ROMA, domingo, 20 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Diez años después de la publicación de la «Evangelium Vitae», una de las encíclicas más conocidas de Juan Pablo II, la situación jurídica y social de muchos países dan particular actualidad a la profecía de aquel documento: la vida humana es sagrada.

Así lo han constatado expertos de varios países congregados en Roma por el Instituto Pontificio Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia y la Academia Pontificia para la Vida con motivo de un congreso celebrado entre el 17 y el 19 noviembre.

El tema del encuentro era «El esplendor de la vida: Evangelio, Ciencia y Ética. Perspectivas de la Bioética, a diez años de la "Evangelium Vitae"».

Al inaugurar el Congreso, el obispo Rino Fisichella, rector de la Pontificia Universidad Lateranense (PUL), pidió una «movilización por una nueva cultura de la vida».

El rector de la PUL explicó que estos diez años han registrado una sensibilidad especial por los temas propios de la vida y de la familia, pero al mismo tiempo han sacado a flote un movimiento contradictorio.

Monseñor Fisichella, quien es también obispo auxiliar de la diócesis de Roma, indicó que se ve, por una parte, más conciencia entre muchos intelectuales y pensadores sobre el carácter inviolable de la vida humana y, por otra, un «relativismo ético que apoya la redacción de leyes y normas que reflejen sólo el derecho individual», y que pide al Estado que se abstenga de toda consideración ética.

De este modo, comentó, «el progreso no siempre está apoyado por una verdadera promoción de la vida y de la persona».

El obispo Elio Sgreccia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, reconoció por su parte que «la antropología secularizada y reduccionista de los últimos años ha tratado de separar al hombre de su fuente de vida, perdiendo el sentido de Dios, y de este modo se pierde también el sentido del hombre y de su dignidad».

«Al ser creado el hombre a imagen y semejanza de Dios, su vida adquiere el valor y el sabor de ser un don», de ser entrega, explicó el prelado italiano.

Sor Elena Borsetti de la Congregación de Jesús Buen Pastor, profesora de Exégesis del Nuevo Testamento en la Pontificia Universidad Gregoriana, y en el Instituto de Teología de la Vida Consagrada («Claretianum»), subrayó que «Dios es la fuente de la vida» y que el hombre «encuentra en el creador la esperanza que da sentido a su vida, a sus sufrimientos y a su muerte».

«Esta esperanza se podrá cumplir sólo si el hombre obedece los mandamientos del Señor caminando por la vida», indicó.

Monseñor Livio Melina, profesor de Teología Moral en el Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre Matrimonio y Familia y vicepresidente de la sección central de la Universidad Pontificia Lateranense, consideró que el gran desafío actual consiste en «superar el reduccionismo cientificista ante el tema de la vida».

Para esto promovió el diálogo entre fe y razón: «la racionalidad científica debe dejarse guiar por una mirada contemplativa incluso metafísica hacia la vida», dijo el profesor de Teología Moral.

Amnon Carmi, director de la Cátedra de Bioética en la UNESCO y presidente de la Sección de Psiquiatría, Derecho y Ética de la Asociación Mundial de Psiquiatría, explicó que, en la visión judía, «la santidad de la vida humana deriva del hecho de que el hombre ha sido creado a imagen de Dios».

Por este motivo, concluyó el magistrado judío, «cualquier ofensa al cuerpo de cualquier persona es una agresión contra su aspecto divino y, por tanto, una afrenta al Omnipotente».