, que ingenuamente consideramos externos a nosotros, son la causa de dichos males.

En nuestra angustia queremos un remedio inmediato y afirmamos que una constitución nueva o renovada nos traerá la solución; olvidamos que diecinueve veces hemos esperado en vano en una nueva constitución el remedio de nuestros males. La constitución está ahí, en parte, sin las leyes secundarias, necesarias para aplicarla; está ahí, impunemente violada, no sólo por huelgas y paros de las instituciones de servicio público, sino también por interpretaciones acomodaticias y por cálculos partidistas que han privado al País de uno de los poderes del Estado, la Corte Suprema de Justicia, o que han impedido nombrar al Contralor General del Estado.

Una nueva constitución, o una constitución renovada, se ha hecho ciertamente necesaria para cerrar el paso a los corruptos, que han debilitado al país no sólo económicamente, sino moral y espiritualmente.

Los ciudadanos tenemos derecho a ser consultados sobre esto. Una constitución podrá ayudar en la medida en que facilite el rearme moral de los ecuatorianos.

Necesitamos ponernos de acuerdo en quiénes somos, un pueblo pluriracial y pluricultural con derechos y obligaciones proporcionados a la parte de recursos recibidos. Si no nos ponemos de acuerdo en a dónde vamos, no podemos juzgar si estamos adelantando o retrocediendo.

Este es el momento de tomar conciencia de que no hay soluciones mágicas e inmediatas y de que debemos reorientar el camino para conseguir un país más próspero y equitativo.

La constitución nueva o renovada tiene que complementarse con otras medidas, para atender prioritariamente la educación, la salud, la vivienda y trabajo. Si no se libera a la actual educación, también, con el concurso de los padres de familia: sin una educación creativa que capacite a los ecuatorianos de todos los estratos sociales a competir responsablemente en un mundo globalizado, la vigésima constitución prepararía sólo la vigésima primera.

Valoramos la Democracia, la respetamos, quisiéramos que las grandes renovaciones del País se hubieran hecho en régimen democrático. Porque valoramos la Democracia, valoramos los Partidos Políticos; pero al mismo tiempo pedimos a sus dirigentes que recobren para los Partidos el respeto que han perdido, porque algunos no representan una ideología sino intereses. El pulular de Partidos, de movimientos sin ideología es una causa de ingobernabilidad.

El desprestigio de los Partidos Políticos es una de las causas de que la sociedad civil haya adquirido, para bien del Ecuador, el actual protagonismo.

En el momento actual la participación de los ciudadanos es positiva y necesaria. Para que esta participación sea consciente y responsable, hemos de ser objetiva y adecuadamente informados. La conjunción de esfuerzos de los Partidos, de los Poderes del Estado, de los organismos de la sociedad civil es indispensable. La historia pasada y reciente prueba que, cuando quieren un acuerdo, lo consiguen. Que el acuerdo que esperamos sea para el bien común de los ecuatorianos.

El ponerse unos contra otros debe desaparecer como característica de la conducta social y política de nosotros, ecuatorianos.

Invitamos a todos, en nombre de Dios, que es como una familia, a esforzarnos en deponer cálculos personales o de grupo, para que la renovación institucional del País nos guíe por largo tiempo a los ecuatorianos a una vida más digna y feliz.

Quito, noviembre 9 del 2005

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ZENIT Staff

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