CIUDAD DEL VATICANO, 2 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Para quien cree en Cristo, la muerte es el paso a la patria del Cielo, un momento, por tanto, que no debe ser visto con temor, asegura Benedicto XVI.

El Papa ofreció una meditación sobre la vida y la muerte este martes a mediodía, solemnidad de Todos los Santos, al rezar la oración mariana del Ángelus con decenas de miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.

Para el pontífice esa fiesta «nos permite experimentar la alegría de formar parte de la gran familia de los amigos de Dios».

De hecho, explicó, «con la encarnación del Hijo, su muerte y su resurrección, Dios ha querido reconciliar consigo a toda la humanidad y permitirle compartir su misma vida».

«Para quien vive en Cristo, la muerte es el paso de la peregrinación terrena a la patria del Cielo, donde el Padre acoge a todos sus hijos», indicó el Santo Padre.

«Por este motivo, es muy significativo y apropiado que, después de la fiesta de Todos los Santos, la liturgia nos haga celebrar mañana la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos», consideró.

En particular, en estos dos días invitó a descubrir la «comunión de los santos», que los cristianos profesan en el Credo.

«Es la realidad de una familia unida por profundos lazos de solidaridad espiritual, que une a los fieles difuntos con quienes peregrinan en el mundo», explicó.

«Un lazo miserioso, pero real --siguió subrayando--, alimentado por la oración y la participación en el sacramento de la Eucaristía».

«En el Cuerpo místico de Cristo, las almas de los fieles se encuentran superando la barrera de la muerte, rezan las unas por las otras, realizan en la caridad un íntimo intercambio de dones», destacó el obispo de Roma.

Desde esta perspectiva, recordó, «se comprende también la práctica de ofrecer por los difuntos oraciones de sufragio, de manera especial el sacrificio eucarístico, memorial de la Pascua de Cristo, que ha abierto a los creyentes la entrada en la vida eterna».

Por este motivo, concluyó, la «tradicional visita de estos días a las tumbas de nuestros difuntos» es «una oportunidad para pensar sin temor en el misterio de la muerte y cultivar esa incesante vigilancia que nos prepara para afrontarlo con serenidad».