NUEVA YORK, 5 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Los cumpleaños suelen ser ocasión para la celebración, pero en las Naciones Unidas no reina el regocijo. La cumbre de líderes mundiales, que tuvo lugar del 14 al 16 de septiembre para conmemorar el 60 aniversario de la organización, fue planeada originalmente como ocasión para aprobar amplias reformas. Pero tras meses de negociaciones, las conversaciones acabaron en un callejón sin salida, y sólo se alcanzaron acuerdos en temas menores.

El Secretario General Kofi Annan, en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs de mayo-junio, subrayaba sus deseos para una reforma muy necesaria del organismo mundial. Observaba que en el momento en que hay graves problemas que superar, existe un «profundo desacuerdo» entre los estados que podrían incluso cuestionar los principios que rigen el orden internacional establecido en 1945.

Pero, añadía, el tratar los actuales desafíos globales «requiere una amplia, profunda y sostenida cooperación global». Defendiendo el papel de las Naciones Unidas contra las frecuentes críticas, sostenía: «Los estados que trabajan juntos pueden lograr cosas que están más allá de los el más poderoso estado pueda alcanzar por sí mismo».

Annan subrayaba luego algunas prioridades para la reforma de las Naciones Unidas. Se extendían desde el trabajo con la amenaza planteada por el terrorismo, la mejora de los esfuerzos en el control de armas de destrucción masiva, hasta la construcción de la paz en los países desgarrados por la guerra. Los derechos humanos y el desarrollo económico son también áreas importantes donde se necesitan renovados esfuerzos.

Sobre la cuestión de las reformas internas, Annan admitía: «Si las Naciones Unidas tienen que ser un vehículo a través del cual los estados puedan resolver los desafíos del hoy y del mañana, son necesarias importantes reformas que consoliden su importancia, efectividad y responsabilidad».

Después de que la cumbre del aniversario concluyera sin las reformas que buscaba, Annan, en un artículo publicado en el Wall Street Journal el 19 de septiembre, admitía que el documento hecho público en el cierre de la cumbre había sido descrito como «decepcionante».

No obstante, defendía los acuerdos logrados en áreas como la promoción de las metas de desarrollo planteadas para el 2015, y las reformas en áreas como el mantenimiento de la paz, así como la consolidación de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Al mismo tiempo, el secretario general observaba que todavía no había acuerdo sobre qué cambios hacer en muchas de las áreas prioritarias de Naciones Unidas.

Las críticas por no haber aprovechado la cumbre para adaptar las Naciones Unidas no sólo vinieron de aquellos que se muestran normalmente hostiles a la organización, sino también de quienes ocuparon importantes cargos en el pasado. Uno de ellos fue Mary Robinson, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los derechos humanos en el periodo 1997-2002.

El 26 de septiembre en el International Herald Tribune, escribía: «Ha habido aquí un vacío en la cumbre de Naciones Unidas de este mes, un doloroso espacio que pide ser llenado». No sólo ha sido falta de liderazgo, comentaba, sino que en vez de ser una cumbre que podría haber abierto un nuevo capítulo para las Naciones Unidas, «hemos tenido una cumbre de pan de azúcar: una nueva exposición de las metas ya asumidas y una cierta reincidencia vergonzosa en antiguas promesas».

Pro aborto
Durante mucho tiempo muchos grupos pro vida y católicos han sentido descontento con las Naciones Unidas, debido a su entusiasmo incesante en la promoción del aborto, la anticoncepción y el feminismo radical. El Instituto Católico para la Familia y los Derechos Humanos, por ejemplo, comentaba en su Friday Fax del 5 de marzo de 2004 el apoyo dado por Kofi Annan al aborto.

Meses antes, Annan había recibido un premio por la pro abortista Coalición Sanitaria Internacional de Mujeres. Durante la ceremonia el secretario general de Naciones Unidas expresó pródigas alabanzas a la labor de esta organización y afirmó que el mundo sería un lugar mejor si hubiera más organizaciones de esta naturaleza.

