Sacerdocio y homosexualidad: Tres casos en los que se impide la ordenación

Práctica de la homosexualidad, tendencias homosexuales profundas, y apoyo a la «cultura gay»

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 29 noviembre 2005 (ZENIT.org).- No es posible la admisión al seminario o al sacerdocio de personas que «practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay», aclara un documento publicado este martes por la Santa Sede.

La esperada instrucción –se habían dado varias filtraciones en órganos informativos en las últimas semanas– es publicada por la Congregación para la Educación Católica y lleva la firma de cardenal Zenon Grocholewski, y del arzobispo J. Michael Miller, C.B.S., respectivamente presidente y secretario de ese dicasterio vaticano.

El documento «sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales, antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas», aprobado por el Papa Benedicto XVI el 31 de agosto de 2005, ha sido publicado en el día en que se recuerda la memoria de San Carlos Borromeo, patrono de los seminarios.

El documento, sumamente delicado y respetuoso de las personas con tendencias homosexuales, no contiene novedades extraordinarias. Su impacto mediático se debe en parte a las nuevas tendencias culturales, en particular a lo que la instrucción define la «cultura gay».

Desde sus orígenes la Iglesia católica, al igual que otras Iglesias, no ha admitido a personas con prácticas homosexuales o con las defienden en público.

El documento hace la distinción que establece el «Catecismo de la Iglesia Católica» entre «actos» homosexuales, que la Sagrada Escritura califica de «pecados graves» y «tendencias» homosexuales profundamente arraigadas, que se encuentran en un cierto número de hombres y mujeres.

Si bien «son objetivamente desordenadas» y con frecuencia constituyen «una prueba» para las personas que las experimentan, éstas «deben ser acogidas con respeto y delicadeza; respecto a ellas se evitará cualquier estigma que indique una injusta discriminación».

Estas personas, según la instrucción, «están llamadas a realizar la voluntad de Dios en sus vidas y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar».

Según la instrucción, los varones con tendencias homosexuales profundamente arraigadas no pueden ser admitidos al sacerdocio porque estas personas se encuentran «en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres».

«Si se tratase, en cambio –aclara–, de tendencias homosexuales que fuesen sólo la expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada, ésas deberán ser claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal».

El documento subraya la responsabilidad de los obispos, superiores mayores (en el caso de los religiosos candidatos al sacerdocio), formadores de los seminarios, directores espirituales, para ayudar en el «discernimiento» sobre la idoneidad de los candidatos al sacerdocio. «En caso de seria duda», no deben ser admitidos a la ordenación.

«El candidato mismo es el primer responsable de la propia formación» y es el primero que debe tratar de aplicar este discernimiento exigido por la Iglesia, concluye.

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ZENIT Staff

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