El Friday Fax observaba que entre los logros de esta organización pro abortista está el enseñar a quienes hacen abortos cómo esquivar las restricciones legales. Presionar por la reinterpretación de los documentos de Naciones Unidas que incluyen el «derecho al aborto» es otra prioridad de esta organización.

En el tema del uso de acuerdos de Naciones Unidas, un ejemplo reciente viene de Irlanda. Según el periódico Irish Independent del 8 de marzo, la comisión irlandesa de derechos humanos recomendaba que, para respetar los compromisos de la nación con los acuerdos internacionales, el gobierno debería introducir la legislación que clarificase cuándo se permiten los abortos.

Comentando el asunto en un artículo a parte, el periodista David Quinn observaba que las recomendaciones surgieron porque Irlanda en julio tuvo que informar sobre la puesta en práctica de la Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación de las Discriminación contra las Mujeres. Este proceso corre el peligro de abrir duraderas y amargas heridas sobre el tema del aborto, advertía.

En el pasado, el Vaticano ha criticado frecuentemente las políticas de Naciones Unidas en el área del aborto y la planificación familiar. En su discurso a la cumbre el 16 de septiembre, el cardenal Angelo Sodano, secretario de estado de la Santa Sede, renovó estas críticas. Refiriéndose a los objetivos planteados para el 2015, conocidos como las Metas de Desarrollo del Milenio, observaba que contenían «una visión ambigua, limitada o, sin más, ideológica de la salud».

El cardenal observaba en particular la naturaleza desafortunada del término «salud reproductiva», utilizado en los documentos de Naciones Unidas. «¿No sería mejor hablar claramente de "salud de las mujeres y los niños" en vez de usar el término "salud reproductiva"? ¿Acaso se quiere volver a hablar de un derecho al aborto?»

Cambios necesarios
No obstante sus reservas sobre este tema, el Vaticano no ha sumado fuerzas con quienes rechazan completamente las Naciones Unidas. El cardenal Sodano observaba que «este organismo, como toda realidad humana, ha sufrido muchos desgastes en el transcurso de estos años» y es necesaria una renovación. También insistía en que la organización no debería convertirse en una especie de «supergobierno».

Al mismo tiempo, continuaba, las Naciones Unidas necesitan los instrumentos jurídicos necesarios para el desarme y para el control del armamento, para la lucha contra el terrorismo y la cooperación efectiva, a fin de resolver las situaciones de conflicto.

Y en relación a la promoción del desarrollo en las naciones del Tercer Mundo, «la consecución e incluso la superación de los Objetivos para el Desarrollo del Milenio sigue siendo un deber de justicia al servicio de la dignidad humana y, al mismo tiempo, una condición indispensable para la paz y para la seguridad colectiva», afirmaba el cardenal Sodano.

En un discurso el 23 de septiembre durante el debate de apertura de la 60ª sesión de la Asamblea General, monseñor Celestino Migliore, jefe de la delegación de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, continuó con el tema de las reformas.

Repitió las reservas expresadas en el pasado sobre la terminología de «salud reproductiva», y defendió que la Santa Sede no considere el aborto como una parte apropiada del concepto de salud.

En la parte positiva, el arzobispo indicó que «las Naciones Unidas se han convertido en la proyección de la esperanza de paz y bienestar en el mundo». Satisfacer este papel, continuaba, requiere liderazgo, coraje y visión.

Monseñor Migliore alabó los esfuerzos p or introducir reformas en el área de los derechos humanos, observando que, con la globalización, «un mayor sentido de los deberes humanos universales beneficiaría la causa de la paz, porque la conciencia de nuestra mutua responsabilidad reconoce deberes como esenciales para el orden social que no dependen de la voluntad o el poder de ningún individuo o grupo».

Y en otro discurso el día anterior, sobre el tema del Tratado Comprehensivo de la Prohibición de Pruebas Nucleares, el jefe de la delegación de la Santa Sede expresaba su apoyo a los esfuerzos de Naciones Unidas para controlar las armas nucleares y defender la ley internacional humanitaria. Imperfectas como son, las Naciones Unidas todavía cumplen un necesario papel en muchas áreas.